Por Claudio Zuchovicki
Muchas veces me cuestiono por qué volvemos a cometer los mismos errores tantas veces, por qué nos aferramos a la fatídica frase que dice que “esta vez será diferente”. Nuestros instintos no cambian, tarde o temprano florece lo que somos, como individuos y como sociedad. Desde chicos nos enseñaron, con la moraleja del escorpión, que nunca dejamos de ser lo que realmente somos.
Siempre me costó entender por qué, a pesar de que vamos creciendo y adquiriendo experiencia y sabemos cómo se repiten los ciclos, cometemos los mismos errores.
Por ejemplo, confiar cuando nuestra experiencia nos dice que no hay motivos; ser ingenuos cuando nuestra experiencia nos dice: “te está mintiendo”; volver a prestar cuando la experiencia te dice: “no tiene cómo devolverte”; ir a la cancha a alentar, cuando la experiencia nos dice: “hoy nos hacen 5″; escuchar a un demagogo/a decir que lo hace por la gente, cuando tu experiencia dice que vive de la gente; promediar comprando bonos de tu país cuando la experiencia nos dice: “te van a volver a empomar”.
¿Saben cuándo nos pasa? Cuando, por arte de magia, las ganas de que algo pase pueden más que nuestra experiencia. Vamos con algunas máximas económicas financieras a tener siempre presentes.
1) No importa la probabilidad de ocurrencia de un evento si sus consecuencias son demasiado costosas para afrontarlas. Por más que nos digan: “¡Dale, jugate, solo le salió mal al 0,02% de las personas”, si justo nos toca a nosotros el costo es impagable; entonces, no vale la pena arriesgar por más fácil y divertido que parezca.
2) Los que hablan mucho es porque no saben; los que saben, no hablan mucho. En las finanzas, el que da largas explicaciones es porque no piensa cumplir con sus obligaciones. Y si reparte culpas entre otros, no le prestes dinero. A alguien así le puede ir bien o mal, pero nunca se va a hacer cargo de sus responsabilidades. Se siente víctima y no protagonista de sus actos.
3) Es saludable ahorrar en acciones de empresas que buscan siempre crecer e innovar. Sí a ser socios de los que producen lo que los ciudadanos eligen consumir. Pero cuidado con ahorrar en bonos de un país cuyos habitantes consideran injusto devolver al que prestó. El Estado malgasta y resulta que la culpa es del ahorrista que lo financia.
4) Hay países en los que se respeta la propiedad privada y se valoran el esfuerzo y los méritos para conseguirla. La justicia cumple su función cuando defiende el producto del esfuerzo ante la arbitrariedad del poder. En esos países vale la pena ahorrar, ser propietario de un bien que genera flujos o renta. Pero hay países en los que no se valoran el esfuerzo y el mérito. Si se logra tener activos, cobran tantos impuestos que se terminan quedando con la renta producida. Si hay un pleito entre el deudor y el acreedor, siempre fallan a favor del deudor; entre el inquilino y el propietario siempre fallan a favor del inquilino; y entre un empleado y un empleador, siempre deciden a favor del empleado. En estas sociedades conviene ser deudor y no dueño, porque tarde o temprano terminás siendo inquilino del Estado. Son lugares para especular, no para ahorrar.
5) Los ciclos generalmente se repiten: se pierde el crédito y la reputación por incumplimiento de deudas y la moneda se deprecia. Los ciudadanos se sacan los pesos de encima confundiendo ahorro con consumo; así, sube la demanda de bienes a una velocidad tal que no hay capacidad productiva para abastecerla. Los precios son baratos en dólares y eso agrega demanda de los ciudadanos de países vecinos, generando un alza de precios adicional. Se cree que la economía está creciendo, pero se está descapitalizando. Por la falta de crédito más las limitaciones en las importaciones de suministros y viejos pleitos con sus exempleados, las empresas prefieren no aumentar la producción, y suben los precios. Muchas deciden frenar ventas y guardar stock. Esa constante suba de precios debilita el poder adquisitivo. ¿Entonces qué? Viene la “recesión”. Se caen las ventas y las empresas no saben qué hacer con ese stock acumulado.
No importa lo que digan los libros ni lo que diga el dirigente de turno. Acá es así, porque somos así.
Cuando alguien tiene que aclarar que no te va a robar, es que pensó en hacerlo. Cuando alguien tiene que aclarar que los depósitos son intangibles, es que… Cuando alguien tiene que aclarar que no piensa devaluar es que… Cuando alguien tiene que aclarar que no ajustará, es que se viene la licuación de salarios y jubilaciones.
6) La reputación se mide por lo que se hace, no por lo que se dice. El prestigio vale mucho más que cualquier suma de dinero. Crear una empresa o emprender lo puede hacer cualquiera, con algo de dinero y coraje. Perdurar y trascender es otra cosa, se necesita crédito monetario y crédito social, o sea, ganarse la confianza del prójimo, y eso se logra con valores no monetarios. El prestigio no se compra ni se vende.
Voy a usar un ejemplo numérico: “Le preguntaron al gran matemático árabe Al Khwarizmi sobre el valor del ser humano y respondió: si tiene ética su valor es igual a 1. Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será 10. Si además es rico, agréguele un cero y su valor será 100. Si además es una buena persona, agréguele un cero y su valor será 1000. Pero si pierde la ética, pierde el 1 y perderá todo su valor, pues solo le quedarán los ceros”.
Si como individuos o como sociedad perdemos el sentido de la ética, el resto de nuestros activos terminará valiendo poco y, a pesar de tener un buen negocio o de vender algo bien barato, no habrá inversores dispuestos a acompañarnos. Tenemos un gran país, pero estamos flojitos en ética y moral. Será por eso que los argentinos ahorramos en dólares, o sea, preferimos financiar el déficit americano que el local.
7) Escribió Juan Bautista Alberdi: “Recordemos a nuestro pueblo que la patria no es el suelo. Tenemos suelo hace tres siglos y solo tenemos patria desde 1810. La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización, organizados en el suelo nativo, bajo su enseña y en su nombre”. No se enamoren del suelo, la convivencia hoy está en la nube, quizás parezca un tema solo anecdótico, pero me parece un resumen del futuro: Google, Facebook, YouTube, Netflix, Twitter no tienen suelo, no tienen tierra; viven en mi celular, vienen conmigo adonde voy. Uber no es dueña de los autos que ofrece, ni Airbnb es dueña de las propiedades que alquila, ni Amazon de la mercadería, ni Spotify de la música, ni TikTok de las historias publicadas. Pasamos de la generación de propietarios a la de usuarios.
En nuestro hermoso país, mientras que la justicia y los dirigentes no cuiden al que se esfuerza y desarrolla los méritos para progresar, mejor ser usuario que propietario.