A poco más de un mes de cambio en el régimen monetario el dólar coquetea con el piso de la banda de flotación, sin tocarlo. Analistas valoran eso, pero siguen de cerca distintas variables que pueden alterar la calma, no sólo la cambiaria.
El esquema monetario acordado por el Banco Central (BCRA) con el FMI tiene poco más de un mes de implementado y tiene al dólar a apenas 20 centavos del piso de la banda de flotación. Con la variable más disruptiva del último semestre domada al menos por ahora, la entidad conducida por Guido Sandleris parece al menos haberse sacado de encima la atención constante del público y, si bien los analistas en general tienen una evaluación positiva de las extremas medidas de emergencia que lleva adelante, el foco en medio de tanto optimismo pasa a tratar de identificar los riesgos que enfrenta el plan de estabilización.
En base a la visión de cuatro analistas, El Cronista pudo identificar algunos riesgos que miran los economistas para tratar de conocer qué puede salir mal.
En rigor, los frentes todavía abiertos y las posibles disrupciones son demasiados como para relajarnos y asegurar que lo peor de la crisis ya quedó atrás.
Inflación resiliente
El fin de las metas de inflación y su sustitución por un objetivo de crecimiento cero de la base monetaria hasta junio del año que viene es visto como un remedio, doloroso, pero acorde a una corrida cambiaria y a la desaparición de toda otra ancla nominal. Sin embargo, no todos ven una relación directa entre el objetivo monetario y una desaceleración de la inflación.
«No hay una relación directa entre base monetaria e inflación, con lo cual yo diría que el principal riesgo es que el ancla nominal que tratan de imponer, una base monetaria que crece cero, no sea acompañada por el resto de las variables», dijo Gabriel Zelpo, de Elypsis. «En el 2017 ya nos pasó eso con el régimen de metas, que fue muy estricto pero no estuvo acompañado desde el lado fiscal -eso ahora sí está-, ni por los aumentos de tarifas, las negociaciones paritarias o la indexación de contratos, por eso es bueno que el objetivo sea cortito hasta junio, pero se corre el riesgo de otra vez tener una política monetaria estricta con el resto de las variables volando», dijo.
En su informe semanal, el economista Federico Muñoz se concentró también sobre la necesidad de una reacción importante del índice de precios.
«Tras el 6,5% de septiembre, se espera para octubre otro registro bien superior al 5%. Si noviembre y diciembre no mostraran una desaceleración sustancial (digamos, registros cercanos al 3% mensual), el BCRA no podrá bajar de manera consistente la tasa de interés y la confianza en la política monetaria seguramente se resienta», señaló.
Baja prematura de tasas
Aunque ahora la política monetaria regula cantidades de dinero y no su precio, el dolor de cabeza de las tasas gana protagonismo. Con la actividad en caída y empresas sufriendo por tasas que parten del 80% para el financiamiento de capital de trabajo, la presión sobre el BCRA sólo va a aumentar.
«Un riesgo que yo veo como muy probable es que le empiecen a sumar objetivos al BCRA», dijo Juan Manuel Pazos de Puente. «Ya no persigue una meta de inflación, si una de agregados monetarios, pero en algún momento le van a empezar a pedir que baje la tasa, con lo que le suman el objetivo de impulsar la actividad, empujar el crédito, activar el consumo», dijo.
«La tasa alta mucho tiempo tiene costos muy altos en términos políticos y sobre la recaudación comprometiendo el objetivo de déficit. En ambos casos eso implica mayor riesgo país, mayor presión cambiaria y necesidad de mayores tasas. Es un círculo vicioso», agregó Martín Vauthier, de EcoGo.
Riesgo político
Tanto el ritmo de las encuestas hacia las elecciones 2019 como el importante costo social que generaron la corrida contra el peso y el plan de estabilización también tienen la posibilidad de poner en jaque el plan oficial.
«El clima social también puede gestar nuevos sobresaltos. La pesada caída de los salarios reales generó un justificado malhumor (…) la posibilidad de un diciembre conflictivo sigue estando muy latente», señaló Federico Muñoz.
«Un aumento en la incertidumbre de cara al año electoral puede comprometer la baja en el riesgo país, teniendo en cuenta que puede aumentar la recepción en la sociedad para los discursos «anti mercado» y «anti FMI», en un contexto donde el país tiene necesidades de financiamiento por u$s 20.000 millones en 2020 (o sea, si o si tiene que volver a los mercados)», agregó Vauthier.
Otro shock cambiario
Eventualmente, el BCRA tendrá que relajar la política monetaria y dejar caer las tasas. Si eso se traslada a plazos fijos la demanda de dólares puede aumentar demasiado, coinciden todos los analistas.
«Ya lo vivimos, el tipo de cambio te puede volver a afectar la inflación, con lo cual cualquier shock externo puede golpearnos», dijo Zelpo.
Esos shocks pueden llegar de afuera, pero también ser más serios si la difícil sintonía fina que tiene el BCRA por delante falla. «Por ejemplo, si las bandas de flotación que se revisan cada trimestre dejan que vuelva la apreciación cambiaria y la fiesta de turismo o atesoramiento hace que seas otra vez vulnerable», comentó Pazos.