La cotización de la divisa en pesos, y en particular la brecha con la paridad oficial para el comercio exterior es un signo del grado de confianza de los agentes económicos
Por Roberto Cachanosky
Luego de llegar a un pico de $195 sobre el cierre de en octubre el dólar blue bajó fuertemente gracias a las intervenciones indirectas del Gobierno, a niveles de $146, pero en las últimas dos jornadas volvió a subir, ayer cerró a $151. Lo cierto es que nadie cree que la gente haya tenido un ataque de confianza en el peso que la llevó a desprenderse de dólares y abrazar a la moneda nacional como reserva de valor.
Con el déficit fiscal actual, la tasa de inflación que claramente tiende a subir a pesar de que se mantienen “pisadas” las tarifas de los servicios públicos, y los precios controlados, diferente va a ser la historia cuando esas variables empiecen a moverse.
En valores constantes, ajustado por la tasa de inflación, a precios de octubre 2020 el tipo de cambio libre se ubicaba en niveles cercanos a los registrados durante la hiperinflación de 1990, antes de que se estableciera la Ley de Convertibilidad fija de un peso igual a un dólar.
El Tesoro, que había anunciado que no se iba a financiar el rojo de las finanzas públicas con emisión monetaria en el último bimestre del año, recibió en noviembre el BCRA $150.000 millones en concepto de “transferencias de utilidades” y en los primeros días de diciembre ya obtuvo por esa vía otros $100.000 millones.
Así, en lo que va del año, la base monetaria creció 32% pero no hubo un estallido inflacionario, al menos por ahora, porque el BCRA sigue colocando instrumentos de regulación monetaria, como las Leliq y Pases, los cuales aumentaron en ese período en $1,4 billones, un 120%. Y cualquier economista sabe que esa deuda es impagable porque el Central no genera ingresos como para financiar el pago del principal y los intereses que van corriendo.
En otras palabras, si bien la principal fuente de financiamiento del déficit fiscal es la emisión monetaria, esa expansión de dinero se transforma en deuda del BCRA para quitar liquidez del mercado y evitar un gran impacto inflacionario inmediato, pero siempre a costa de aumentar una deuda impagable, y postergar el desenlace. Le pasó lo mismo a Cambiemos con las Lebac hasta que en abril del 2018 el mercado dijo basta.
El gráfico muestra la evolución del dólar blue a valores constantes, con un punto más alto en la hiperinflación en el último tramo del gobierno de Raúl Alfonsín, con un índice base 1 en diciembre de 2001, toca 6,43 puntos a mediados de 1989, luego una baja de corto recorrido vuelve a rebotar en el pico inflacionario de 1990 con un índice de 5,12 y en octubre último volvió a marcar otro valor extremo de 4,35 unidades.
En el gráfico Mariano Fernández agrega el tipo de cambio oficial a partir del primer cepo cambiario en octubre de 2011 ni bien ganó las elecciones Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué refleja el gráfico? Que el nivel de desconfianza en el peso es similar a la que había en los períodos de ambas hiperinflaciones porque el dólar blue está en niveles cercanos, al menos, al del segundo salto inflacionario en 1990. De ahí que se puede concluir que la baja de las últimas semanas tiene pies de barro y está sostenida con artificios que, más temprano o tarde, dejarán de tener efecto y podrá volverse imparable.
En forma coincidente con el gráfico anterior, la brecha cambiaria a noviembre estaba en niveles cercanos a la que había en la segunda hiperinflación. Y dado que no hay un plan económico que genere algún tipo de confianza y políticamente tampoco se percibe un escenario confortable, porque los agentes económicos perciben divisiones entre los grupos antagónicos dentro de la coalición gobernante, se hace muy difícil imaginar un ataque de confianza en el peso.
Vale la pena recordar que en cada oportunidad que se disparó la brecha cambiaria, cuando se redujo no fue porque la cotización en el mercado libre bajó hasta los niveles del oficial sino que, por el contrario, se produjo el deslizamiento hacia la cota mayor.
En síntesis, los problemas de fondo se siguen agravando, porque el Gobierno se resiste a encarar reformas estructurales, se pueden disimular un tiempo, pero no todo el tiempo.
Cabe recordar que la famosa “inflación cero” de José Ber Gelbard existió hasta que llegó a Economía Celestino Rodrigo, en 1975, “cuando levantó la alfombra y se pudo ver toda la basura que se había barrido debajo de ella”.