La pandemia de la Covid-19, con el correspondiente aislamiento estricto, que no fue exactamente igual a la que aplicó Noruega, permitió desviar durante dos meses el debate de la actividad productiva y comercial y ocultar el fracaso en ese frente
Por Roberto Cachanosky
El Gobierno había dejado de lado la meta de contener la inflación, solo buscó disimularla un poco congelando las tarifas de los servicios públicos, pisando el tipo de cambio y estableciendo ciertos precios máximos, y optó por tratar de reactivar artificialmente algunos sectores.
Puso en funcionamiento su discurso de campaña de ponerle plata en el bolsillo a la gente aunque en forma parcial. Por un lado, aumentó considerablemente el gasto en las tarjetas alimentarias pero, al mismo tiempo, cambió la forma de ajustar las jubilaciones aumentándolas por debajo de la tasa de inflación, para licuarlas. O sea que vino a poner plata en el bolsillo a algunos a cambio de sacarles a otros. De todas formas, el déficit fiscal se disparó por los mayores gastos en subsidios económicos para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos y por los mayores gastos en planes sociales.
Esto determinó que el BCRA tuviese una política monetaria fuertemente expansiva hasta antes de la cuarentena. Entre el 20 de marzo de 2019 y el 20 de marzo de 2020, la base monetaria se expandió 59 por ciento.
En el primer bimestre del año, sin quitar la contabilidad creativa y antes de la cuarentena, el déficit fiscal había aumentado 144% con relación a igual tramo del año anterior. En el primer trimestre el desequilibrio negativo de las finanzas públicas ya había aumentado el 183%. Es decir, el Gobierno venía acelerando el gasto público a marcha forzada para estimular la economía. Sin embargo, los resultados buscados no fueron los deseados, como lo refleja el gráfico.
Fuente: Indec
El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, que anticipa el comportamiento del PBI, muestra caídas interanuales en los primeros dos meses de 2020. Es decir, la expansión monetaria para ponerle plata en el bolsillo a la gente no estaba funcionando. Obviamente que cuando se ven los datos desagregados de marzo, mes en el que hubo un tercio del período con una rígida cuarentena, la retracción de la actividad industrial y de la construcción, fueron realmente vertiginosas, y todavía falta ver lo peor de abril y mayo con Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio completo en días y generalizado por sectores productivos y comercial. Basta con ver la magra recaudación tributaria de abril.
Como dato relevante sobresale el desempeño del IVA-DGI, que refleja el nivel de actividad interno, y se acerca al comportamiento del PBI, con una caída en términos absolutos del 2 por ciento.
No sólo eso, del total de ingresos tributarios de abril, la Nación se quedó con $271.175 millones de los $358.659 millones que recaudó. La diferencia fue a las provincias por coparticipación federal de impuestos. De ahí que el Gobierno necesitó que el Banco Central emitiera moneda para asistirlo por $310.000 millones, explicado por $80.000 millones de Adelantos Transitorios y otros $230.000 millones de transferencia de utilidades contables. En otras palabras, la principal fuente de financiamiento del Tesoro hoy es la emisión monetaria.
Enredado entre la recesión y la fuerte expansión de moneda, el BCRA dio un giro en su política monetaria a mediados de abril y empezó a absorber parte de los pesos emitidos colocando Leliq a 28 días y Pases a 1 día de plazo. Es decir, emite moneda para financiar el déficit fiscal y luego retira esos pesos de circulación haciendo lo mismo que hizo Cambiemos durante sus cuatro años de mandato. Cambiemos emitía contra reservas en divisas que aumentaba con deuda externa y luego usaba las Lebac para retirar parte de la emisión. Y luego fueron cambiadas por las Leliq.
Mientras que el Frente de Todos emite dinero directamente y luego retira pesos con Leliq y Pases. Se verá qué ocurre en mayo, porque en los primeros días nuevamente hubo una fuerte expansión de la base monetaria. Es decir, se está frente a una política monetaria errante por parte del presidente de la entidad, Miguel Pesce.
Lo que se observa hasta ahora es un Gobierno aumentando fuertemente el gasto público, la recaudación tributaria cayendo ostensiblemente, y el BCRA inyectando un tsunami de moneda al mercado, con políticas erráticas. En la primera semana de mayo la autoridad emitió $110.000 millones para transferirle “utilidades” al Tesoro, disparando nuevamente el aumento de la base monetaria.
El BCRA no es un banco comercial que vende tarjetas de crédito, préstamos personales o créditos prendarios y con eso genera utilidades para pagar la deuda. La única utilidad genuina que puede generar proviene de la valuación de las reservas y de los títulos públicos en cartera. Ningún Banco Central del mundo desarrollado emite sus propios bonos porque sabe que no está en condiciones de poder pagarlos. Operan con títulos de Tesorería. Ahí queda un signo de interrogación hacia el futuro: ¿y después de la cuarentena, qué?
Ahora se está en el medio de un fuerte crecimiento del gasto público y un notable incremento del déficit fiscal que no va a bajar en los próximos meses como para evitar que el BCRA siga emitiendo y se termine en un proceso inflacionario agudo o bien en una crisis de financiera por desconfianza.
Posibles alternativas para el día después de la pandemia
El Gobierno tiene tres opciones para evaluar qué hacer una vez que termine la cuarentena:
1) Salir por el lado de las exportaciones;
2) Alentar una fuerte corriente inversora; o
3) Seguir estimulando artificialmente el consumo.
La opción de estimular el consuno no tiene ninguna chance de éxito. No funcionó antes de la cuarentena, menos ahora con el nuevo nivel de gasto público y emisión monetaria.
Con la ideología imperante de castigar al que trabaja, se esfuerza, arriesga y es emprendedor, no se percibe que se puedan atraer inversiones productivas.
Queda salir por el lado de las exportaciones, pero también hay varios problemas ahí. Por un lado, el conflicto con el Mercosur y la política de sustitución de importaciones conspiran contra el aumento de las compras externas de insumos y equipos. Las economías cerradas al mundo no son competitivas para exportar. Producen bienes caros y de mala calidad para un mercado cautivo. Además, se está frente a un importante atraso cambiario que se refleja en una brecha entre la paridad oficial y el blue que es del 80% y del 128% para el dólar soja.
El principal obstáculo para poder recuperar la economía es la filosofía intervencionista, estatista, redistributiva y de ataque a la inversión que impera en el partido gobernante. Los procesos de crecimiento de los países que salieron de la pobreza se dieron, primero con un cambio en la filosofía de la dirigencia política y en el discurso económico. En Argentina, la mayoría de la dirigencia política y en particular el partido gobernante, creen que el país se construye con empleo público y planes sociales en lugar de la cultura del trabajo.
Los cambios económicos de largo plazo no se producen sin un previo cambio de filosofía y convicciones de la dirigencia política, y en ese campo se está yendo en al camino inverso, o como se dice en el campo: la fruta todavía no está madura, para ser un poco optimista.
En síntesis, después de la cuarentena el Gobierno se va a encontrar con que ya no podrá disimular la crisis del populismo, porque para eso hay que tener con qué financiarlo. Y eso no hay. Y tampoco hay un gobierno que encandile con sus propuestas a aquellos que quieran hundir inversiones en la Argentina.
Mientras se siga hablando de la Covid-19, la delicada situación económica podrá esconderse un tiempo más, pero cuando caiga el telón de la pandemia se verá que detrás no hay nada en materia de oferta económica para salir de la depresión provocada por la extensa y extrema cuarentena y de 10 años de estancamiento de la actividad agregada.