Promete el Gobierno para después de las elecciones encarar una profunda reforma impositiva y laboral en la Argentina, que permita alentar inversiones y aumentar el empleo.
Lo que parece más avanzado a esta altura según se deja trascender en despachos oficiales es la certeza de que habrá un amplio y generoso blanqueo laboral, mucho más transversal y generalizado que la acotada regularización impositiva que se lanzó al principio de la gestión Macri. Será sencillo: borrón y cuenta nueva para los trabajadores en negro a los que se les va a respetar la verdadera antigüedad que tienen y también, en las mismas condiciones, regularización de los que están asalariados pero con una parte del sueldo en negro y la otra en blanco. Se discute si alentar un gran blanqueo a costo cero para los empleadores, o si establecer una multa no demasiada elevada para compensar el costo fiscal que toda la movida significa. Si a los trabajadores se les va a reconocer la antigüedad, también habrá que hacerse cargo de los aportes a las obras sociales y sobre todo al sistema jubilatorio.
También se trabaja para reducir las cargas sociales en los salarios de base de los convenios colectivos, de modo de alentar la toma de nuevos trabajadores, que suelen incorporarse con los sueldos más bajos del escalafón. Se promoverá la capacitación y las pasantías laborales para los alumnos de los últimos dos años de las escuelas secundarias y se continuará trabajando en modernizar y actualizar los convenios colectivos con el modelo que se utilizó para los petroleros en Vaca Muerta, la industria láctea o el sector automotor. Se afirma en el oficialismo que están muy avanzadas las conversaciones con la dirigencia sindical del peronismo. «No queremos promover una ley Mucchi contra los sindicatos», explican en el Ministerio de Trabajo. «Garantizamos el modelo sindical pero hay que modernizarse», parece la consigna de la gestión que viene después de octubre.
En materia impositiva, no se sabe mucho más de lo que ya ha trascendido. Que todo será muy gradual, que se buscará una reforma neutra para no profundizar el déficit y que se la idea central es tratar de bajar la presión impositiva contra las empresas que inviertan y den empleo, y subir la carga a las personas según sus ingresos, incluyendo las ganancias de capital en las operaciones financieras. También canjearle a las provincias un impuesto a las ventas contra la eliminación del pesado gravamen a los ingresos brutos, que termina gravando en cascada a toda la cadena de valor en la economía.
A propósito de los jubilados y el déficit, se le acercó al Presidente en las últimas horas una idea para tratar de resolver el problema del rojo crónico del PAMI. Que las obras sociales sindicales sigan atendiendo a los trabajadores afiliados que se jubilan, recibiendo los fondos que ya no irían a la obra social de los jubilados y quedarían en los sistemas que administran los gremios. Nada podría ser más ineficiente que el PAMI. El problema, se sabe, es que nadie quiere hacerse cargo de la salud de las personas, cuando están comienzan a enfermarse. Los sindicatos no rechazan la idea, siempre que haya una compensación.
Si algo entusiasma hoy al mundo económico es verificar que las máximas autoridades, empezando por el Presidente de la República, conocen perfectamente la agenda que se necesita encarar después de octubre. Saben los hombres que gobiernan, por formación y experiencia, que no hay chance de salida para el país con este nivel de presión impositiva sobre los que trabajan, producen y consumen. Mucho menos con los actuales costos laborales no salariales y logísticos que suman el doble de los que se pagan en países vecinos. En el fondo, todos coinciden en que resulta inviable financiar el actual tamaño del Estado a todos los niveles, especialmente las obligaciones previsionales, una cuenta que luce cada vez más impagable para los contribuyentes.
De allí que se formulen como tan cruciales los resultados electorales para el futuro económico. No se trata sólo de la reaparición de Cristina Kirchner. El problema viene de antes: cómo hacer para que la Argentina sea atractiva para invertir. Cómo lograr rentabilidad para los inversores con el coctel complejo de atraso cambiario y récord de presión impositiva por el gigantismo estatal. Argentina es cara en dólares para entrar, es cara para producir, y luego te funde el Estado y los sindicatos con los impuestos y los costos laborales extra salario. Y todo indica que seguirá el problema del atraso cambiario, porque seguirá financiándose el déficit con ingreso de dólares desde el exterior. Lógicamente un fortalecimiento político de la ex Presidenta y lo que ella representa en términos de ideas económicas viene a complicar todavía más el panorama.
Que se necesita una reforma económica de fondo nadie lo duda. El problema es qué profundidad tendrán esas iniciativas que se prometen, en un Gobierno que hasta ahora apostó y dice que seguirá apostando al gradualismo. Al mismo tiempo, es determinante saber con qué plácet político se encontrará Mauricio Macri después de las elecciones para avanzar con los proyectos en el Congreso.
Los analistas más serios coinciden en que aún con el riesgo Cristina en la provincia de Buenos Aires, el oficialismo aumentaría a unos 100 legisladores su bloque propio en Diputados y a unos 15 senadores en la Cámara Alta. En todos los casos, sobre todo en Diputados, estará más cerca que hoy del quórum y de lograr mayorías. Claro que siempre con la obligación de negociar con el bloque de Sergio Massa y/o el peronismo no K, cuya influencia seguirá pesando. Aunque cuidado porque algunos analistas apuntan a que ningún dirigente peronista hará buenas elecciones en octubre (Schiaretti podría perder en Córdoba), con lo cual la influencia de Cristina pesaría más de lo que hoy se calcula a la hora de organizar la oposición al Gobierno. Mala noticia para Miguel Ángel Pichetto, que tendrá que batallar para que el cristinismo no le trabe los acuerdos en el Senado.
La resurrección de Cristina no es un dato menor en el mundo político y sindical: «Si Macri no pudo bajar el déficit ni achicar el Estado con Cristina casi en cana, vos crees que va a poder ahora con ella en el Senado», se preguntaba estas horas un dirigente empresario muy crítico y desilusionado con la gestión oficial.
Lo más probable es que todo dependa del bolsillo. Si la economía mejora y el año próximo las perspectivas de Macri 2019 crecen, la influencia de Cristina irá decayendo en el peronismo. Al contrario, si las penurias económicas no se superan o se agravan, serán menos los opositores dispuestos a ayudar a la Casa Rosada.