Antes del sinceramiento fiscal había u$s450.000 millones de argentinos en el exterior, y la mitad estaba «en negro». El núcleo duro que todavía «resiste». Países que lanzaron una medida similar redujeron mucho más el stock de dinero fuera del sistema formal
El dato clave del día después del blanqueo no pudo ser dilucidado ayer por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, cuando la prensa le preguntó cuánto dinero «negro» de argentinos quedó afuera después del sinceramiento fiscal.
El funcionario soltó que no tenía esa estadística, algo que si bien podría ser cierto, no deja de esconder un número que viene circulando en el mercado y que es tomado como la «Biblia» por los especialistas en temas tributarios.
En concreto, tomando cálculos del economista Orlando Ferreres, Tax Justice Network, el difunto think tank Cefid-Ar, había alrededor de u$s400.000 millones y u$s450.000 millones de argentinos en el exterior, sumando el dinero declarado y no declarado. Según el último dato del Indec de julio del año pasado, estimaba en u$s232.411 millones las tenencias de los ahorristas locales afuera, una cifra que -según el consenso de los especialistas- está muy subvaluada.
De todas formas, según estos mismos guarismo, de los u$s 450.000 millones que había en el exterior, la mitad estaba sin declarar. Por ende, luego del blanqueo que acaba de terminar en la Argentina, aún hay alrededor de u$s 100.000 millones que decidieron no ingresar y mantenerse en el anonimato fiscal.
Si bien el sinceramiento fiscal que lanzó en un su momento el otrora ministro Alfonso Prat Gay junto a Alberto Abad fue exitoso en términos del volumen que recaudó (u$s 116.800 millones), lejos fue de ser el «más grande del mundo» como se insinuó en un primer momento.
– Indonesia cerró hace un par de días su blanqueo mediante el cual ingresaron u$s350.000 millones
– Además, el monto representó para ese país el 40% del PBI, mientras que lo que recaudó Argentina es la mitad en términos del Producto
– Chile, que en 2015 cerró su sinceramiento, sumó u$s20.000 millones. Pero, en realidad, era casi la totalidad de los activos sin declarar de los chilenos en el exterior
-En términos relativos, el blanqueo local fue peor que el de Chile, Brasil (que se reabrió hasta finales de julio), el de Colombia que está cerrando en breve y todos los europeos (Alemania, España e Italia) porque precisamente la mitad del stock que estaba sin declarar quedó en el ostracismo fiscal (algo que no sucedió en esa magnitud en los casos anterior).
Una visión crítica sobre lo que terminó siendo el blanqueo que acaba de cerrarse corrió por cuenta de Martín Litwak, socio fundador de Litwak & Partners.
El especialista dice que el Gobierno eligió el «discurso del miedo» y de esta manera impidió que el fisco y el contribuyente se “amigasen”, o al menos hicieran una tregua, algo que si sucedió en Chile y en Colombia.
«Mandar cartas intimidatorias, tocar timbres en barrios privados, operar permanentemente en la prensa son cosas que dejan secuelas. La inmensa mayoría de la gente ingresó al blanqueo por miedo, y no por convencimiento», asevera el abogado que tiene oficinas en Buenos Aires, Montevideo y Miami.
«Esto implica que muchos de los que entraron ya están pensando cómo seguir produciendo dinero ‘en negro’ y qué hacer con él. Esto es algo que se podría haber evitado actuando de otra manera», reconoció.
En tercer lugar, agrega Litwak, la parte del dinero sincerado que realmente ingresó el país -ya sea a través del pago del impuesto extraordinario como de la compra de bonos o la inversión en fondos- es extremadamente baja.
«Esto no solo es algo malo en sí mismo, sino que es preocupante a la hora de analizar si realmente van a llegar inversiones extranjeras en el corto plazo. Si los propios argentinos no están invirtiendo en el país, es difícil que otros lo hagan», aseveró.
¿Porqué entraron los que sí lo hicieron? Es más probable que haya sido por las condiciones internacionales, que cambiaron para peor para los que buscan no declarar patrimonios, que una mayor confianza en el país.
En estos últimos años el mundo avanzó a gran velocidad hacia una transparencia fiscal generalizada y casi absoluta.
El último y a su vez el mayor exponente de esta tendencia es el “Common Reporting Standard” (“CRS”) promovido por la OCDE y suscripto por más de 100 países, incluyendo a la Argentina.
De acuerdo con CRS, los fiscos de estos países –entre los cuales no se encuentra Estados Unidos- van a intercambiar información de depósitos en entidades financieras de extranjeros en forma automática a partir del año en curso.
«Esta tendencia, que es absolutamente irreversible, implica que, si el contribuyente argentino que estaba dudando entre participar o no de la amnistía fiscal miraba la coyuntura internacional, la decisión sería ingresar a la misma», destacó Litwak.
Y eso fue lo que pasó. Según el especialista, la gente entendió que lo que pasa en el mundo es en definitiva más relevante que lo que se vive a nivel local y, ante la posibilidad de que en el futuro cercano el fisco argentino recibiese información acerca de sus activos no declarados, optó por acogerse al programa.
Con respecto a los que se quedaron afuera, seguramente, no fue ni será la última vez. Y así lo demuestra la historia: hubo blanqueos durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Cristina Kirchner. Mediante el sinceramiento de 2009 ingresaron u$s 4.300 millones y el último intento kirchnerista -entre 2013 y 2015- recaudó escuálidos u$s2.200 millones mediante los Cedin y los Baade.