Para no quedar en el radar del Gobierno, agentes prefirieron autolimitarse. Las operaciones de CCL se hacen a casi un mes de plazo Hay en lista de espera $ 300 millones
«Para pasar desapercibido es imprescindible despegarse de las 72 horas», revelan los agentes bursátiles, en alusión al contado con liqui. La normativa dice que el inversor debe esperar como mínimo tres días para girar los bonos al exterior, pero a partir de los estrictos controles de la CNV, para evitar allanamientos prefieren esperar al menos diez días, aunque otros más conservadores optan por aguardar hasta casi un mes. Los giros se hacen en cuentagotas: para u$s 1 millón se tarda una semana. Si todos los clientes salieran a comprar a precio de mercado, el blue chip no tendría techo.
Los brokers confiesan que la demanda en bonos es infernal: 60% compra para tenerlos como inversión, 25% para venderlos por dólar MEP en la Bolsa local y 15% los manda al exterior para hacerse de dólares en Estados Unidos o en Europa.
Un fondo común de inversión está desarmando su cartera de bonos en renta fija en pesos que ajustan por CER porque los clientes de bancos se están pasando a FCI dolarizados.
El ajustado triunfo del Pro le pone más presión alcista a los dólares implícitos: en la City prevén que esta semana el blue festeje su “fiesta de 15”. A partir de mañana entrará una demanda muy comentada en la plaza por el “bille” vinculada al sector exportador, que se extenderá hasta fin de mes, por eso estiman que llegará a $ 15 antes del “puré” de agosto.
«En $ 15 salimos a vender y metemos pausa. Luego entre Scioli y Macri dirán. El problema es que, cuando sube el billete, el cliente se desespera y paga precios altos, más si está apurado», describen los corretas, como se conoce en la jerga a los mayoristas del segmento informal.
Las cuevas se quedaron secas de “rúcula” (billetes): ya no quedan más dólares en plaza para abastecer la demanda diaria. Los purecistas venden, pero quien les compra, algún correta de periferia, no larga los billetes.
«Si esta semana salen a hacer operativos, tendremos un doble problema: por un lado, la ausencia de oferta y, por otro, una demanda postergada por operativos. Como en blue no hay quien gestione los tiempos como en CCL, el Gobierno puede generar una suba muy fuerte si sale a hacer operativos. Si no sale, tendremos problemas, pero no habrá una corrida», describen los cueveros.
En la periferia es donde más se está moviendo el blue, pero ninguna operación es mayor a u$s 10.000. Observan un mayor número de ahorristas que se sumaron a las ferias de las saladas y saladitas que ya casi compraron todo y se quedan en espera de las compras de finales de agosto para la primavera. Ellos compran porque una corrida post electoral los arruina: la mercadería del exterior se paga en billetes o a cambio blue equivalente en pesos, y lo que les queda de caja lo dolarizan, como lo hace cualquier importador.
¿Cómo operan las mesas? En medio de este raid policíaco, las reglas de juego cambiaron por completo en el submundo cuevero: por temor a las inspecciones, las financieras que venden dólares pueden llegar a cambiar mensualmente de oficina, de líneas telefónicas y se llevan siempre las computadoras portátiles a sus casas. Pero ahora el problema que tienen es que los administradores de consorcios tienen a las cooperativas, mutuales y financieras entre ceja y ceja, y no los quieren más de inquilinos.
En los consorcios del microcentro no quieren a las “mulas” del blue. Así se denomina en la jerga a los portavalores, los empleados (entre los que se encuentran varios ex policías) vestidos con jeans y campera que llevan el efectivo (siempre en el cuerpo, dentro de su ropa, para que esté más seguro), de un lugar a otro. A ningún copropietario le agrada demasiado ver siempre a las mismas “mulas” entrando y saliendo del edificio 15 veces por día. Tampoco, tener tanta rotación de visitantes, que entran y salen con mochilas llenas de billetes. Por eso, a partir de ahora, antes de alquilar una oficina, piden referencias de la actividad, y las chequean con lupa.