El presidente Mauricio Macri entregó finalmente a su amigo Luis Caputo. Lo hizo en las últimas horas, a pedido del FMI y en un contexto donde el ex titular del Banco Central profesaba un cansancio manifiesto al rol que había encarado hacía tres meses. No sólo su enfrentamiento con el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne había acumulado horas de hastío y contradicciones, sino que también al ex ministro de Finanzas lo había alcanzado la erosión producto del escepticismo teledirigido de la titular del FMI Christine Lagarde.
Pero, ¿qué significa la salida de Caputo? En términos políticos, un duro golpe a los intentos de estabilización que había encarado el Gobierno después de la violenta crisis cambiaria. No es casualidad que con Macri en Nueva York y con Dujovne prácticamente erigido en el factótum del nuevo acuerdo con el FMI, Caputo haya elegido este momento para dar un paso al costado. Si hay algo que saben manejar quienes cultivan la soberbia y la egolatría son los tiempos.
Sin embargo, en términos económicos habrá más secuelas. Por un lado, Caputo había elegido afrontar el desafío de lograr la estabilidad del dólar con una receta parecida a la de su antecesor Federico Sturzenegger: vendiendo dólares de las reservas cada vez que era necesario. La diferencia era que, mientras Sturzenegger edificaba ‘paredes’ infranqueables de u$s 5.000 millones, Caputo lo hacía con ventas menores, y buscando siempre sacarle provecho a esos desembolsos. Sin embargo, ambos mecanismos eran rechazados por el FMI, para quien la posibilidad de vender dólares para frenar la escalada del tipo de cambio no estaba en los planes.
Para dejarlo en claro. El plan del FMI para Argentina es que, con las divisas que le presta el organismo, el Banco Central no haga nada salvo conservarlas y garantizar el repago de la deuda y los intereses, lo que se supone que hace descender el riesgo país, y, a la larga, habilita al Gobierno para volver a buscar fondos en los mercados financieros internacionales. El corto plazo, lo inmediato, lo urgente, no forma parte de la negociación: el dólar puede subir hasta el cielo y eso, en principio, no es un problema que gravite con fuerza a los ojos del FMI, si bien, por experiencia, cualquier persona con algo de formación política sabe que ese mecanismo es inviable, no sólo porque genera inflación, pobreza y recesión, sino porque las tensiones sociales suelen aparecer mucho más rápido.
Entre las secuelas económicas, es probable que a partir de ahora el FMI vuelva a proponer una «flotación» del dólar, a la que el Gobierno podría sumarle algún parámetro de amplias bandas cambiarias con la improbable finalidad de darle certidumbre a la economía sobre el grado de devaluación esperado. En la traducción, se volvería al sistema que trajo tanta inestabilidad, con tasas de interés ‘peleando’ por captar capitales golondrina, encarecimiento del crédito, profundización de la recesión económica y daño en la generación de puestos de trabajo y en la calidad (precarización) del tejido laboral. El impacto inflacionario también será mayor, sólo atenuado por el grado de absorción de la rentabilidad de las empresas, que en gran medida deberán resignar el traslado a precios porque de otra forma no podrán sostener niveles mínimos de actividad.
En definitiva, el FMI le dice a la Argentina que en esta crisis, lo central es que no le falten dólares para convencer a los mercados y que baje la percepción de riesgo, con lo que la Argentina podrá volver a los mercados a seguir endeudándose, en lugar de hacerlo con el Fondo. Para ese objetivo, Caputo parecía ser un impedimento, conocedor que la mecánica que se había puesto en marcha había logrado bajar la inestabilidad por algunas horas, pero a fuerza de vender reservas, hacer contratos de dólar futuro y mantener la tasa de interés en niveles escalofriantes y prometiendo pagar en dólares ingentes sumas de intereses.
Fuente: http://www.ambito.com/934664-lo-que-hay-que-esperar-para-el-dolar-tras-la-renuncia-de-caputo