La posibilidad de que Michel Temer no completara su mandato como presidente hasta 2018 era algo más que una hipótesis antes de que se difundiera, el jueves pasado, un audio que lo involucra de manera directa en una maniobra sospechosa de corrupción.
El mandatario, que llegó al poder luego de la destitución de Dilma Rousseff en agosto de 2016, tiene una investigación abierta por haberse beneficiado con aportes ilegales como parte de la fórmula que formaba con la candidata del PT.
Por eso es difícil determinar si la nueva denuncia generó un cambio cualitativo en la frágil institucionalidad de Brasil. Lo que sí hizo fue aumentar las probabilidades de que la actual gestión tenga un final abrupto. Por eso además de mirar el impacto de esta crisis en la Argentina, sería conveniente sopesar en paralelo las derivaciones de sus posibles salidas.
Temer lanzó una hábil defensa de la segunda acusación. Si la Justicia comprueba que la grabación fue adulterada, o que JBS vendió acciones y compró dólares antes de que tomara estado público el audio, entonces el foco se trasladará del denunciado al denunciante. Donde siempre estuvo complicado fue en la investigación sobre la campaña. El Tribunal Supremo Electoral anunció que retomará ese caso el próximo 6 de junio. Las chances de que el presidente obtenga alguna mejora de su situación judicial (por no hablar del Congreso, donde tiene 8 pedidos de destitución), son bien escasas.
La Constitución brasileña determina que si Temer deja el gobierno, el Congreso debe nominar a un sucesor para que complete el mandato (una suerte de Eduardo Duhalde que solo haga lo necesario para apuntalar la economía). Si Temer sobrevive, es probable que lo haga con tan poco respaldo político que su gobierno entre en un limbo que aborte cualquier posibilidad de reactivación. Si hay consenso para nominar a un referente económico con respaldo en el Congreso (el preferido es Henrique Meirelles, actual titular de Hacienda y ex presidente del BC de Lula Da Silva entre 2003 y 2011) tal vez la economía encuentre un sendero más entusiasta que el actual. En todos los casos, la Argentina perderá menos mientras más rápido sea el desenlace.