Desde entonces, el aumento de precios registra un alza de 256.710.707.160.756.000%. Pese a semejante descontrol monetario, el titular de la UTA, Roberto Fernández, le aconseja al presidente electo, Alberto Fernández, “darle a la maquinita y después vemos”
Por Roberto Cachanosky
La inflación es un fenómeno monetario, pero la ex presidente del Banco Central de la República Argentina, Mercedes Marcó del Pont, sostuvo alegremente que hay que desdolarizar la economía.
Hay dirigente y economistas que todavía parecen no advertir que hace rato que la Argentina no tiene moneda propia y que la gente eligió el dólar como su reserva de valor e incluso para hacer transacciones. Dudo que alguien vaya a publicar a la venta su propiedad poniendo el precio en pesos y recibiendo esos pesos al momento de la escritura mientras la inflación del mes se ubica en la que en el mundo se registra en un año, y la del año la que se observa al cabo de décadas.
Utilizando la serie de precios al consumidor de Dos Siglos de Economía Argentina de la Fundación Norte y Sur que dirige el ex viceministro Orlando Ferreres, datos del Indec e inflación Congreso en el período que estuvo intervenido el organismo oficial de estadística y sus datos fueron distorsionados, pude reconstruir una serie del Índice de Precios al Consumidor para el período 1935-2018. El punto de partida no es arbitrario, sino que se fundamenta en que es el año en que fue creado el BCRA.
En esos 83 la inflación promedio anual fue del 53,3%, similar a la actual, lo que significa que acumulada fue del 256.710.707.160.756.000%, es decir 256,7 mil billones por ciento, más de 1,3 billones de veces la estimada por el Fondo Monetario Internacional para este año en Venezuela.
Aclaro que por redondeo del promedio anual no va a dar exacta la cuenta porque el promedio anual es de 53,34% y siguen los decimales. Para entender el número, si es que alguien puede entenderlo, la inflación acumulada entre 1935 y 2018 fue de 256.711 billones por ciento, redondeando el dato.
Imaginar este número en términos de inflación se hace complicado, pero es suficiente como para advertir que con semejante acumulación de aumento de los precios los argentinos no tenemos moneda.
Recordemos que desde que fue creado el BCRA se destruyeron: 1) el peso moneda nacional, 2) el peso ley 18.188. 3) el peso argentino, 4) el austral y 5) este que está agonizando. Un peso actual es igual a 10.000.000.000.000 de pesos moneda nacional, es decir, 10 billones de pesos moneda nacional.
Para tener una idea de comparación, en el mismo período, Estados Unidos tuvo una inflación promedio anual del 3,5%, o sea que la de la Argentina fue 15 veces más grande por año!, y la acumulada en esos 83 años fue del 1.732%; en Canadá fue similar, 1.740%; y en Irlanda 6.134%, según la serie de datos del Bank for International Settlements.
¿A qué se debe esta destrucción monetaria en la Argentina? En los 83 años que van desde 1935 a 2018 solo en 22 años hubo superávit fiscal financiero, en varios de ellos por estar en default. Es decir, solo en el 26,5% de los últimos 83 años hubo superávit fiscal y en déficit fiscal financiero el 73,5% del tiempo.
El déficit fiscal llevó a expansiones monetarias continuas para financiar el exceso de gasto público sobre los recursos tributarios y rentas de las reservas en divisas, pese al constante incremento de impuestos; del creciente endeudamiento interno; de las repetidas confiscaciones de depósitos; y de la deuda externa tomada para financiar el gasto y luego caer en cesación de pagos.
Lo que hay que entender es que Argentina agotó todos los mecanismos posibles de financiamiento del gasto público. El primero que agotó fue el de darle a la maquinita y después vemos.
La biblioteca alerta sobre las causas de inflación
Cualquiera que haya estudiado historia de la moneda, sabe que es una mercadería más que fue utilizada para facilitar las transacciones. En vez de hacer trueque, la gente empezó a hacer intercambio indirecto por el cual vendía sus bienes y servicios a cambio de esa mercancía llamada moneda.
Como moneda se usaron la sal, los clavos, el cobre, la pimienta y en los campos de prisioneros de guerra los cigarrillos. La condición básica para que una mercadería pueda ser utilizada como moneda es que sea ampliamente aceptada como medio de intercambio, unidad de cuenta (referente de los precios) y que sea reserva de valor.
Desde que en 1971, Richard Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar al oro, todas las monedas que circulan en el mundo son pedazos de papel que solo tienen como respaldo la confianza que la gente pueda tener en la dirigencia política del país emisor y de la calidad de las instituciones jurídicas, políticas y económicas de ese país.
No hace falta abundar en detalles para advertir que la gente no cree en el peso como moneda porque la calidad de la dirigencia política y de las instituciones jurídicas, políticas y económicas es tan mala que no sirven como respaldo de unos papeles impresos en la Casa de Moneda.
De manera que cuando a un dirigente sindical se le ocurre proponer “démosle a la maquinita y después vemos” no tiene idea de que el billete que sea mandando al mercado se va a destinar en proporciones crecientes a comprar dólares en el mercado marginal si hay control de cambios y/o a bienes que cubran contra la inflación., porque al peso no lo quiere nadie.
Y cuando alguien pretende desdolarizar la economía, lo que propone es obligar a la gente a consumir una mercadería que no quiere. En definitiva, el BCRA produce una mercadería llamada moneda que nadie quiere. Pretender imponerla es como pretender que alguien que produce una hamburguesa de mala calidad y nadie se la compra quiera obligar a la gente a consumirla. La gente se intoxica si tiene pesos cuando hay alta inflación, por eso pierde parte de la capacidad de compra de su salario.
En definitiva, nuestro problema es que tenemos un nivel de gasto público tan alto y de tan mala calidad que ya no hay mecanismos para financiarlo. Llegamos a tener una inflación de 256.711 billones por ciento porque la emisión monetaria fue uno de los mecanismos que más se utilizó para financiar ese gasto público creciente.
Como los políticos se niegan a enfrentar el problema del gasto público, salen con propuestas insólitas como decir, en plena caída de la demanda de moneda, “dale a la maquinita y después vemos” o hay que desdolarizar la economía. Cosas totalmente insólitas que muestran el grado de desesperación para tratar de seguir sosteniendo un gasto público que la gente no quiere pagar.
Hay que aceptarlo, el peso está muerto y a pesar de eso hay quienes dicen: dale a la maquinita que recién vamos por el 256.711 billones por ciento de inflación.