En lo que el Gobierno confía será la cima de la montaña antes de emprender el descenso, el Indec dará a conocer este miércoles el dato inflacionario de septiembre. La expectativa sobre el dato en si mismo es alta, y desde el sector privado se maneja un margen de entre el 5 y 7 por ciento.
De concretarse incluso la estimación más baja, el dato sería el aumento de precios más fuerte este año. Principalmente por la combinación del salto devaluatorio a fines de agosto, múltiples incrementos en naftas y gasoil, y un efecto arrastre considerable de los meses anteriores. Septiembre representa un capítulo particular este año.
En el último reporte de Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), las consultoras privadas en promedio proyectaban que la inflación durante septiembre fuera 5,9%. Sin embargo, el dato es un resultado de una suma de factores considerada poco común y las expectativas reflejaban una desaceleración importante para los siguientes meses: bajando a 4% en octubre, 3% en noviembre y 2,7% en diciembre.
Los economistas vienen advirtiendo una degradación de la transferencia a precios de los episodios devaluatorios más fuertes que se vivieron entre mayo y agosto. Esto se debe, explican, a que el consumo minorista ya de por si se encontraba en niveles bajos y por lo tanto las empresas no podían pasar en su totalidad la suba de costos que implicaba un tipo de cambio más alto. Por lo tanto, la transferencia de cada episodio particular se hace «en cuotas» y por eso tiende a tener mayor duración.
Al último dato disponible, de agosto, el Indec lleva registrado en el acumulado anual una suba de precios generales del 24,3%. Mientras que en la comparación interanual la inflación ya es del 34,4%. El tramo inflacionario que aún queda por delante es importante, como se puede ver en el REM más reciente, donde las consultoras proyectan que para fin de año la inflación será del 44,8%.
La pelea contra la inflación es uno de los frentes más complicado para el Gobierno, que desde diciembre pasado viene redefiniendo las metas de aumentos de precios, llegando al punto de tener que descartar completamente un esquema de metas de inflación y pasando a uno de agregados monetarios en el nuevo programa acordado con el Fondo Monetario Internacional.