Una imperdible nota sobre el origen y rol de los bancos centrales.
Originalmente, en las comunidades primitivas, donde la división del trabajo y por ende la especialización era incipiente, los intercambios se llevaban a cabo de modo directo (trueque). A medida que las transacciones se multiplicaron y los mercados se ampliaron, se fueron poniendo de manifiesto las dificultades que emanaban del trueque. Así, los individuos recurrieron al uso de mercancías como medio de intercambio indirecto (dinero). De este modo, las dificultades vinculadas a la indivisibilidad de los bienes y a la necesidad de la doble coincidencia, se desvanecían y el comercio se expandía. A tales fines se recurrió a las mercancías que los individuos les atribuían valor y, por tanto, eran de aceptación generalizada. A su vez, al utilizar estas mercancías también como dinero se les atribuía mayor valor aún. Así, un bien se convertía en un medio de intercambio indirecto, esto es dinero. De este modo se utilizan bienes y servicios para comprar dinero (el medio de cambio indirecto), para luego vender ese dinero a cambio de otros bienes y servicios.
En este proceso de selección en el mercado surgieron el oro y la plata como dinero-mercancía que, en última instancia, desplazaron al resto. El paulatino desplazamiento de otras monedas se debió a que los sujetos actuantes en el mercado atribuían mayor valor monetario al oro y la plata respecto del resto de las mercancías, a causa de su fraccionabilidad, homogeneidad y durabilidad. Además del valor monetario también le atribuían mayor valor para usos no monetarios. En general, el oro era adoptado para transacciones mayores y la plata para transacciones menores, dando como resultado un régimen monetario bimetálico.
La aparición de la moneda fue una gran bendición para la raza humana. Careciendo de moneda no podía haber una verdadera especialización, no podía avanzar la economía más allá de un simple nivel primitivo. Gracias a la moneda, puede formarse una elaborada estructura de producción, en la que cooperan la tierra, los servicios laborales y los bienes de capital para promover la producción de cada una de sus etapas, recibiendo cada factor de la producción su correspondiente pago en dinero. El establecimiento de la moneda proporciona otro gran, beneficio. Ya que todo intercambio se efectúa por dinero, todas las relaciones de intercambio se expresan en dinero y la gente puede así comparar el valor de mercado de cada uno de los bienes con el de los demás. A su vez, estas relaciones de intercambio son los precios, y la mercadería moneda sirve de común denominador para todos los precios haciendo posible el cálculo económico.
A medida que el comercio avanzaba, para evitar la incomodidad y los riesgos de transportar metálicos, algunos comerciantes instalaron casas de depósitos a los efectos de brindar el servicio de colocar allí sus monedas. Contra dicho depósito el depositario libraba un recibo por el monto correspondiente. Dicho recibo primero fue nominativo, transfiriéndose por vía de endoso y, finalmente, se extendió al portador. El depositario cobraba comisiones por el dicho servicio, sobre la base de distintos arreglos contractuales. Estas casas de depósitos luego se conocieron como bancos y los recibos se denominaron billetes bancarios.
Más tarde, los gobiernos establecieron oficialmente el patrón oro y eliminaron la posibilidad de la acuñación privada, tal como ocurrió en 1445 en la Primera Conferencia de Génova. Así, el monopolio de la acuñación sentó las bases para que se produjeran recortes oficiales en las monedas, al tiempo que se decretaba el curso forzoso de las mismas, lo cual, significaba una sustracción de recursos a los ciudadanos y la desarticulación de los precios relativos.
Generalmente, después de establecido el monopolio de la acuñación y el curso forzoso los gobiernos impusieron el monopolio de la convertibilidad. Esto último significaba la instalación de organismos estatales de conversión con la función de aceptar depósitos en metálico y emitir contra ello los recibos correspondientes.
Una vez que los gobiernos tuvieron el monopolio de la acuñación y la convertibilidad, en un contexto de curso forzoso, apareció la posibilidad de que los gobiernos emitieran recibos sin el correspondiente metálico, a los efectos de financiar el gasto público, evitando la necesidad de recurrir a impuestos propiamente dichos. Cuando esta política trascendía, el público tendía a convertir sus recibos para obtener el metálico, lo cual significaba una corrida contra las instituciones oficiales de conversión. Para eludir dichas corridas bancarias el gobierno procedía a suspender transitoriamente la convertibilidad. Luego de sucesivos períodos de cierres transitorios en la convertibilidad, finalmente los gobiernos decretaban el cierre definitivo de la convertibilidad. Si el curso forzoso es mantenido, la clausura de las instituciones de conversión inexorablemente conduce a la aparición de la autoridad monetaria. Por lo tanto, una vez clausurada la conversión y manteniendo el curso forzoso, la autoridad monetaria debía establecer la cantidad de moneda y, de esta manera influía en el poder adquisitivo de la misma. Por lo tanto, el origen de los Bancos Centrales es una estafa contra aquellos que depositaron bienes tangibles a cambio de unos papeles que prometían un repago que luego fue repudiado. El mecanismo de conversión desapareció, pero el comportamiento estafador, bajo el formato de dinero fiduciario, persiste y la manifestación de ello es la inflación.