Es cierto que en américa latina hay una guerra civil ideológica que separa a los neopopulismos de las democracias tradicionales, históricas de nuestros países. Y también es cierto que en la Argentina por cuestiones de la historia esa batalla se dio de manera más “equilibrada”.
Durante diez años el elenco gobernante movía el timón en dirección al socialismo del siglo xxi y la tripulación que era la gente decía que no. Y finalmente el rechazo social a ese direccionamiento hizo que el elenco gobernante cayera y fuera cambiado.
Entonces vale preguntarse a la luz de los hechos es qué tiene la democracia argentina que la hace distintiva. Los que estudiaron diplomacia –como yo- saben que hay una relación necesaria entre la manera que un país vive su política interna y la política exterior con la cual se comunica con el mundo. Si no hay coherencia entre lo que hacemos adentro con lo que queremos hacer afuera no hay prosperidad, no se crece.
Y esto es así porque los Estados no progresan al menos que tengan tres condiciones. La primera es tener un conjunto razonablemente bien articulado de políticas de estado o de acuerdos básicos de hacia dónde queremos ir. Lo que se llama un “proyecto nacional”. La segunda es enganchar a ése proyecto nacional en las corrientes más dinámicas del mundo en ese momento. Y la tercera, y última, generar confianza, certidumbre interna a sus propios ciudadanos.
Al menos yo no conozco un país que haya progresado sin esas tres condiciones. Esto es lo que ocurrió con los argentinos de la generación del 1880, donde organizamos el país internamente y enganchamos nuestro proyecto a la corriente más dinámica de aquella época que era la revolución industrial.
Ahora, ¿Cómo hizo esa generación para aglutinarnos a todos nosotros, si éramos todos iguales y convencernos de un proyecto en común que diese confianza? Mejor dicho, ¿Cómo hacía un gobernante en 1820 para darle una orden a un mendocino para que haga tal cosa si éste era más parecido a un chileno que a un porteño?
El camino era diferenciarnos a través de nuestros vecinos, en convertirlos en ogros. Y en exagerar las diferencias e incluso inventar nuevas. El vecino siempre nos quería robar algo: a nuestras mujeres, nuestra comida, nuestro territorio, etc. Así generamos un patriotismo.
Para 1860 tuvimos un solo ejército, una sola moneda, un solo territorio, una sola legislatura, una sola constitución, una sola aduana, etc. Entonces ahí nos preguntamos qué podíamos hacer nosotros en el mundo y descubrimos que podíamos ser el granero del mundo y desde ese proyecto exterior armamos el país. Éste proyecto necesitaba leyes firmes, estabilidad institucional, ausencia de guerras civiles, etc. Hicimos todo eso para tener un lugar en el mundo y las inversiones llegaron, es decir, confiaron. Desde 1860 a 1930, la Argentina que era nada tuvo el séptimo pbi per cápita del mundo.
En 1990 la corriente dinámica del mundo era la globalización, la cual requería integración externa y democracia interna. Capitalismo como sistema económico y la democracia como gestión política. Sobran los países que prosperaron con ésa fórmula, Chile por ejemplo. Hoy creo que la corriente dinámica del mundo requiere mayor grado de confianza, transparencia y previsibilidad interna en conjunto de una mayor dosis de integración/interconexión y escrutinio en lo externo.
Ahora, ¿Por qué cuento esto en una charla sobre blanqueo? Porque estoy convencido de que para que este proyecto del blanqueo sea exitoso el gobierno tiene que ganar confianza, eliminar miedos y empezar a contar un proyecto nacional que se una a la corriente dinámica del mundo de hoy.
Hoy la renta fija argentina, el equity y las inversiones necesitan certidumbre al respecto porque están operando en base al blanqueo. La curva en dólares hoy no opera fundamentales, opera un divague de dinero que el promedio de los traders cree que entrará.
Concretamente, mi hipótesis es que desde el gobierno deberían dejar de jugar con la información asimétrica para empezar a dar claridad y firmar documentos de compromiso de largo plazo junto con la oposición para que este primer blanqueo sea exitoso y no otro “traspié” como lo fueron las tarifas y el déficit.
Entonces, en la siguiente parte de este escrito me gustaría ahondar sobre los miedos que veo en la gente respecto al tema, tenga la edad que tengan.
¿Cuáles son los miedos del inversor hoy respecto al blanqueo?
Yo creo que son tres o cuatro ítems que a muchos les genera miedo y desconfianza, ambos provocados lamentablemente por el gobierno, al no tener un discurso común y vender el proyecto de forma poco sana cuando sale en los medios: i) inseguridad física; ii) previsibilidad política, iii) previsibilidad tributaria; iv) no saber cuál es el proyecto de país, es decir, ¿Hacia dónde vamos?
Sobre la primera, ¿Quién puede garantizar datos en Argentina cuando un periódico de mucha circulación publica un dato de inflación (sobre el cual, por ejemplo, se basa la política monetaria), dos días antes de la presentación oficial? ¿Quién va a garantizar que el dato de fulano, como pasó en Brasil, no se filtre o se venda y que fulano vea la seguridad de su familia vulnerada? Con poner un artículo en la ley de sinceramiento fiscal creo que no basta, en un país donde un banco comercial o un sitio web compra una base de datos y las mismas agencias de tributación (a nivel global) compran información a ex empleados de bancos o incluso a “hackers”. ¿No se podría dar luz o más garantías?
Sobre la segunda, ¿Quién decide exteriorizar la consulta frecuentemente de qué pasará si al año 5 llega un gobierno “neopopulista”? Pareciera poco probable pero la historia social local a veces se aleja de la sensatez, acá todo puede pasar y vienen tres años de pura competencia electoral.
En muchos individuos retumba el caso de Italia en donde al año del blanqueo el gobierno le subió todos los impuestos a quienes habían sincerado. ¿Puede pasar en Argentina? Lamentablemente sí, vivimos desde el 2001 en emergencia económica la cual iba a durar por 2 años y el IVA era un impuesto transitorio (van 20 años). Entonces pregunto si no sería posible y beneficioso que el oficialismo y oposición salgan a garantizar un gran acuerdo en donde se respete solamente bajar impuestos, imposibilidad de violar los ahorros que el ciudadano tenga afuera, imposibilidad de cobrar impuestos extraordinarios, etc, etc.
Sobre la previsibilidad tributaria. El miedo del ciudadano parece ser que, de la noche a la mañana, por necesidades fiscales y la imposibilidad de tomar nueva deuda, el gobierno decida aumentar impuestos o suplantar viejos con nombres nuevos. El sentido común diría que Argentina ya no puede usar más al tipo de cambio como ancla nominal para “ser baratos” cuando tiene una base impositiva quijotesca (cerca 37%) y otros países tienen tasas más razonables, no tienen inflación y están ordenados internamente (Australia es el mejor caso). Entonces, ¿No sería beneficioso para este primer blanqueo que haya un compromiso a disminuirlos seriamente en el corto y mediano plazo? ¿Qué opina la oposición sobre el impuesto a la renta financiera? De nuevo, necesitamos claridad, luz en temas opacos. El capital no viene solamente porque sobra liquidez en el mundo y los retornos son bajos, necesita confianza.
Y por último, algo no menor, es decir, ¿Cuál es nuestro proyecto de país, hacia donde vamos y cómo nos vamos a enganchar en la corriente dinámica del mundo actual?
Espero haber aportado algo de luz a un tema tan sensible para algunos ciudadanos argentinos que nuevamente se ven en un dilema con poca certidumbre y la amenaza latente de un mundo cada día más interconectado.
Por Javier Frachi – Master en Finanzas por la UTDT
Fuente: http://germanfermo.com/2016/08/los-miedos-sobre-el-blanqueo-gobierno-necesita-dar-confianza.html
German Fermo estará presente durante el primer día de Expo Inversiones Rosario 2016