El equipo económico reconoce que la situación es “dinámica”. Por ahora el canje de deuda no generó el impacto esperado en el mercado cambiario. El BCRA y ANSES comenzarían a vender bonos para hacer bajar el “contado con liquidación”
El martes 1 de septiembre el Banco Central tuvo que vender USD 240 millones para satisfacer la demanda de pequeños ahorristas, que una vez más aprovecharon para llevarse los USD 200 mensuales permitidos. Pero la cifra impacta. Es el segundo día de mayores ventas desde que arrancó el gobierno de Alberto Fernández, sólo superado por el 4 de febrero. En la semana la entidad habría vendido arriba de los USD 500 millones y hay una coincidencia dentro y fuera del Gobierno: se trata de un ritmo insostenible.
El balance cambiario de agosto fue pésimo. El BCRA terminó con un saldo de ventas de USD 1.280 millones y se estima que casi 5 millones de ahorristas aprovecharon la ventana para la compra del dólar “solidario”. Pero septiembre pinta mucho peor habiendo transcurrido apenas cuatro días hábiles, si es que no ocurre nada antes.
Este ritmo de caída de reservas se estuvo monitoreando de cerca entre tres funcionarios claves: el titular del BCRA, Miguel Pesce, el ministro de Economía, Martín Guzmán, y la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca.
Hace dos semanas el propio Presidente había sugerido que la compra de dólares para el público tenía las horas contadas, ante el incremento de las ventas por parte del BCRA. Pero ahora la situación es mucho peor que entonces. Luego fue el propio ministerio de Economía el que tuvo que salir a aclarar que todo seguía igual. El BCRA quedó en el medio.
La semana pasada, el titular de la institución, Miguel Pesce, aseguró que un buen resultado del canje de deuda podría hacer caer la demanda de divisas. Pero nada de eso ocurrió, a pesar de que la renegociación consiguió más de 99% de adhesión. Se trató casi de una reedición de aquella histórica frase del ministro de Economía de Raúl Alfonsín en medio de la hiperinflación, Juan Carlos Pugliese: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.
La demanda de dólares tan acelerada tiene su lógica en el aumento de la brecha cambiaria. La posibilidad de comprar a $100 y vender a $130 representa un negocio inmediato para los ahorristas. Y millones lo aprovechan. Por lo pronto, la mayor parte de esos dólares que se compran no quedan dentro del sistema. La estadística del Central revela que en agosto las ventas al público superaron los USD 1.000 millones, pero los depósitos en moneda extranjera crecieron apenas USD 200 millones. Los restantes USD 800 millones se fueron del sistema financiero.
La caída de las reservas líquidas es muy fuerte y eso enciende luces rojas. Primero porque el BCRA está cerca de quedarse sin poder de fuego para mantener bajo control al tipo de cambio oficial. Evitar una devaluación brusca es hoy la principal preocupación de Alberto Fernández. Un salto de tipo de cambio oficial desataría un nuevo pico inflacionario aún en plena recesión, generando una nueva caída del salario real y más pobreza.
Además, la idea es utilizar los pocos dólares que hay para abastecer a la producción. Ya hay muchos sectores que encuentran limitantes para acceder a divisas. “No tiene sentido seguir regalando dólares para los ahorristas cuando ya ha problemas para abastecer a las empresas”, reconocen fuentes oficiales.
Con este panorama desalentador, hay distintas alternativas que están en plena evaluación. Pero ninguna evitaría lo que a esta altura parece inevitable: restringir aún más el acceso al dólar “solidario”, reduciendo el límite actual de 200 por ahorrista. La otra opción más drástica es volver al esquema de compra con permiso previo, que en su momento ideó Ricardo Echegaray, titular de AFIP, para contener la demanda. La “fórmula” por la cual algunos obtenían autorización para comprar y la mayoría no nunca fue clara.
La posibilidad de incorporar reservas líquidas también existe, pero enviaría una señal de cierta debilidad, preocupante para los mercados. La opción más viable sería ejecutar parte del “swap” de monedas con China. Otra opción mucho más drástica y difícil pasaría por vender parte del oro (hay casi el equivalente a USD 4.000 millones).
La opción del desdoblamiento luce poco viable, sobre todo cuando se entrará en una discusión por un nuevo acuerdo con el FMI. La existencia de dos tipos de cambio legales nunca fue del agrado del organismo. Además, su implementación sería sumamente engorrosa, generando más confusión en el mercado.
La principal dificultad de limitar todavía más la compra de dólar oficial es el impacto que podría generar en el tipo de cambio informal. El peligro es que se produzca un pico en el valor del “blue”, que cerró la semana en la zona de $133. Sin embargo, quizás sea el mal menor teniendo en cuenta que se trata de un mercado con poco volumen. Pesce reconoció que no es fácil hacerlo bajar porque “los que vendían en el informal eran básicamente los turistas extranjeros, por lo que ahora casi no hay oferta”.
En paralelo a un cepo recargado, el Banco Central y ANSES recibirán nuevos bonos por el canje de deuda y tendrán un importante poder de fuego para intervenir en la cotización del dólar en el mercado bursátil. Aunque aún no hubo ningún comentario oficial, se descuenta que ambos organismos actuarán en forma coordinada para aprovechar su poder de fuego. La venta de bonos dolarizados permitiría hacer retroceder al “contado con liquidación” para reducir la brecha cambiaria.
El exitoso canje de deuda era un paso imprescindible que debía dar el Gobierno, pero no soluciona mágicamente los problemas. La calificadora Moody´s ya avisó que, pese al buen resultado obtenido, la calificación de la Argentina seguirá por el piso, en la zona de países con categoría “C”. “No hay garantías por el momento de que la Argentina no vuelva a enfrentar en algunos años otra crisis de pagos. Y también nos preocupa la debilidad de las reservas”, señaló el encargado de la calificación argentina, Gabriel Torres. Además, el especialista explicó que un rendimiento de la deuda al 11% es todavía demasiado alto, lo que impediría refinanciarla.
Por eso queda por delante una tarea tan o más difícil que salir del default, como es bajar el “riesgo país” para recuperar el acceso a los mercados financieros. Y eso sí demandaría mucho más tiempo que el que tomó la negociación de la deuda.
Bajar el déficit fiscal, volver a crecer y encarar reformas del mercado tributario y laboral serían algunas de las condiciones básicas para la recuperación de la confianza.
Para colmo, el aumento de los contagios del Covid-19 llevó a varias provincias a retroceder en las aperturas en algunos casos y no seguir avanzando en otros, como sucede ahora en la provincia de Buenos Aires.
El mayor número de infectados implica que la economía seguirá funcionando a media máquina. Los números de julio y los que se van conociendo de agosto no son muy alentadores. La fuerte reactivación que se había notado después del pozo de abril era alentadora. Pero lamentablemente no se pudo sostener. La mayoría de los datos sobre la evolución de la economía muestran más bien un amesetamiento, pero por supuesto en niveles bajos.
El equipo económico busca responder a estos distintos niveles de incertidumbre con cierta ortodoxia. En agosto el “cheque” que el Central le giró al Tesoro fue por sólo $40.000 millones, contra $220.000 millones del mes anterior. Y el rojo fiscal también cayó a la mitad, ante la mejora tenue de la recaudación y cierto control en el gasto público. Además, se habla de un déficit de 4,5% para el año que viene contra más de 7% este año. Pero a la vista de los inversores, este ajuste seguiría siendo insuficiente.
El mensaje es que la megaemisión de pesos se moderará luego del récord alcanzado con el objetivo de suavizar los efectos de la pandemia. Pero además habrá que acompañar con otras señales que ayuden a regenerar la confianza. Esa es la prueba más difícil que debe enfrentar Alberto Fernández y todavía no le encontró la vuelta.