Pese a los años de alto crecimiento del PBI, el estancamiento de 2014 marca el regreso del stop and go que condicionó al país.
Como en la fábula del escorpión y la rana, el stop and go parece estar inscripto en la naturaleza de la economía argentina: procesos de crecimiento que se ven interrumpidos por un parate que destruye parte de los avances conseguidos en la etapa previa. Tras una década de expansión apenas matizada por una contracción en 2009, la economía argentina se enfrenta a un nuevo estancamiento en el que la devaluación del peso le agrega lastre a la caída de la actividad. Con esto se inicia un nuevo capítulo del esquema del stop and go que caracterizó a la economía argentina a lo largo de su historia.
Marcelo Capello, director del IERAL, de la Fundación Mediterránea, señala que “desde mediados del siglo pasado, la economía argentina se encuentra sujeta al problema de la restricción externa. Esto es, la imposibilidad de crecer en forma sostenida sin caer en un problema de financiamiento de sus transacciones con el exterior”. Capello describe el stop and go como un proceso en el que la conducción económica estimula la demanda agregada –básicamente a través de la expansión del consumo y no tanto vía inversiones y exportaciones–, se incrementa el nivel de gasto público, crece la necesidad de dólares para pagar deuda y financiar las importaciones, y cuando las divisas escasean y el déficit fiscal aprieta, la bonanza económica se corta, se precipita la devaluación, el salario pierde poder adquisitivo y así se gana competitividad artificialmente para limpiar el terreno y arrancar con un nuevo proceso de crecimiento. “Tradicionalmente, la devaluación da aire para volver al mismo camino de expansión insostenible que privilegia el consumo y no las exportaciones”, resume.
Un trabajo de José María Fanelli para el PNUD reseña nueve paradas en el ciclo del stop and go de la economía argentina ente 1880 y 2001 (ver cuadro). “Las fluctuaciones macroeconómicas son amplias no sólo en las etapas de globalización y alta integración con los mercados internacionales, sino también durante el período de la industrialización por sustitución de importaciones”, indica el texto, para caracterizar que la turbulencia persiste aunque se apliquen distintos esquemas económicos. El trabajo define a la Argentina como un país con “alta volatilidad macroeconómica, no sólo en comparación con las economías desarrolladas, sino también con relación al promedio de América Latina”. En los últimos 50 años, la Argentina fue tres veces más volátil que los países desarrollados, y superó en un 50% el promedio de América Latina.
Pese a los números positivos de la década kirchnerista, el stop and go vuelve a entrar a escena en este 2014 .
“Desde enero de este año estamos en la etapa del stop” , dice Capello. “En la última década no encontramos una economía distinta a la típica del stop and go.
La diferencia es que la expansión fue más larga porque la caída de 2001 había sido más profunda que las anteriores y esto generó un mayor rebote. A esto hay que agregar que el contexto externo fue muy favorable”.
Marina Dal Poggetto, del estudio Bein, remarca que la diferencia con otras paradas es que “esta vez el go duró más y en gran medida esto ocurrió por el efecto del crecimiento de la cosecha, que aumentó dos veces y media y contó con precios tres veces más altos que en los 90. Esto permitió financiar el déficit de la industria y las importaciones por mayor tiempo que en otras oportunidades”.
Para Dal Poggetto, esta vez el stop comenzó a gestarse en 2011 cuando el Gobierno debía optar entre devaluar o tomar crédito externo y en lugar de estas alternativas eligió el atajo del cepo. “El resultado es que hoy tenemos un menor nivel de reservas y una tasa de inflación más alta”. Para volver a despegar “lo que falta es financiar la expansión de los sectores que generan divisas. Si no hay cambios, se podría caer en otro stop”. Según la economista, la clave no sólo está en obtener financiamiento, “sino en utilizarlo para mejorar la infraestructura antes que para financiar otra expansión del consumo”.
Para determinar qué tan profundo será este stop, Dal Poggetto señala que dependerá de cómo se maneje la agenda de crédito que empiece a encarar el Gobierno y de lo que ocurra con el manejo de la puja distributiva. “Hay chances de que la parada sea más corta que en otras oportunidades”, apunta.
“Los dirigentes políticos argentinos no aprenden de la experiencia. Cien años de repetir lo mismo cada década”, sentencia Orlando Ferreres. “Estamos teniendo ciclos de go and stops porque hay mucho atraso del tipo de cambio, no se puede exportar, hay que importar combustibles, vuelven a faltar divisas, viene la devaluación, el ajuste del gasto, la recesión y el aumento de la pobreza. Se ignoran los límites del gasto”. Sobre llovido, mojado. “Se confunden recursos extraordinarios –como el precio alto de la soja– con recursos permanentes. Los recursos extraordinarios deben dedicarse a la inversión. Si esto hubiera ocurrido, en diez años se habrían generado puestos de trabajo para todas las personas que reciben subsidios y tendríamos empresas que podrían competir internacionalmente sin necesitar de la protección arancelaria”, indica.
Para Ferreres, la única diferencia de este último ciclo respecto de los tradicionales es que esta vez los años de crecimiento fueron más. “No se resolvió nada en esta década, sólo que duró un poco más el go”. Para el economista, una de las falencias del actual modelo fue el aumento exponencial del gasto público. Menciona que en 2003 el gasto público era de US$28.0000 millones; diez años después llegó a US$260.000 millones, consolidando los desembolsos de la Nación y los de las provincias. “Esa enormidad de gasto no se pudo financiar con recaudación a pesar de la fuerte presión tributaria y se apeló al impuesto inflacionario, que le saca poder de compra al asalariado y se lo traspasa al Estado”.
Fernando Grasso, vicepresidente de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID-Baires), marca otra diferencia en este último ciclo respecto de los anteriores. “Esta vez se trata más de un problema financiero que estructural”, señala. Grasso consigna que la restricción externa de divisas hoy tiene componentes adicionales. “Lo que hay que ver es qué es lo que está deteniendo cualitativamente el crecimiento”. Y matiza que “si la mejora que se ha conseguido en la distribución del ingreso no se pierde y no se destruye la capacidad productiva, entonces el stop no es tan grave”.
Para Capello, la forma de evitar a mediano plazo el stop and go es privilegiar un modelo competitivo exportador, con productos de mayor valor agregado y, por ende, con mayor necesidad de mano de obra. “A lo largo de la historia hemos intentado con modelos de economía cerrada, alto gasto público, crecimiento de salarios y consumo privado, que caían en crisis de financiamiento. Y cuando intentamos con una economía abierta –a fines de los 70 y el final de los 90– se cayó en un evidente atraso cambiario que tampoco permitió ese despegue exportador”.
El IERAL estima que este año la actividad caerá entre 1 y 1,5%. Para Ferreres, el resultado de 2014 podría ser “cero o menos uno”. Pero sostiene que la caída será grande en bienes de consumo durables, autos y electrodomésticos. En cambio, hay buenas perspectivas para el sector financiero y la construcción. El 2015 asoma más calmo. “Si no se cometen tantos errores, el mejor escenario sería uno de muy bajo crecimiento para el año que viene”, proyecta Capello.
Fuente: http://www.ieco.clarin.com/economia/economia-vuelve-trampa-avances-retrocesos_0_1102690074.html