La divisa concluyó a $36,98 al público, tras haber alcanzado un récord en septiembre. La baja mensual fue mayor que las registradas en 2002 y 2003
La estrategia implementada por el Banco Central para ponerle freno a la estampida cambiaria dio resultado en el mes de octubre. Bajo la conducción de Guido Sandleris, la autoridad monetaria implementó un sistema de control de la Base Monetaria, con el objetivo de mantener en cero la emisión de pesos hasta junio de 2019, y un rango de flotación para el dólar establecido por bandas que evolucionarán a una tasa de 3% mensual, dentro de la cual no habrá intervención oficial.
El BCRA impulsó también las licitaciones de Letras de Liquidez (LELIQ), exclusivas para bancos, con tasas hoy en el 68% y que llegaron al 74% anual en pesos, que pueden integrar encajes. Es un pasivo remunerado que el BCRA asume para reducir la demanda de divisas de las entidades financieras.
En octubre el precio del dólar recortó un 12%, después de haber concluido septiembre en un precio récord de $41,87 para la venta minorista en promedio, y $41,25 mayorista. Esta caída del precio de la divisa, que finalizó el décimo mes del año en $36,98 minorista (-11,7%) y $35,95 mayorista (-12,8%), es la más pronunciada para este período en el mercado oficial.
El derrumbe del dólar es el más amplio en la comparación histórica, pues superó la caída mensual de 10,3%, entre el 23 de diciembre de 2002 y el 22 de enero de 2003 (de 3,46 a 3,105 pesos) y la de 10,2%, entre el 28 de febrero y el 27 de marzo de 2003 (de 3,20 a 2,875 pesos).
Durante la presidencia de Eduardo Duhalde, cuando el país atravesaba la crisis económica más grande de las que se tenga registro, los analistas financieros hablaban de «overshooting», es decir, una «sobrerreacción» del tipo de cambio, que después de haber sondeado los 4 pesos a fines de junio de 2002 se estabilizó en un rango inferior al récord, pero mucho más alto que los valores anteriores –el «uno a uno» de la Convertibilidad-.
A fuerza de tasas exorbitantes, mayores encajes para los bancos y el auxilio financiero del FMI, podría hablarse de un incipiente «overshooting» en el último mes, pues no se debe perder de vista que el dólar trepa un 95,5% en 2018, más del doble que la inflación acumulada entre enero y octubre, en torno al 40 por ciento.
Solo en la plaza informal se observaron bajas temporales de mayor magnitud que la actual, cuando rigió el control de cambios que estableció el gobierno de Cristina Kirchner entre el 31 de octubre de 2011 y el 16 de diciembre de 2015.
En aquel mercado paralelo de escaso volumen y mucha volatilidad, la divisa «blue» perdió 18% entre el 8 de mayo y el 8 de junio de 2013 (de $10,45 a $8,57). Entre el 10 de octubre y el 10 de noviembre de 2014 la baja fue de 15,4% (de $14,95 a $12,65), mientras que en febrero de 2014 el descenso fue de 13,1% (de $12,95 a $11,25).
Cuando se eliminó el «cepo» cambiario el 17 de diciembre de 2015, con Alfonso Prat-Gay como ministro de Economía y Federico Sturzenegger como presidente del BCRA, el dólar formal cerró a $13,28 en el promedio minorista, con una caída de 9,9% mensual respecto de los $14,75 que se pagó el dólar «blue» el 17 de noviembre de aquel año.
EL COSTO DE FRENAR AL DÓLAR
La política monetaria «dura», con tasas reales altas, tiene un costo importante para el BCRA, que afronta semana a semana crecientes vencimientos de LELIQ, cuyo stock se acerca a los $600.000 millones, casi la mitad de la Base Monetaria (moneda circulante, cheques cancelatorios y depósitos de cuenta corriente).
Aunque se trata de instrumentos muy diferentes, hay que recordar que la corrida cambiaria, a partir del 25 de abril pasado, se suscitó luego de que otro pasivo remunerado del BCRA, las Letras LEBAC, superó el billón de pesos, un stock mayor que el de la propia Base Monetaria.
El declive del precio del dólar, que en la cotización mayorista ya sondea el límite inferior de la banda de intervención fijada por el BCRA (hoy en $34,99), permitiría una reducción del costo del dinero –que profundiza la recesión- e incentivar la demanda de divisas, para que la competitividad cambiaria no pierda terreno y, a la vez, evitar la inyección de pesos que implica para la entidad la compra de dólares para sostener una cotización.
«Creemos que el orden de prioridades monetarias del BCRA es: equilibrar el mercado de tipo de cambio, contener el stock de LELIQ, desacelerar la inflación a través de altas tasas, y por último la actividad», resumió un reporte de Max Valores SA.
«Una caída en las tasas de interés que traiga equilibrio al mercado de divisas es un primer paso necesario para que la política monetaria tenga éxito», agregó.
Para el Grupo SBS, «la política monetaria comienza a anclar las variables nominalesal tiempo que emergen los costos de la volatilidad reciente, reforzando las dudas alrededor de la capacidad del Gobierno de sostener su estrategia de estabilización. En este entorno, seguimos recomendando un enfoque prudente a la espera de señales más contundentes de estabilidad».