El tipo de cambio luce con perspectiva estable. Para algunos, es una buena noticia. No así para otros, que ven en distintos indicadores cómo se erosiona la competitividad. El Gobierno ya avisó que para mejorar la performance de las empresas, otro será el camino que tomará
Determinar la cotización «ideal» del dólar siempre ha sido tema de debate en la Argentina.
Los formadores de precios apelan a las fuertes devaluaciones para justificar los aumentos en las góndolas.
Por el contrario, los empresarios se quejan de que las correcciones sobre el tipo de cambio quedan rápidamente neutralizadas ante el avance de la inflación.
Argumentan que los costos laborales suben por ascensor y el billete verde por escalera. En otras palabras, que persiste el atraso cambiario.
Esta visión es compartida por varios economistas pero desestimada por el titular de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien cree que el precio actual es el adecuado.
Mientras continúa este debate entre el Gobierno, empresarios y analistas, los ahorristas hacen lo que su olfato les indica: compran dólares y, los que pueden, viajan por el mundo.
Por lo pronto, algunos hechos de la realidad muestran que los $16,10 actuales se presentan como una cotización muy seductora: la elevada «fuga» de dólares -que viene promediando los u$s1.300 millones mensuales- o los tours de compras a países vecinos son algunos de ellos.
Los industriales, en tanto, reclaman que para fomentar el «Made in Argentina», la divisa estadounidense debería ubicarse por encima del nivel actual.
Uno de ellos es Cristiano Ratazzi, presidente de Fiat Argentina, que expresa que «el tipo de cambio está atrasado» y considera que tendría situarse en $18 para mejorar la competitividad cambiaria.
No es el único que piensa así, al ver que la inflación doblegó al dólar en 2016: mientras que la primera escaló un 40%, el segundo subió la mitad.
¿Qué hubiese pasado si el billete verde imitaba el incremento del índice de precios? Hoy día debería cotizar cerca de los $19,50.
En busca del precio «justo»
Mientras, el argentino de a pie recurre a distintos comparativos para ir monitoreando si la divisa está atrasada.
Por ejemplo, compara los precios en la Argentina de aquellos bienes que siguen al dólar con los de otros países, siendo los productos tecnológicos un buen referente.
En un plano más teórico, los inversores de la city comparan el total de reservas del Banco Central con la cantidad de pesos que está dando vueltas en la economía.
A esta relación la llaman «dólar de convertibilidad», y les indica el nivel de respaldo que tiene todo el circulante en «moneda dura».
La «cuentita» (reservas/pesos en circulación) arroja que por cada u$s1 en manos del BCRA hay $21 moviéndose en el plano doméstico.
Por cierto, este precio no difiere mucho del señalado por Miguel Ángel Broda, quien sostiene que para que el país recupere el valor «real» promedio de los últimos 20 años, debería ubicarse cerca de los $20.
Pero hay más. Ese nivel ($21) no incluye la abultada deuda contraída por el Banco Central vía Lebac, que equivale a más moneda local en la calle.
Durante 2016, la «impresión» de estos «pagarés» avanzó casi 90%, mucho más que la de los billetes (35%).
Si a la cantidad de pesos en circulación se le suma la «parva» de estos títulos en danza, el dólar de convertibilidad treparía a niveles exorbitantes.
El debate sobre si esta referencia debe ser tomada como válida o no, está a la orden del día.
Para algunos, adquiría una mayor relevancia en la época del cepo, cuando los inversores usaban al dólar de convertibilidad para saber si el blue estaba barato o caro.
«Se usó mucho cuando había una importante brecha cambiaria, ya que servía de referencia para estimar una cotización más real del billete», afirma Pablo Salvador, economista Jefe en la Fundación Ideal.
Para otros, en cambio, sigue vigente aunque con un perfil más bajo.
Señalan que es un indicador que debe permanecer en el radar, por ser la Argentina un país con alto nivel de dolarización (el segundo del mundo) y en el que buena parte de la sociedad realiza sus transacciones en pesos pero ahorra y mide su patrimonio en «moneda dura».
El súper peso
Algunos economistas lo defienden, otros lo objetan y un grupo -al que pertenece por ejemplo Hernán Hirsh- sostiene que «el dólar de convertibilidad, si bien perdió relevancia por el actual esquema monetario, es un parámetro que cada tanto hay que mirar».
En lo que sí hay consenso es que su actual nivel refleja la conveniencia de subir el total de reservas (cercanas a $40.000 M) para que estén más acordes con el circulante y con los pasivos del BCRA.
Al respecto, Salvador considera que sería aconsejable incrementarlas si bien «no tienen por qué cubrir el 100% de los pesos. De hecho, hoy existe un mercado libre y el Banco Central ha fijado sus metas».
En otro punto en el que hay concordancia entre los analistas es que para recuperar el terreno perdido en manos de la inflación, el tipo de cambio tendría que ser más alto.
Para Hirsh, por ejemplo, debería rondar los $19. «Esto haría que el nivel de actividad no enfrente problemas de competitividad cambiaria».
Sin embargo, subir el dólar no es precisamente el camino que pretende tomar Dujovne. Incluso, se observan síntomas que anticipan que puede ocurrir lo contrario. Es decir que, en términos reales, el peso argentino hasta puede fortalecerse.
– Con un blanqueo que aportará más de u$s10.000 millones en cash
– Con la entrada de otros u$s10.000 millones por emisión de deuda
– Con el buen ingreso de las exportaciones agrícolas
Todo hace suponer que el funcionario tendrá que lidiar con un «súper-peso», tal como consignara iProfesional.
Sin el camino de la devaluación, Dujovne entonces apunta a mejorar la situación de los empresarios por la vía de reducirle los costos laborales y la carga tributaria.
«No hay que enfocarse en el tipo de cambio solamente para mejorar la competitividad», afirma el funcionario.
En este sentido, le asigna la misma importancia a los altísimos costos del transporte interno, al proteccionismo y a la existencia de numerosos impuestos distorsivos que al valor del billete verde.
Precisamente estos tres aspectos forman parte central de su agenda inmediata de temas.
En cuanto al primero, Dujovne sostiene que los costos logísticos son mucho más caros en la Argentina que en el resto del mundo.
Y lo grafica con un ejemplo: «Aquí, el transporte por camión moviliza el 84% de la producción, los trenes, el 14% y el transporte fluvial, el 2%».
«En cambio, en Europa, la mitad de la carga se moviliza por tren», completa.
Por el lado de la presión impositiva, en los últimos quince años aumentó cerca de 10 puntos del PBI.
– Así es como hoy día el 40% del precio de un jean, por ejemplo, está explicado por los impuestos
– En el caso de los autos o de los dispositivos electrónicos, el peso tributario alcanza el 50%
Para alivianar la «mochila» impositiva, Dujovne elevará al Congreso en marzo una amplia reforma.
Impulsará cambios en Ingresos Brutos, impuesto al cheque, nivel del IVA y aportes patronales, entre otros tributos. Entre los ítems bajo la lupa del funcionario figuran:
– La reducción de los aportes patronales, con techo del 35%
– La rebaja del IVA del 21% al 18%
– La reducción o eliminación del impuesto a los débitos bancarios
«Estamos trabajando para eliminar impuestos distorsivos», expresa Dujovne.
En cuanto al IVA, considera que, como gravamen, tiene una productividad muy baja: con el 21% se recauda menos de 10% del PBI. «Una alícuota tan alta genera evasión», expresa.
En igual sentido, comenta que el impuesto al cheque es «un enorme incentivo a la informalidad». Sobre los Ingresos Brutos, destaca que es «un problema muy grande para la economía argentina».
Todo esto permite entrever hacia dónde apuntará la reforma tributaria y, además, que es el camino elegido para mejorar la situación competitiva de las empresas más que el de propiciar una nueva devaluación.
Desde el IERAL coinciden en que no hay perspectivas de que el Gobierno recurra a la vía cambiaria para mejorar la competitividad.
Argumentan que, dada la mayor oferta de dólares derivada del combo conformado por «blanqueo -endeudamiento- cosecha agrícola», no es de esperar un alza pronunciada del tipo de cambio real.
Son varios los analistas que creen que las mejoras en la competitividad que puedan lograrse provendrán de otras iniciativas oficiales y no tanto de un nuevo retoque al billete verde.
¿Y el precio del dólar?
En la visión de los economistas, este año el tipo de cambio no deparará grandes sobresaltos. Al menos esto es lo que se desprende del sondeo elaborado entre 50 prestigiosas consultoras, locales e internacionales, conocido como REM (Relevamiento de Expectativas de Mercado).
En la mirada de más largo plazo, los pronósticos dan cuenta de una «senda creciente pero estable». En este sentido, Miguel Bein hace referencia a las implicancias que trae el tener elecciones cada dos años.
«En el que es electoral se pisa el dólar, se aceleran los salarios y la economía crece. En el otro sucede lo contrario: se acelera el dólar y se pisan los salarios», afirma.
Es por eso que pronostica que el billete verde cotizará a menos de $18 hasta antes de los comicios.
De cara a diciembre, el pronóstico del REM hace referencia a un valor de $18,50. De cumplirse, la devaluación para todo el año habrá sido del 17% contra una inflación proyectada del 21%.
En otras palabras, en el gremio de los economistas se prevé que habrá más atraso cambiario, con un dólar de convertibilidad que seguirá muy por encima del precio oficial.