El gobierno ya ratificó que se continuarán abonando en tiempo y forma los servicios durante la negociación con los acreedores tanto locales como externos. Pero aún persisten dudas sobre cómo será el proceso.
Con una creciente ansiedad, los inversores todavía esperan definiciones sobre la estrategia con que se encarará la reestructuración de deuda, al ritmo de diversas especulaciones que sólo generan volatilidad en la cotización de los títulos públicos.
Ocurre que la urgencia por avanzar en dicho proceso sigue siendo elevada en vista a los importantes compromisos financieros de los próximos meses, aun cuando algunas medidas recientes hayan descomprimido parcialmente dicho horizonte.
Ello se debe a que no sólo se han vuelto a reperfilar las Letes en dólares, sino que además se ha logrado reanudar las licitaciones de Letras en pesos, lo cual está permitiendo reactivar favorablemente un crucial ¨roll-over¨ sobre la deuda local.
Esta situación permitió que se ratifique que se continuarán abonando en tiempo y forma los servicios durante la negociación con los acreedores tanto locales como externos, lo cual fue interpretado positivamente en términos de voluntad de pago.
Además, se sumó la rápida aprobación de un fuerte paquete fiscal en busca de un mayor equilibrio primario en las cuentas públicas, el cual resulta indispensable para iniciar las conversaciones con los bonistas, aun cuando dicha estabilización debería ser complementada posteriormente con un plan que apunte al crecimiento.
A pesar de que todo ello fue recibido positivamente por los operadores, y de ahí la importante recuperación de los bonos desde los mínimos recientes, aún existe una alta expectativa por la dinámica y la complejidad asociada a todo el proceso.
Es por ello que los operadores están en modo ¨trading¨, al ritmo de las señales y de ahí la creciente volatilidad de los activos financieros, a la espera de que se arranque a la brevedad con contactos formales con los acreedores privados a través de propuestas que puedan resultar satisfactorias para lograr una rápida aprobación.
Ocurre que el país no estaría en condiciones de extender por mucho tiempo las negociaciones, mientras siga abonando los servicios financieros, y ante ello no debería descartarse que se vaya avanzando segmentadamente con los bonistas.
Ello se debe a que las necesidades, y la eventual capacidad de rechazo, resultan diferentes entre ellos y así es que podría resultar eficiente generar acuerdos en las nuevas condiciones (reducción de capital y/o intereses, período de gracia, extensión de plazo) según sus perfiles a través de propuestas diferenciadas.
Las paridades de los bonos, más allá de actuar sólo como indicaciones en base a expectativas sobre la reestructuración, continúan mostrando niveles superiores para los bonos con ley NY, toda vez que se estima que podrían ser los acreedores eventualmente más exigentes y que así reciban un mayor valor de recupero.
En contraposición, los títulos con ley local continúan cotizando a menores paridades dado que podrían quedar sujetos a mayores quitas en este proceso, ya que además representan una mayor carga financiera a corto plazo para el país.
Hasta tanto el proceso de reestructuración no vaya generando mayor claridad, y pueda avanzarse en la implementación, la volatilidad seguirá siendo moneda corriente ante la marcada sensibilidad de las eventuales ofertas en las valuaciones.