Habrá un fuerte aumento del gasto y de la emisión hasta las elecciones, al tiempo que el Central pierde las pocas reservas que le quedan. La crisis política aumentó el riesgo de una crisis financiera y cambiaria en el verano
La ofensiva de Cristina Kirchner contra el Gabinete terminó de una manera insólita. El presidente Alberto Fernández cambió varios ministerios, pero no tocó a los máximos responsables de llevar adelante la política económica. La vicepresidenta quedó envuelta en sus contradicciones. El principal argumento de su “enojo” por el pobre resultado electoral en las PASO fue la caída del salario real y el ajuste de las cuentas públicas en los primeros meses del 2021. Sin embargo, en la misma carta divulgada el jueves aclaró que no pedía la salida de Martín Guzmán y para que no quede ninguna aclaró que lo llamó personalmente para decírselo.
Si la culpa de la derrota fue el mal manejo económico, ¿no tendría que haber propuesto un recambio de ese ministerio? Claramente sí, pero no fue lo que sucedió. Es cierto que cayó el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pero siempre fue más bien un comentarista de las medidas adoptadas en materia económica que un funcionario encargado de diseñarlas.
Más allá de los enojos de la vicepresidenta, la realidad es que tampoco había un recambio potable en su propia tropa. En otras palabras, no hay banco de suplentes. Entre los pocos nombres mencionados para avanzar con un cambio de ministerio se llegó a mencionar a Fernanda Vallejos (algo totalmente inviable luego del incendiario audio que se divulgó públicamente) o Augusto Costa (funcionario de Axel Kicillof también caído en desgracia tras la derrota en la provincia de Buenos Aires).
Otra posibilidad era intentar una suerte de giro a la derecha con Martín Redrado. Pero el economista ya tuvo un fuerte enfrentamiento con Cristina cuando dirigió el Banco Central y la vicepresidente le hizo la cruz tras la publicación del libro “Sin reservas”, donde el Golden Boy cuenta con lujo de detalles el saqueo de las reservas que pergeñó la entonces Presidenta. Por eso, ella lo “bochó” de entrada cuando Alberto lo propuso para la cartera económica, igual que hizo con Guillermo Nielsen.
Guzmán quedó ratificado, pero no fortalecido. Como sucede en tiempos electorales tendrá que hacer equilibrio entre las urgencias de la política y la delicada situación financiera y cambiaria que atraviesa el país.
En el arranque de esta semana se irán desplegando medidas poco originales. Aumentos extraordinarios para jubilados, planes sociales, alivio impositivo para asalariados y más dinero para obra pública, además de un nuevo ajuste del salario mínimo. Hay un proyecto además en el Congreso para dar aumentos compulsivos a empleados del sector privado. Fue de hecho una de las primeras medidas adoptadas por Alberto Fernández ni bien ganó las elecciones a fines de 2019.
Más gasto, más déficit
El aumento del gasto ya estaba previsto por la mayoría de los economistas y elevará fuertemente el déficit fiscal hasta 4% del PBI este año. Aún así está por debajo del 4,5% que figuraba en el Presupuesto. Un cálculo del economista Fernando Marul estima que en este último cuatrimestre el Central le enviará al Tesoro un billón de pesos. De ese total ya giró casi $ 150.000 millones en lo que va de septiembre. Faltarían unos $ 850.000 millones más.
La decisión del Gobierno de apropiarse de la Derechos Especiales de Giro que el FMI giró al Central va en esa misma dirección. Le da espacio al Gobierno para gastar otros $ 420.000 millones por afuera del presupuesto en caso de requerirlo, sin necesidad de solicitar todavía más préstamos del Central. La cifra equivale a 1% del PBI.
De acá a fin de año, por lo tanto, la máquina del gasto estará encendida, mientras que las reservas seguirán cayendo. Ni siquiera ayudó la tregua tras la derrota del kirchnerismo en las PASO. Las internas palaciegas en el Gobierno alteraron a los inversores y el Central tuvo que salir a vender fuerte para evitar un salto del tipo de cambio. El viernes perdió USD 150 millones, una fortuna teniendo en cuenta el volumen exiguo que le quedan de reservas líquidas. Además, también intervino en el mercado de futuros de dólar.
El Central es un colador. No sólo tiene que intervenir fuerte en el mercado oficial, sino que además pierde reservas todos los días para que no se escape el tipo de cambio “contado con liquidación”, es decir que no se siga agrandando la brecha cambiaria.
Según una estimación del economista Gabriel Rubinstein, en lo que va de septiembre acumula una intervención de USD 18 millones diarios con ese fin, contra USD 16 millones del bimestre julio-agosto.
Panorama complejo
El panorama luce extremadamente complejo para fin de año. Se reedita aquel “plan bomba” que Cristina Kirchner le dejó a Mauricio Macri. Las similitudes son asombrosas: fuerte aumento del gasto previo a las elecciones del 2015 (reconocido por la propia Cristina en su libro “Sinceramente”), reservas internacionales diezmadas, ventas del Central en el mercado de dólar futuro, tipo de cambio oficial planchado artificialmente, elevado déficit fiscal, inflación arriba del 50% y tarifas públicas congeladas. Una economía verdaderamente atada con alambre.
Macri consiguió “zafar” de un estallido por la inmensa ola de confianza que generó entre los inversores ni bien asumió. Eso le permitió liberar el cepo cambiario sin un salto muy grande del dólar. Su pecado original fue no haber atacado de entrada el problema del déficit fiscal, que pasaría factura a partir de 2018.
A fin de año le tocará a Alberto desarmar esta verdadero “bomba” financiera y cambiaria que él mismo alienta para intentar achicar diferencias en las elecciones. Aunque los politólogos reconocen que será casi imposible dar vuelta la elección, algunos objetivos serían alcanzables: recuperar la provincia de Buenos Aires tras haber perdido por 4 puntos y ganar algunas provincias para no ceder el control del Senado, como La Pampa y Chubut.
La economía argentina se encamina así a vivir otro verano caliente. La mega emisión de pesos de estos meses podría generar un fuerte impacto en el tipo de cambio y en la inflación, que terminaría el año en torno a 40%. Al mismo tiempo, la escasez de reservas también impone un límite a la capacidad del Central de defender un tipo de cambio, que mes a mes se sigue atrasando.
La incógnita es a qué se podrá aferrar el Presidente para encarrilar la economía y evitar un estallido. Los interrogantes son enormes. El principal es cómo quedará el equilibrio de poder tras las elecciones del 14 de noviembre. Hasta qué punto avanzará más el kirchnerismo duro y cómo será la relación con Cristina.
Un acuerdo con el FMI para “anclar expectativas” es inevitable, aunque la reciente crisis política sumará dudas sobre su contenido, más allá de la extensión de los plazos para el repago de la millonaria deuda. Por lo pronto, el jueves próximo se cancelarán casi USD 2.000 millones que vencen con el organismo con dólares de las reservas.
Además, habrá que sincerar el tipo de cambio oficial y salir del congelamiento de tarifas, en definitiva avanzar hacia un ajuste de las cuentas como suele suceder en años pares (no electorales).
Pero el principal desafío de Alberto no pasa sólo por el control de las variables financieras y monetarias, sino por reencauzar expectativas, algo sumamente difícil para un Gobierno debilitado por las internas y por un pobre resultado electoral.