Muchos entienden que se aprovechará el casi seguro contexto favorable que nacería con el canje para poner en práctica medidas que ayuden a dar vuelta por entero las expectativas. Descartada la cercanía de un nuevo plan económico por boca de los propios funcionarios, las variantes que el equipo económico tendría con el dólar son las siguientes.
A medida que se acercan los momentos definitorios en torno al canje de bonos de deuda, también se aproximan las inevitables definiciones en materia cambiaria que están poniendo nerviosos a muchos operadores dada la gran incertidumbre respecto de este tema. Muchos entienden que se aprovechará el casi seguro contexto favorable que nacería con el canje para poner en práctica medidas que ayuden a dar vuelta por entero las expectativas. Descartada la cercanía de un nuevo plan económico por boca de los propios funcionarios, las variantes que el equipo económico tendría con el dólar son las siguientes:
Seguir así: si bien muchos esperan cambios, también es probable que los propios funcionarios crean que el éxito del canje hará bajar a las variantes libres del dólar. Si ello ocurriera, habría que pensar que la demanda por parte del público bajaría, los exportadores acelerarían sus liquidaciones y los importadores y deudores de dólares esperarían más de lo que hoy lo hacen para comprarle dólares al BCRA. Si bien este escenario no puede descartarse por entero, también implica correr apreciables riesgos. El principal de ellos es que cada día no es nada más que eso: un día. Por lo tanto, no importa tanto la reacción que los mercados tengan en forma inmediata posterior al canje –la que bien podría revertirse con el correr de las semanas– sino en qué situación estaremos en cuestión de meses. Además, si las cosas no llegaran a salir como lo pensado en materia de ventas futuras del público y las empresas por el dólar contado con liquidación, cualquier cambio posterior puede ser interpretado como un gesto de debilidad, con lo cual la estrategia de seguir así puede resultar altamente problemática. Esta no es una solución realista para aumentar las reservas de manera estable.
Acelerar el ritmo del “crawling peg”: si esta fuera la línea elegida el BCRA se limitaría a aumentar el ritmo diario de devaluación con el fin de ir acercando el dólar comercial a las variantes libres del dólar. Si estos “dólares libres” llegaran a bajar podría haber una convergencia de manera tal que el “tema dólar” podría pasar al archivo y las ventas de divisas al BCRA podrían ser más fluidas. Esta solución tiene un problema, que es el mismo problema al cual nunca la economía argentina pudo escapar cada vez que se aplicó un “crawling peg”. Y ese problema es que la tasa de inflación comenzaría a aumentar, siendo necesario probablemente seguir aumentando el ritmo devaluatorio con el paso de los meses. La inflación y la tasa de devaluación se retroalimentarían la una a la otra. Este parece ser un muy ordenado y bonito camino al infierno. Ocurre que hoy la economía argentina ya está viviendo una muy alta tasa de inflación. Acelerarla más que una solución parece ser equivalente a ingerir más “carga viral” de aumento de precios. Si este fuera el camino elegido, habría que pensar que probablemente sería dejado de lado muy rápido, quizás apenas la tasa de inflación crezca por sobre el 3,5% mensual. Los “crawling peg” funcionan bien cuando se parte de muy baja inflación. No de una muy alta como la actual.
Control de cambios más estricto: esta vía de acción pasa por eliminar el cupo de compra de los u$s 200 permitidos por mes a cada persona y seguir ampliando el período de “parking” que las empresas deben hacer con los bonos que compran para lograr tener dólar contado con liquidación. De esta manera quedarían más cortados aún los lazos entre el peso y el dólar. Claro que el costo a pagar sería elevadísimo. Sería condenar a la economía a funcionar con una bajísima tasa de inversión y con exportaciones no tradicionales por el suelo. Por este camino solo se va a una acentuación del desempleo y a salarios reales al estilo venezolano. Es dudoso también que por esta vía de acción se logre aumentar el nivel de reservas del BCRA. La experiencia histórica muestra que el sistema de cambios soviético de control de cambios total fracasó y empezó a colapsar en 1989 porque la Unión Soviética se había quedado exhausta de reservas. Una de las causas de ello es que el total control de cambios lejos de promover una acumulación de reservas la desalienta.
Unificar y liberar el tipo de cambio: algunos liberales fantasean con esta salida. Pregonan que no hay motivos para no hacer una liberación total cambiaria y que si hay superávit comercial el nivel de dólar resultante no tiene por qué estar más cerca de lo que hoy vale el dólar contado con liquidación que de lo que vale el oficial. Esta es –hoy por hoy- una solución con pies de barro: si el BCRA unifica y libera el dólar se queda sin la posibilidad de acumular reservas. Para poder hacerlo tendría que salir a comprar divisas al mercado libre. Demás está decir que lo único que faltaría es que en el marco de una total libertad cambiaria se corra el rumor de que el BCRA está por salir a comprar unas cuantas centenas de millones de dólares para efectuar un pago al exterior. No es necesario ni siquiera imaginar la situación en la que se caería. Además, hacer esto en el contexto de una alta tasa de emisión monetaria y alto déficit fiscal puede ser poco menos que suicida. Significaría trasladar de inmediato al precio del dólar cualquier mínima cuestión fiscal o monetaria. Unificar y liberar el tipo de cambio podría ser una buena salida, pero nunca en el actual contexto.
Desdoblar el mercado cambiario con un dólar financiero flotante: esta es la solución que postulamos desde esta columna hace un par de semanas. Parece una buena opción dado que sin aumentar la tasa de devaluación del dólar oficial recomienzan a permitirse operaciones hoy prohibidas pero necesarias. Las reservas aumentarían porque el BCRA dejaría de vender el cupo de u$s 200 antes mencionado y también se libraría de tener que vender a las empresas dólares para pagar deudas financieras. Esto significaría un costo para las empresas. Pero a cambio recibirían el beneficio de poder vender divisas a un tipo de cambio sustancialmente superior al actual. Por lo tanto, si renuevan su endeudamiento nada ocurre porque hay una compra de dólares, pero también una simultánea venta por el dólar financiero. A nuestro juicio hoy es la mejor opción, por gran distancia.
Desdoblar el mercado cambiario con un dólar financiero fijo y muy alto: es una variante de la solución anterior. La diferencia es que el BCRA sostiene un precio del dólar financiero muy alto. La idea sería que en un principio compre dólares también por esta ventanilla a quienes estén deseosos de venderlos a 125, por ejemplo. Esta vía de acción puede resultar muy problemática al poco tiempo de empezar a funcionar. Poco importa si en un inicio el BCRA compra dólares. El tema es qué medidas toma cuando tenga que empezar a vender. Hoy es un mal camino, porque en la opción anterior de todas maneras el BCRA bien puede operar comprando o vendiendo como cualquier otro actor más.
Volver a una variante de la convertibilidad: desde ya que parece un “sueño dorado” volver a épocas de inflación bajísima y a tasas de crecimiento como las que hubo al inicio de la convertibilidad. Pero sin dólares en el BCRA es imposible. Es cierto que en determinadas condiciones se está a tiro de poder empezar a discutir este tema. Pero sin un saneamiento fiscal, monetario y externo, una variante de la convertibilidad estallaría de manera calamitosa. Sin embargo, pensarla –la misma hoy no se podría aplicar– puede ser una idea muy útil para el mediano o largo plazo en el caso de que las cosas no mejoren sustancialmente.
En síntesis, en el contexto actual, un desdoblamiento cambiario con un dólar financiero flotando de manera sucia sería, por lejos, la mejor salida. Al menos hasta que una libre flotación o una neoconvertibilidad puedan aplicarse. Solo el tiempo lo dirá.
Fuente: https://www.ambito.com/economia/dolar/las-siete-variantes-el-n5128483