Wladimir Werning, vicepresidente del BCRA, aseguró la baja de la inflación frente a inversores en Nueva York. La salida del cepo tiene como condición la convergencia con la tasa de devaluación a niveles cercanos a 0%, según Milei. Economistas encuentran dificultades en este objetivo
El dato de inflación núcleo es el mismo desde hace dos meses. Luego de la baja de abril a mayo –6,3% a 3,7%-, en junio se repitió el dato. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) aseguró en Wall Street que en julio la suerte cambiará y el dato será cercano a 3%, en línea con la baja del IPC general. ¿Es compatible esta proyección con alcanzar el objetivo del 2%?
La segunda fase del programa económico empezó y tiene nombre: “Establecimiento de un programa monetario ortodoxo”. Así está plasmado en una presentación que Wladimir Werning, vicepresidente del BCRA. El plan contempla objetivos como emisión cero, recompra de puts y traslado de deuda del BCRA al Tesoro.
Previo a esta etapa, el Gobierno inició un marcado proceso de desaceleración de la inflación, luego de alcanzar un 25,5% y un 28,3% de IPC núcleo. El documento resalta que la baja en la velocidad de los precios se debió a una política de ajuste fiscal, tipo de cambio, ancla cambiaria y recortes en la tasa de interés, llevándola a terreno negativo.
De acuerdo al último dato del INDEC, no solo la tendencia a la baja de la inflación quedó interrumpida al pasar de 4,2% a 4,6%, sino que el IPC núcleo marca 3,7% por segundo mes consecutivo.
Werning sostuvo frente a inversores en Wall Street, que este último indicador -que excluye de la medición los rubros estacionales y regulados- bajará en julio al 3,2% y la inflación general al 3,7%.
Lo que no está explicitado en el informe es la nueva condición que el presidente Javier Milei entiende excluyente para eliminar las restricciones cambiarias: convergencia de la tasa de inflación y devaluación a niveles cercanos al 0%.
“Una vez que alcancemos una inflación en torno al 2% mensual, vamos a ir por una tasa de inflación del 1% mensual, y cuando la inflación haya desaparecido, cuando esté en niveles cercanos a cero, ahí vamos a tener que elegir si vamos a un esquema de devaluación cero. O sea, que sería tipo de cambio fijo o dejamos flotar”, explicó días atrás el mandatario en su alocución en la Bolsa de Comercio.
La estimación que Werning presentó al sector privado para julio responde a las políticas de desinflación que resalta el Gobierno, pero también a la postergación de tarifas energéticas -luz y gas-, suba parcial del impuesto a los combustibles y el congelamiento del pasaje de colectivo en el AMBA.
Ese panorama deriva en el interrogante respecto a la sostenibilidad del camino que reduce la inflación desde diciembre, interrumpido en junio.
“Es una buena señal que pueda bajar de 4%”, indica el titular de la consultora EPyCA, Martín Kalos. Sin embargo, entiende que el proceso “tiende a amesetarse”, producto de varios factores.
En primer lugar, el economista señala a la inercia inflacionaria como un obstáculo clave, ya que Argentina desde hace dos años se encuentra bajo un régimen de alta inflación. “Esto significa que los comportamientos de las personas y de las empresas se adaptaron a estos números de inflación altos, actualizando contratos y precios de manera más frecuente”, explica Kalos.
A su vez, la incertidumbre cambiaria se monta sobre la inercia inflacionaria, complejizando el panorama. “No hay claridad en la política cambiaria del Gobierno, hay medidas para intentar contener la brecha pero no hay una mirada de mediano y largo plazo”, advierte el economista y entiende que esas dudas “tengan impacto en la suba del dólar, reflejándose en precios”.
En paralelo, la postergación de aumentos en las tarifas de servicios públicos atentan contra la corrección de precios relativos y la actualización de los salarios, jubilaciones y planes sociales aparece como deuda pendiente para reactivar de forma generalizada y sostenida el consumo.
Agustín D’Attellis, ex director del BCRA, asegura que el IPC de mayo “fue un piso”, mientras que en julio “vamos a ver un indicador más alto” porque “los datos de alta frecuencia reflejan casi 4% en alimentos y otras mediciones”. Al mismo tiempo, entiende que el Gobierno no resistirá la presión devaluatoria del mercado y se verá obligado a generar un ajuste en el tipo de cambio.
El funcionario de la gestión anterior considera que “el problema de fondo que tiene la economía es la falta de dólares” y eso mismo podría hacer que la intervención en la brecha tenga efecto en el corto plazo, pero la tendencia de fondo “seguirá siendo la misma”, con riesgo de traslado a precios.
De todos modos, Werning reconoce en el documento que hay precios relativos que merecen una segunda corrección, pero focaliza las expectativas de desinflación en la segunda etapa, en la política monetaria.
¿El Gobierno apuesta por la reactivación económica? Según el documento, la estrategia reposa sobre el sector privado y una mayor demanda del crédito, producto de la desaceleración inflacionaria. La idea es remonetizar la economía con una base monetaria equivalente al 9% del PBI.
En ese sentido, Kevin Castillo, economista de observatorio OPEN, señala que los últimos anuncios en relación a la política monetaria van en la búsqueda de «pulverizar» la inflación, pero al mismo tiempo “son un ancla de magnitud para la actividad”. “Es difícil pensar en un escenario en donde la inflación baje y haya recuperación económica al mismo tiempo”, analiza el especialista.