El Índice Dólar permite medir el valor del dólar estadounidense con relación a una canasta de monedas extranjeras. En rigor, se trata de una media geométrica ponderada del valor del dólar en comparación con monedas como el euro, el yen, la libra esterlina y el dólar canadiense.
Sólo en los últimos cinco meses, tal índice muestra una depreciación de dólar del orden del 10 por ciento.
Ello ha sucedido pese al anuncio del 16 de diciembre de 2015 del primer aumento de tipos de interés en EEUU en casi 10 años, con el que la Reserva Federal daba por concluida el período de los tasas de interés en mínimos históricos. Esta decisión resultó de considerar que la economía estadounidense había llegado a un punto de superación de la crisis financiera, registrada en los años 2007-2009.
Tal depreciación se hace patética cuando se compara el valor del euro con respecto al del dólar. En el mismo período, el dólar ha perdido cerca de un 12% en comparación con el euro. Claramente, los inversores han emprendido un camino de ventas sobre sus tenencias en dólares para dirigirse al euro.
Como toda divisa, el dólar es también la expresión internacional del clima político e institucional de su país y de las expectativas que su economía permiten alentar para el mediano plazo.
La depreciación de la moneda estadounidense coincide (o más bien es resultado) de las primeras acciones del gobierno de Donald Trump y su impulsiva oratoria. Ella está sometida a la presión de las actitudes poco ortodoxas del líder del país que la emite y cuya consecuencia es una gradual y suave pérdida de estatus en su condición de reserva de valor.
Los mercados de divisas vienen advirtiendo la mayor racionalidad de la UEen su relación con el mundo, en comparación con la posición de EEUU. La frutilla del postre se aprecia con la posición de Trump en su amenaza, de hace pocos días, a las autoridades de Corea del Norte, cuando expresó que «se encontrarán con un fuego y una furia nunca vistos en el mundo».
Por si ello no fuera suficiente, al referirse al gobierno de Maduro, el 12 de agosto pasado, afirmó: «Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar si fuera necesario». Así, el gobierno venezolano se sacó la grande e ingenuamente EEUU entró en su juego.
El dólar bajó también en julio, luego de que Vladimir V. Putin expulsara a varios centenares de diplomáticos estadounidenses. Y ahora Trump se dispondría a firmar un paquete de sanciones contra Rusia que, entre otras medidas, amenaza con castigar a las empresas de terceros países que inviertan en la infraestructura rusa.
Con estos datos, se puede inferir el mantenimiento (e incluso, la acentuación) en la debilidad del dólar y, por ende, un razonable nivel de precios en los granos, en el corto plazo.
En términos simples, vale destacar que en el mercado mundial los commodities agrícolas están valuados en dólares. Con la baja del valor del dólar, entonces, los países importadores de granos, por cada euro u otras monedas, reciben mayor cantidad de dólares, es decir tienen mayor capacidad adquisitiva. Por ello, y aunque por ahora no se note por las estimaciones sobre la producción estadounidense, los precios deberían tender a la suba. Obviamente, todo dependerá de los resultados de la cosecha en el hemisferio norte.