La idea es que muchos formadores de precios no miran la política monetaria de Guido Sandleris. Mueven sus precios más seguido mirando el dólar futuro y las negociaciones paritarias
La inflación se aceleró en el primer trimestre de este año y se espera en niveles todavía apunta a un 3,5% en abril, mientras se revisan constantemente las expectativas inflacionarias, a pesar de la dura política monetaria que está llevando adelante el Banco Central.
Esto se debe, según los especialistas, a que las empresas ya no le creen al Central, sino que la suba de precios adquirió una dinámica propia: las empresas no remarcan mirando las altas tasas, hoy en un 66,81%, sino sus propios costos mirando el dólar futuro y la proyección salarial.
«La dinámica de precios internos tiene vida propia, y no sigue el programa monetario del BCRA, porque los agentes miran para otro lado», dijo Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo, a Infobae. «Para las empresas no es inocuo aumentar los precios, porque caen las ventas, pero ven dos señales contradictorias».
Según explicó, las empresas ven que el BCRA aplicando una política de altas tasas de interés y muy contractiva, pero observan que el Tesoro afirma que el salario le ganará a la inflación este año. Y al gobierno de María Eugenia Vidal recomponiendo la capacidad de compra perdida de los salarios en la paritaria testigo, de los docentes, y ajustándola por inflación hacia adelante.
«Las empresas no miran al BCRA, no le creen al BCRA, sino que ajustan los precios cada vez más rápido por una dinámica de costos que incluye cada vez más la espiralización del dólar futuro», había expuesto Dal Poggetto.
Según indicó, las expectativas de inflación se están ajustando a las expectativas del dólar. Y existe «una indexación contractual creciente en la economía», lo que significa que los precios ajustan cada vez más seguido.
De hecho, las expectativas de inflación suben continuamente: el relevamiento entre bancos y consultoras del Central trepó al 36% para este año y entre la gente, saltaron al 40% para los próximos doce meses en el que realizó la Universidad Di Tella el mes pasado.
«Esta aceleración reciente de la inflación y expectativas que siguen revisándose sistemáticamente al alza ponen de manifiesto la enorme dificultad que enfrenta el Gobierno para encauzar un proceso de desinflación», coincidió un informe del Estudio Broda, que prevé 38,5% este año. «El problema central es que en el corto plazo la inflación depende muy poco de la rígida política monetaria puesta en marcha».
Broda entiende que la inflación hoy depende del ajuste de tarifas, de la indexación de los contratos (alquileres, salarios, etc.), del remanente pass through a precios de la devaluación de 2018 y de la remarcación de precios por parte de los empresarios que buscan evitar que se reduzcan aún más sus márgenes de rentabilidad.
«En el corto plazo, la dureza monetaria resulta ineficaz para bajar la tasa de inflación. La microeconomía inflacionaria es la que «manda», pese al fuerte ajuste macro-monetario», advirtió Broda en su informe.
Y alertó que el riesgo es que los altos índices de estos meses alimenten aún más las expectativas de devaluación e inflación: «También mayor será el riesgo de mayores ajustes salariales en paritarias (con cláusulas de ajuste más cortas), lo que retroalimentaría la inflación y las expectativas devaluatorias e inflacionarias».
Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella, coincidió con que «la política monetaria es insuficiente para bajar esta inflación inercial es evidente» y sugirió «un acuerdo de precios y salarios en el marco de un programa nominalmente consistente».
«Es similar a coordinar expectativas en base a una meta de inflación, pero en vez de limitar loas instrumentos al uso de la tasa de interés para asegurar que la meta sea creíble, la coordinación se hace al inicio directamente con los actores (sindicatos, empresarios, el Estado como fijador de precios de servicios regulados y gran empleador) para reducir rápidamente la inercia», dijo Levy Yeyati. «Esta política suele criticarse por los fracasos de los 80, pero estos fracasos se debieron en gran medida a los déficits fiscales crónicos heredados de la crisis de la deuda de principios de los 80″, explicó.
Levy Yeyati entiende que la relación entre base monetaria y precios suele ser débil, «por eso los bancos centrales no usan metas de base». Que el programa monetario presume que la tasa puede subir «todo lo que sea necesario», pero esto «en la práctica es inviable». Y que «el fracaso de las metas de inflación y la aceleración reciente restó credibilidad al banco central y dejó a la economía sin ancla y pendiente del dólar».
«Con un dólar volátil porque el Central no puede intervenir en la banda para evitar saltos bruscos, los precios empiezan a mirar más a los costos que a la demanda, lo que cancela el impacto de la política monetaria, y profundiza la estanflación, con empresas que, para no perder en la reposición, prefieren aumentar que vender», dijo Levy Yeyati.
Es esta falta de ancla que una política de ingresos podría intentar restituir.