Es un mecanismo que perpetúa la suba de precios
De un tiempo a esta parte, la economía argentina retomó el rumbo de la indexación: salarios y jubilaciones que se ajustan en función de la inflación, préstamos bancarios cuyas cuotas varían siguiendo igual indicador, plazos fijos y Lebac ajustables de la misma forma, alquileres y deuda privada con cláusulas de ajuste en función de la variación de precios son sólo algunos ejemplos.
Ello implica que, en el horizonte cercano, los agentes de la economía, empezando por el Estado, no vislumbran una rápida desaparición de la inflación. La alternativa elegida -la indexación de las principales variables económicas- es una forma de convivir con ella, tratando de preservar, en lo posible, el valor en términos reales de salarios, alquileres, deudas y contratos en general. Decimos «en lo posible», porque siempre son los precios los que van adelante y el resto de las variables se ajusta con un mayor o menor rezago.
Es cierto que, de esta forma, pudieron implementarse créditos hipotecarios a largo plazo, asegurando a los ahorristas una evolución de sus activos en consonancia con la inflación. Es cierto también que la cláusula «gatillo» incorporada en los convenios salariales promete a los trabajadores recuperar el poder adquisitivo que la inflación futura erosione de sus salarios.
Pero también es cierto que la indexación constituye un mecanismo que perpetúa la inflación. Las distintas variables de la economía se ajustan en base a la inflación pasada. Por lo tanto, la inflación pasada se convierte en la inflación futura. La generalización de la indexación conspira contra el propósito de bajar la tasa de inflación.
La indexación le fija un piso al aumento de precios que es muy difícil de perforar. Genera lo que se conoce técnicamente como inflación inercial. Uno de los primeros en alertar sobre este fenómeno fue el destacado economista brasileño Luiz Bresser Pereira, quien dedicó todo un libro al análisis del tema, inspirándose en la experiencia de las inflaciones brasileña y argentina.
En una economía indexada, los precios y salarios se incrementan en base a la inflación anterior. Se genera así una inercia inflacionaria que se convierte en una causa autónoma de inflación. La inflación pasada determina la inflación futura. Existe inflación hoy simplemente porque la hubo en el pasado.
Todo plan anti-inflacionario requiere desmontar los mecanismos de indexación existentes en la economía. Así se hizo en el caso del Plan Austral, en 1985, introduciendo el llamado «desagio», es decir una tablita que introducía una quita en las obligaciones futuras estimando la inflación que llevaba implícitamente calculada. Algo similar ocurrió con el Plan Cruzado, implementado en Brasil en 1986. También en el plan de Convertibilidad, prohibiendo lisa y llanamente la indexación, prohibición que aún sigue legalmente vigente ya que no fue formalmente derogada.
Por lo tanto, el día en que se decida encarar una verdadera lucha contra la inflación por medio de un plan integral contra ella, uno de los instrumentos que deberá implementarse deberá ser la derogación de los mecanismos indexatorios. Mientras tanto, seguiremos surfeando sobre las olas, con la esperanza de que no aparezca una demasiado potente que nos derribe.