Los economistas opinaron tras la polémica entre el presidente Alberto Fernández y el titular de la Rural Daniel Pelegrina en torno de las últimas medidas oficiales; el impacto de las retenciones y de la clausura temporal de las ventas de maíz al exterior sobre el precio final
La suspensión de las exportaciones de maíz que decretó el Gobierno en el último día de 2020 generó el rechazo de buena parte de las entidades del agro y fue defendida por el presidente Alberto Fernández este miércoles, al sostener que la decisión tendrá un impacto positivo en los precios internos porque las industrias que utilizan esa materia prima tendrían así costos más bajos.
Según explican los economistas, existe una relación directa entre ciertas decisiones en materia de comercio exterior, como por ejemplo los niveles de retenciones a las exportaciones que pagan los productos, y la dinámica de precios local. Por definición, una cosecha que no se exporta y que se destina al mercado local redundaría en precios más bajos, aunque podría tener consecuencias negativas a mediano plazo.
“Estoy en una lucha con la producción de alimentos en la Argentina. El mundo demanda alimentos y suben los precios de la soja, el maíz y el trigo. Pero los productores argentinos producen en pesos argentinos y hace dos años que no tienen aumentos de tarifas de luz, de gas y fue muy bajo el aumento de combustibles”, argumentó este miércoles el jefe de Estado en declaraciones radiales.
“Entiendo que el maíz creció mucho y es una gran oportunidad para exportar, pero no entiendo por qué quieren cobrarle al argentino al mismo precio que paga el mundo. El mundo demanda carne, producen en pesos, pero ¿por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán?”, se preguntó en diálogo con Radio con vos. “Si producen todo en pesos, ¿por qué?”, insistió.
“¿Por qué?; que me lo expliquen porque no lo entiendo; por ese principio de solidaridad que estoy planteando, garanticen a los argentinos lo que consumen y al resto exporten todo lo que quieran al precio que a ustedes se les dé la gana. Eso me pasa con el trigo, con el maíz, con el girasol, con el aceite, con la carne. Y también con la medicina prepaga. Eso fue todo lo que pasó”, expresó el Jefe de Estado.
El freno a las exportaciones de maíz a fines de 2020 tuvo un segundo capítulo que pasó más desapercibido. El Ministerio de Desarrollo Productivo acordó con la industria aceitera -exportadores y productores- poner en marcha un mecanismo que financie a los productores a cambio de que los precios del aceite para el mercado interno sea accesible.
Si bien el Gobierno las presentó públicamente como medidas separadas, fuentes oficiales reconocieron a Infobae que las dos decisiones están vinculadas. El freno de Agricultura a las exportaciones de maíz busca reducir el precio interno y que eso “derrame” en menores costos de producción en distintas cadenas productivas, como carne de cerdo, pollo, huevos, leche y feedlot.
Según estimaciones oficiales, ya se exportó casi el 90% de la producción de maíz de este año. Por eso, Agricultura decidió no arriesgarse a que un faltante de esa materia prima para distintas industrias implique un aumento de costos internos y, por consiguiente, un ajuste de precios para los consumidores. El acuerdo entre la cámara de exportadores (CIARA) y productores aceiteros, por su parte, cierra la tenaza sobre ese sector en particular.
Según los economistas consultados por Infobae, existe un vínculo directo entre el comercio exterior -retenciones y permisos de exportación- y los precios internos. Para Federico Moll, director de Ecolatina, “la suspensión de las exportaciones tiene como objetivo bajar los precios internos y es probable que lo consiga, lo que no implica que sea una buena política. Si se vuelca una cantidad significativa de producción al mercado local el precio bajará y se sumará un nuevo desincentivo a producir”, consideró.
“Esto ya lo vimos muchas veces y en muchos mercados. El trade off (disyuntiva) entre ‘cuidar la mesa de los argentinos’ en el corto plazo y desincentivar la producción (y complicar la misma mesa de los argentinos en el mediano plazo) debería ser muy fácilmente saldado, pero la búsqueda de un beneficio de corto plazo siempre parece pesar más”, dijo.
Por su parte, Martín Vauthier, economista de EcoGo, opinó: “En el muy corto plazo, puede generarse algún excedente de maíz en el mercado y puede atenuar los precios. En el mediano y largo plazo, si se sostiene una medida así, es una señal negativa para la siembra o la inversión en fertilizantes y tecnología que generen mayores rendimientos. Al ser medidas imprevisibles, eso genera un impacto sobre los incentivos y puede derivar en una caída en la oferta en los productos más afectados y generalizarse al resto de la economía como señal negativa”, apuntó.
En términos generales, los derechos de exportación es un medio que tiene el Estado para “arbitrar” las decisiones de venta y favorecer así que la producción se vuelque al mercado local o se exporte.
“Desde la teoría las retenciones impactan sobre el nivel de precio de mercado interno. Son lo que se llama bienes transables porque pueden ofrecerse en el mercado interno como externo. En el caso de commodities como el maíz, que tienen un precio internacional fijado, el productor va a tener que elegir si vender al mercado local o internacional exportando. Las exportaciones lo que hacen es reducir el precio que puede recibir en el exterior. Eso puede generar una baja de precios en el mercado local, pero no la inflación que es la variación de los precios”, dijo Vauthier.
En ese sentido, Moll aseguró que las retenciones “desacoplan el precio local del internacional”. “La búsqueda de que los argentinos paguemos la carne o el trigo más barato que el resto del mundo se salda con menos exportaciones. No por nada somos uno de los países más cerrados comercialmente en todo el mundo. Es sabido por todos que sin exportaciones no hay crecimiento, la prioridad debería ser esa, hoy por hoy no lo es”, concluyó.