Hubo una importante rotación que favoreció a los títulos en pesos. Los mercados esperan que el tipo de cambio suba más lento, pero la expectativa de inflación sigue casi en 50%
Los mercados se tomaron en serio el anuncio que realizó la semana pasada el ministro de Economía, Martín Guzmán. La promesa de un menor ritmo de aumento del dólar oficial para contener la inflación ya está impactando en el comportamiento de los inversores. La consecuencia más importante es una fuerte caída en los precios de los bonos que ajustan por tipo de cambio (dollar linked), pero al mismo tiempo una fuerte suba de los bonos en pesos, tanto a tasa fija como los que están ligados a tasa de plazo fijo (Badlar).
Se trata de una rotación que tuvo como protagonista sobre todo a fondos comunes de inversión, que son los elegidos por las empresas para manejar su liquidez y no pueden dolarizarse por las restricciones cambiarios. Las compañías buscan sustitutos al dólar que les permitan cuidar sus patrimonios. Por eso, están todo el tiempo evaluando qué puede pasar con las principales variables del mercado local.
En el radar de estas decisiones entran el comportamiento del dólar, la inflación esperada y las tasas en pesos. Las primeras conclusiones que se pueden sacar sobre el comportamiento de los inversores y el precio de los bonos en esas tres variables serían las siguientes:
– Dólar: El mercado definitivamente “compró” el anuncio de Guzmán sobre una reducción en la tasa de devaluación del tipo de cambio oficial. Tiene además toda la lógica y en definitiva es lo que han hecho todos los gobiernos en un año electoral. Los bonos que ajustan al tipo de cambio oficial venían siendo los favoritos de los inversores básicamente cayeron en desgracia. Hubo fuerte caída de precio, porque el horizonte para los próximos meses es que tendrán un menor ritmo de ajuste. De todas maneras, parece difícil que el dólar mayorista termine el año a $ 102, como aseguró el ministro. La tasa de devaluación de ahora hasta fin de año tendría que ubicarse en 1,3% mensual y ahora está en el orden del 2,8%. Es decir que el frenazo por delante debería ser sustancial.
– Inflación: al revés de lo que sucede con el dólar oficial, los inversores por ahora no piensan que el IPC vaya a caer de manera significativa. En el precio de los bonos está implícito un nivel del 49% anual. Esto es sustancialmente más alto que el “objetivo” de Guzmán de bajarla al 30% como viene pregonando. Según las cifras de los últimos tres meses (noviembre, diciembre y enero), la tasa anualizada de inflación está en el orden del 55%. Bajarla casi 25 puntos en lo que resta parece una tarea casi imposible. Los más optimistas, como el caso de la consultora EcoGo, proyecta que podría ubicarse con viento a favor en niveles del 40% al finalizar el 2021.
– Tasa de interés: los bonos que más subieron son los emitidos a tasa fija y recién después los que ajustan por BADLAR. La lectura inicial es que los inversores esperan que las tasas podrían permanecer altas por un tiempo pero luego podrían empezar a ceder. En año electoral y si se consigue que la inflación afloje, no sería extraño que el Banco Central impulse una reducción de tasas para favorecer el crédito a público y empresas meses antes de las elecciones.
Un informe elaborado por Delphos Investment lo resumió de esta manera: “La dinámica de la tasa de devaluación implícita muestra como las declaraciones de Guzmán sirvieron como estocada final a una expectativa que venía en baja Pero la inflación implícita no se mueve. El mercado confía poco en la capacidad del gobierno para recortar la tasa de desindexación que viene mostrando la economía”.
Mientras tanto, aunque no hay información oficial, todo indica que continúa la venta de bonos dolarizados por parte del Banco Central para mantener el dólar financiero contenido. Ayer el “contado con liquidación” volvió a cerrar en baja (a $147,90), lo que ayuda a contener las expectativas de devaluación y mantener la brecha en torno al 70%. El peligro de atrasar el dólar oficial es justamente que vuelva a incrementarse la brecha cambiaria y con ello las distorsiones. Una brecha más alta alentaría las importaciones artificialmente, al tipo que desalienta a los exportadores porque reciben un tipo de cambio menos favorable.