La diferencia de precios entre bonos regidos por los tribunales de Nueva York y aquellos protegidos por las cortes locales se disparó. Eso hizo que parte de los títulos de deuda cayeran a precios de oferta
Los operadores del mercado financiero argentino están acostumbrados a hacer negocios en momentos de convulsión. Paradójicamente, la presencia de controles cada vez más férreos puede impedir el crecimiento del mercado o la realización de transacciones tradicionales -como una simple operación cambiaria-, pero al mismo tiempo genera todo tipo de oportunidades impensadas. Desde el mes pasado, y luego de la disparada del dólar libre, por ejemplo, tienen ante sus manos una oferta inédita de títulos soberanos baratos. Un verdadero Hot Sale de bonos.
La oportunidad surgió poco antes de que el dólar libre tocara los $497 para la venta. Más precisamente a mediados del mes pasado, cuando con el frente cambiario ya enrarecido se supo en el mercado que la Anses -o más precisamente el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) del organismo- usaría toda su artillería para intentar calmar a los dólares financieros.
La intención oficial se conocía de antes. En marzo el ministro de Economía Sergio Massa había anunciado su intención de canjear toda la deuda en dólares del sector público para tener a mano los bonos del FGS y usarlos para mantener a raya al dólar contado con liquidación.
Aunque el canje ya tiene el visto bueno de la UBA hasta ahora no llegó a concretarse, pero los bonos de la Anses salieron a la cancha de todas formas a mediados de abril.
El efecto fue inmediato. La Anses interviene en las cotizaciones de bonos que se usan para operaciones de dólar contado con liquidación y dólar MEP. Son dos los bonos que cargan sobre sus hombros la mayor parte de ese mercado. Uno es el Global 2030 (GD30) -un bono corto regido por las cortes de Nueva York- y el otro es el Bonar 2030 (AL30), idéntico al anterior pero protegido por la ley local.
El FGS de Anses tiene en sus manos, más que nada, títulos Bonar 30. De ahí que prefiera que el partido se juegue más en la cotización del Bonar 2030, ya que con mayor volumen de esos papeles en sus manos puede tener más influencia que en la cotización del Global 2030. Y es por eso que la Comisión Nacional de Valores (CNV) entorpeció las operaciones con los bonos “globales” y las facilitó con bonos “bonares” el mes pasado.
Con la intervención oficial destinada a contener a los dólares financieros volcada a las operaciones con Bonar 2030, entonces, lo que pasó de inmediato es que el precio de ese bono bajó considerablemente. De hecho, bajó hasta a alejarse a una distancia pocas veces vista. Esa distancia entre dos bonos idénticos, pero diferenciados por la legislación por la que se rigen, se llama spread en la jerga de la City. Y ese spread se disparó.
“El spread del 10% saltó al 32% cuando el gobierno avisó que FGS iba a vender Bonar 2030″, marcó un operador de renta fija.
El río revuelto resultó particularmente interesante para los operadores e inversores que contaban con bonos Globales 2030. Porque, ahora, tenían en sus carteras papeles que se podrían cambiar por otros similares, pero a un precio de descuento. Dicho de otra forma, con un bono global pasaron a poder comprar 1,3 “bonares”.
La pregunta antes de decidir semejante operación es la conveniencia. Es normal que los bonos regidos por la Ley de Nueva York sean algo más caros que los protegidos por los tribunales argentinos. En general, los inversores suelen sentirse mejor respaldados por el juzgado que supo presidir Thomas Griesa que por el poder judicial local. Pero, ¿cuánto vale esa protección?
Muchos operadores parecen considerar que esa protección vale mucho menos que el 30 por ciento. Y que, en consecuencia, hay una ganancia para hacer.
“El tenedor de un GD30 dispuesto a vender su legislación y pasar al AL30 (misma estructura financiera, pero ley local), obtiene una ganancia de nominales de 30,4% en su posición. Para nosotros, y en especial en un país en donde no hubo discriminación de legislación en sus dos últimos ejercicios de restructuración, nos parece exagerado este nivel de spread”, resumió el informe diario de Portfolio Personal Inversiones (PPI).
¿Cuál es la ganancia para hacer? Es difícil de precisar, pero aún así aparece como imposible de resistir. Y eso es porque no se toma más riesgo, pero si se accede a mejores resultados potenciales.
Suponiendo el escenario más probable, ante una normalización de las operaciones en el mercado de bonos, el spread debería volver a rondar el 10 por ciento. Con todo el resto de las variables estables, eso sería un 20% de ganancia potencial para los bonos ley local.
Un escenario de inversión de más largo plazo es el de esperar al vencimiento de esos bonos, que pagan lo mismo en las mismas fechas, de aquí a 2030. En ese caso, el inversor terminaría recibiendo 1,3 dólares por cada dólar que recibiría en caso de quedarse con sus bonos globales.
Como objeción, se puede decir que los bonos argentinos son riesgosos. Y es cierto. Pero es un trade para inversores que ya invirtieron en bonos. Así que, aún en caso de una nueva reestructuración -un escenario en el que, una vez más, la Argentina no pudo hacer frente a sus deudas- el tenedor de los papeles se encontraría con un valor nominal mucho mayor para exigir sin haber invertido un dólar más. Es decir, los riesgos son los mismos pero la potencial ganancia es mayor.
“En nuestra opinión, (el crecimiento del spread) es algo que lo exacerbó la intervención de los organismos públicos, pero que, si alguna buena noticia permite suavizar dicha estrategia, el spread debería comprimirse notablemente. El promedio de este spread desde que ambos títulos fueron emitidos en septiembre de 2020 fue de 10,3%”, concluyó PPI.