Altos vencimientos de deuda en pesos, la difícil reestructuración de la deuda en dólares y la falta de inversión impulsan la suba del dólar. A vivir con lo nuestro.
Por Salvador Di Stéfano
El mix de altos vencimientos de deuda en pesos, los ruidos acerca de una poco amigable reestructuración de la deuda en dólares y una falta de incentivos a la inversión impulsan la suba del dólar en el mercado doméstico.
El Gobierno ha tomado la decisión de honrar los bonos en pesos, bajar la tasa a niveles negativos contra la inflación y usar al Banco Central como financiador del Tesoro Nacional. Las tres medidas al mismo tiempo no harán más que incrementar la cantidad de dinero en el mercado, y generar un escenario propicio para la suba de precios y consecuentemente un mayor valor para el tipo de cambio.
El Poder Ejecutivo está llevando adelante un exitoso programa de colocación de pesos, con tasas que se ubican por debajo del 40% anual, lo que implicaría que son tasas negativas contra la inflación. Esta absorción de pesos termina siendo neutra, porque se realiza para pagar deuda que está venciendo. Sin embargo, cuando el Banco Central financia al tesoro nadie retira dichos pesos del mercado.
En octubre pasado la base monetaria se ubicaba en torno de $1.400.000 millones, y al día 22 de enero subía a $1.700.000 millones. Esto implica que en la última parte de la gestión de Mauricio Macri y en el inicio del período de Alberto Fernández la emisión monetaria cumplió un rol central para financiar gastos del Estado.
Esta mayor cantidad de dinero en el mercado, sin la atracción de una tasa positiva contra la inflación, invita los inversores a comprar dólares, ya sea en el mercado formal o informal.
La tasa Baldar para plazo fijo por más de $1.000.000 se ubica en el 33% anual. Esta tasa es despreciada por los inversores, porque no alcanza a la inflación esperada por la media de los analistas de mercado para el año 2020, que se ubica en torno del 40% de piso y 45% de techo.
A partir de febrero los plazos fijos que se ajustan por UVA se seguirán realizando a plazos de 90 o más días, pero podrán ser precancelables a 30 días. Esto implica que habría una posibilidad de que haya una migración de los plazos fijos a tasa nominal hacia los que pagan una tasa ajustada por inflación. Si ello sucede, pasaríamos a un sistema financiero con depósitos ajustado por inflación, y seguramente crecerían los créditos bajo esta misma modalidad. Tendríamos un sistema financiero indexado y una economía desindexándose, lo que traería aparejado menos consumo, ya que pocos tomarían un crédito ajustado por inflación, cuando en el mercado no se convalida dicha inflación futura en los precios de los productos, honorarios, salarios o pago de jubilaciones.
Un tema fundamental que pasa por los bancos es la morosidad y los casos emblemáticos de empresas con montaña de deuda impagas crecen a pasos agigantados, lo que terminara impactando sobre la capacidad prestable de las entidades financieras. El caso de Garbarino y Molinos Cañuelas, en donde el comité de bancos terminó quedándose con acciones de las empresas, pueden ser casos testigos que se repitan en los próximos meses. Esto afectaría notablemente la capacidad crediticia del mercado, demoraría la llegada del crédito a tasas más bajas y consecuentemente alargaría la caída de actividad económica.
Si a este escenario le sumamos que el Gobierno estaría negociando con los bonistas una reestructuración de deuda poco amigable, se produce un efecto tijera, no llegaría en los próximos años del exterior inversión suficiente para sacar a la argentina de la estanflación que sufre desde el 2011 a la fecha, y el stock de ahorro interno en moneda doméstica no permite tampoco revertir este escenario.
El stock de préstamos al sector privado de los bancos suma u$s40.846 millones, y el PBI se ubica en u$s340.000 millones, lo que implica el 12% del PBI. Este stock de financiamiento no mueve el amperímetro de la actividad económica.
Los negocios vuelven a financiarse exclusivamente con capital propio, sin que el apalancamiento pueda llegar a potenciar al mercado. Hoy tener un crédito no es una bendición, es casi una piedra en el cuello de la pyme que lo utiliza.
El mejor año de Macri fue el 2017. En 2018 y 2019 hemos visto una destrucción en el valor de los activos y los bancos se quedaron con garantías muy bajas frente a financiamiento muy elevados para proyectos, que no tuvieron la posibilidad de ser exitosos en el marco de negocios que le brindó el país.
Al decir de muchos empresarios: “Si Macri se puso al país de sombrero, cómo las empresas que cotidianamente interactúan con el mercado no van a estar en severos problemas”.
Solo las empresas exportadoras, y en contadas excepciones se vieron favorecidas, pero las exportaciones tampoco son relevantes apenas representa el 19% del PBI.
¿Qué pasa en la economía argentina hoy?
- El precio de los bonos en pesos se ha visto favorecido por la voluntad del Estado nacional y el Banco Central de honrar los mismos en la medida que operen los vencimientos.
- El precio de los bonos en dólares está afectado por una reestructuración de deuda que podría ser poco amigable.
- Las acciones no repuntan en este escenario, el índice S&P Merval está muy influenciado por acciones bancarias y petroleras. Los bancos no van a lograr grandes utilidades con la cantidad de previsiones que tendrán que realizar por créditos otorgados en el paso prospero, y con un presente adverso. En el caso de las petroleras, Vaca Muerta sigue de velorio, la mágica ley que atraería inversiones no aparece, y las empresas han dejado de invertir en el sector al ritmo de años atrás.
- Habrá una migración de plazos fijos a tasas nominales hacia plazos fijos ajustados por UVA, esto podría cambiar la dinámica de todo el mercado financiero.
- Una economía que busca desindexarse, con un sistema financiero que va a la indexación no habilita a corto plazo una inyección de dinero que posibilite una pronta recuperación económica.
- En febrero lejos de sacarse dinero de mercado, el Banco Central podría estar inyectando más pesos, el mercado hace sonar la alarma y el dólar bolsa cerró en $82,71 con una diferencia del 38% versus el dólar mayorista. A este ritmo una brecha del 50% para fines de febrero no sería insólita.
- A mediano plazo, la soja a un precio de u$s233 a cosecha mayo de 2019 no luce atractivo, si a esto le sumamos el efecto pobreza que han generado los últimos eventos de impago a productores, la suba de retenciones y la falta de financiamiento, el humor del campo tampoco suma para una reactivación futura.
Para culminar, el mundo no te ayuda con nada: las perspectivas de crecimiento mundial son pobres, Brasil en el mejor escenario crecería el 2% en el año 2020 y el coronavirus es el infaltable cisne negro que todos los años aparece para aguarte las expectativas futuras.
En resumen, a vivir con lo nuestro, hay poco margen para endeudarse con las tasas actuales, el escenario de estancamiento con inflación sigue vigente, el resguardo de valor pasa por el dólar o propiedades, y la esperanza es que aparezca el plan económico mágico que pueda atraer inversiones. Ojalá que la galera de Martin Guzmán traiga alguna sorpresa.