En un marco de nerviosismo causado por las protestas sindicales, la exigencia del ministro de Hacienda para que sus colegas profundicen el recorte genera tensión interna. Ahora, un frente de conflicto está potenciándose dentro del Gabinete y que pone en juego la credibilidad del funcionario
Las presiones a las que está sometido el Ejecutivo en estas jornadas de alta tensión, con indicadores económicos elusivos y protestas sindicales, llevan a inevitables discusiones y cruces dentro del propio equipo de Gobierno.
A Nicolás Dujovne -aunque no despierta las mismas susceptibilidades que su antecesor, Alfonso Prat Gay, recurrentemente señalado por no colaborar con el trabajo en equipo- también le está llegando el momento de las primeras escaramuzas con peso-pesados del team macrista.
No resulta extraño, claro. A fin de cuentas, el actual ministro de Hacienda llegó a su cargo con una gran «tijera» y la expresa misión de recortar gastos en varios rubros, con el objetivo de bajar progresiva pero firmemente el déficit fiscal.
En esa misión es inexorable que choque con colegas que consideran que ciertos recortes pueden ser contraproducentes.
Por lo pronto, ya trascendió que algunas supresiones de organismos y secretarías con funciones superpuestas se realizarán más lentamente de lo inicialmente previsto. También se aplicarán de manera más gradual y progresiva algunas subas tarifarias, como la del gas.
Este cambio de ritmo está generando chispazos en el Gabinete. Y, según pudo corroborar iProfesional, el cruce más fuerte de los últimos días -y que hasta ahora no había trascendido-, tuvo como coprotagonista al ministro de Energía, Juan José Aranguren.
El funcionario acaba de prometerles a las empresas con intereses en VacaMuerta que se les reconocerá un mejor precio en su producción.
Lo hizo a través de una resolución, en la cual propuso abonar un precio superior al nivel internacional por la producción en los yacimientos no convencionales.
La medida fue justificada en la necesidad de estimular las inversiones en la cuenca neuquina.
Si bien un eventual salto en la producción implicará menores compras de energía en el extranjero, eso sucedería recién en un futuro más o menos lejano.
El gran problema es que en Hacienda tienen otras prioridades: las presiones por mejorar el perfil fiscal acontecen ahora mismo.
Entre Wall Street y el boca de pozo
La tensión no sorprendió a otros miembros del Gabinete, que mantienen trato directo tanto con Dujovne como con Aranguren.
Esas mismas fuentes interpretan que el ministro de Hacienda fijó pautas fiscales trimestrales no bien asumió, como una forma de «condicionar» al resto de sus colegas.
«Dujovne se amparó en que el Presidente lo convocó para emprolijar la situación fiscal. Por eso realiza un seguimiento cada tres meses y trata de comprometernos a todos con ese objetivo«, analiza, en diálogo con iProfesional, un funcionario que no oculta su molestia con aquella medida.
El titular de Hacienda prometió corregir los eventuales desvíos en las metas. Busca, de esa forma, dar una señal contundente a los mercados de que el cumplimiento de las pautas fiscales está escrito con «tinta indeleble».
Sin embargo, la plaza financiera ya tomó nota de las dificultades que podría atravesar Dujovne para lograr sus objetivos.
En las últimas semanas, por ejemplo, se agrandó el «spread» entre los bonos de la deuda argentina y la brasileña.
La diferencia entre el Bonar 2026 -uno de los referentes del mercado- y su par de Brasil había llegado a un mínimo de 149 puntos hacia finales del año pasado.
Pero un cambio de tendencia: saltó a 170 puntos (promedio) en enero último y de ahí pasó a 185 hacia finales de febrero. Lejos de detenerse, para comienzos de este mes ya orillaba los 190 puntos.
El corazón de la tensión en el Gabinete tiene mucho que ver con esta sensación que se expande por Wall Street: que el año pasado el mercado «perdonó» los incumplimientos fiscales en virtud de los cambios económicos lanzados por Macri.
Pero este año, luego de absorber unos u$s48.000 millones en bonos lanzados por el Estado Nacional, las provincias y las compañías, desde la salida del default, en Nueva York empiezan a observar con mayor atención las cuentas de la economía argentina.
A sabiendas de este escenario, Dujovne quiere sí o sí cumplir. Y tironeó con Aranguren por los mayores costos fiscales que tendrá la última medida en favor de las petroleras.
Productoras como YPF, Chevron, Shell, Total Austral y Pan American Energy fueron beneficiadas a instancias del ministro de Energía.
Impedido de trasladar dicho costo a los usuarios, en medio de un año electoral en el cual las tarifas ya tienen un cronograma de incrementos, el Estado tendrá que hacerse cargo.
La resolución oficial dispuso de precios mínimos prefijados, independientes de lo que pueda ocurrir con el valor del gas a nivel internacional: de u$s7,50 por millón de BTU para 2018; u$s7 para 2019; u$s6,50 para 2020; y u$s6 un año más tarde.
Para tener una idea del beneficio, el valor establecido para 2018 se encuentra un 63% por encima de lo que vale el millón de BTU de gas en el mercado de futuros.
El precio internacional del petróleo también está jugando en contra de las arcas públicas.
Desde que comenzó el año, el barril se encareció un 15%. La Argentina, que es importador neto de energía y que incluso debió hacerlo de manera extraordinaria durante la última ola de calor, tendrá más apretadas las cuentas en el renglón energético.
En 2016, el sector percibió subsidios por $211.200 millones, con un incremento del 53% en relación con el nivel de 2015.
Es decir: en el año de la devaluación y el ajuste en las tarifas, el Gobierno debió expandir los subsidios a esas compañías aun por encima de la inflación.
No bien asumió, el titular de Hacienda se mostró a favor de recortar dichos subsidios.
Y uno de los objetivos claros del ministro era pasar la «tijera», justamente, en el rubro energético: el Presupuesto 2017, de hecho, contempla aportes por un 23% menos que el año pasado.
Después del incremento tarifario en electricidad, las alzas que están pautadas para el gas deberían ayudar a ese cumplimiento.
Sin embargo, por la suba en el precio del barril y ahora por los mayores requerimientos de las compañías que operan en Vaca Muerta, la tarea no le resultará tan simple al ministro.
De modo que por algún lado deberá venir el efecto achique.
Para compensar, Dujovne promete achicar los envíos de fondos a algunas empresas públicas que el Gobierno considera «secundarias» para sus objetivos.
El astillero Tandanor, Fabricaciones Militares y Yacimientos Carboníferos Río Turbio forman parte de esa nómina, a las cuales se les recortará el presupuesto anual.
Aerolíneas Argentinas también estará entre las más castigadas por la «tijera»: dispondrá de $800 millones menos.
Además, habrá recortes en los subsidios para el transporte público, siempre con el objetivo de lograr el achicamiento del agujero fiscal.
Algunos analistas de Wall Street y de la city porteña se están preguntando si Dujovne quedó entrampado en su propia estrategia. Y si las necesidades políticas no le terminarán corriendo el arco de sus metas fiscales.
Sin ruido con el Central
Como contraste de esas presiones de Dujovne y de los consiguientes tironeos con otros miembros del equipo, no deja de sorprender la buena comunicación existente con el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, quien había sido la pesadilla de Prat Gay durante todo 2016.
Dujovne, más enfocado en el plano fiscal que en acelerar la reactivación, no manifiesta disgusto por la política de tasas. Más bien, al contrario, se alinea con la consigna que Macri ha fijado como prioritaria.
De todos los objetivos planteados por la Casa Rosada, la inflación parece llevarse el que más obsesiona al Presidente.
De ahí, los elogios a la labor de Sturzenegger durante la apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso.
Y, aunque el último registro de febrero en materia de precios dejó en claro que esa batalla tampoco será fácil, Macri tiene fe de que el freno inflacionario será una de las buenas noticias que podrá mostrar durante la campaña.
Sturzenegger viene dando fe de esa obsesión cuando, semana tras semana, evita una baja de la tasa de interés que podría darle algo de impulso a la actividad económica.
En eso no hay disidencias: tanto el jefe del BCRA como el titular del Palacio de Hacienda creen que la desaceleración del índice habilitará una mejora en el clima económico, y que eso empezará a notarse cuando comiencen a cerrar las paritarias, siempre y cuando estén dentro de la pauta oficial.
La hipótesis oficial es que con un dólar planchado y mejoras salariales que no vayan muy por encima de la inflación prevista, se debería completar un escenario más benigno.
Pero para Dujovne hay otras preocupaciones, que exceden el tema de la inflación y la pauta de crecimiento, la cual cree que se podrá cumplir.
El ministro tiene toda su gestión apuntada hacia las metas fiscales. De eso depende su credibilidad ante el mercado y conservar el respaldo político dentro del propio Gobierno.
Pero ser el hombre de la tijera nunca resulta fácil. Ni siquiera en una gestión que ha asimilado como inevitable un «ajuste estabilizador».
La tensión con un «duro» como Aranguren es la mejor prueba de ello.