Viaja a EE.UU. como última alternativa para recrear confianza perdida, Quiere presentar ante operadores de Nueva York el nuevo acuerdo con el FMI, más creíble. Para esto necesita que el organismo lo apruebe en no más de 10 días.
Mauricio Macri se jugará su credibilidad final ante los mercados financieros internacionales en Wall Street. Será antes de fin de mes en Nueva York; y para ese momento, el presidente argentino quiere tener el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya firmado, y el acuerdo político por la aprobación del Presupuesto para 2019 cerrado y encaminado. El jefe de Estado, tal como adelantó este diario, se presentará en persona en al menos cuatro encuentros con financistas y hombres de empresas en Nueva York, cuando viaje a la Asamblea Anual de las Naciones Unidas, un evento del que hubiera preferido prescindir, pero del que finalmente participará. La crisis local, ya sin posibilidades de adjudicar sus causas a ningún otro efecto que no sea el criollo, y la decisión de Macri de ser él personalmente el que salga a defender la estabilidad de su plan económico hicieron que el Presidente cambiaria de opinión y se pusiera al frente de la misión de convencimiento y recuperación de la credibilidad.
Macri tiene ya preparados dos desayunos de trabajo con inversores internacionales. Uno organizado por el Blackrock y otro, por el fondo Templeton, dos de los que más colaboraron en los tiempos de crisis financiera comprando las ofertas de emisión de deuda que desplegó el Banco Central desde que Luis Caputo ocupa el sillón presidencial. Se están organizando además otras dos reuniones, ambas con invitación a operadores y fondos de inversión con sede en los Estados Unidos; en este caso, con dos bancos de primera línea como anfitriones. En todos, el orador será el propio Macri, secundado por sus funcionarios más importantes en el manejo de la economía, pero como «chaperones». La idea es que sea él mismo en persona el que conteste preguntas y le haga frente a la adversidad. Aparentemente, el resultado algo desilusionante de la presencia del vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, de la semana pasada hizo que Macri decidiera ponerse las explicaciones al hombro. Fue así incluso que optó por dar personalmente la cara ayer por la mañana antes de la apertura de los mercados, en una fallida presentación de llamado a la tranquilidad del público y los operadores, la que evidentemente no cumplió con su objetivo.
Macri quiere llevarles a los operadores la certeza absoluta, no sólo de la imposibilidad del país de caer en default, sino que los nuevos términos del entendimiento con el FMI serán cumplidos. Y que ya no habrá nuevas desviaciones, como las que llevaron a no poder alcanzar las metas negociadas en junio pasado, y que derivaron en el récord absoluto de un país que incumple lo firmado antes de los seis meses.
Macri necesita que antes del viaje a Nueva York, preparado para la última semana de septiembre, el directorio del organismo termine de aprobar un nuevo Memorándum de Entendimiento con metas generales más creíbles que las que se presentaron en el acuerdo de junio. Se sabe que las negociaciones con el organismo que maneja Christine Lagarde durarán unas dos semanas, y que lo más difícil será convencer a países de posiciones más conservadoras como Alemania, Holanda, Japón o Gran Bretaña sobre la necesidad de discutir nuevas pautas. La esperanza en este sentido es una sola: la capacidad infinita de Lagarde de ejecutar su gran apuesta política de rescatar a la Argentina de la crisis y anotarse una victoria personal en su historia como directora gerente del FMI.
Macri y su equipo económico confían en que el nuevo Memo para ser creíble necesitará como componente fundamental las garantías de que la meta de un déficit fiscal primario para 2019 de 1,3% del PBI será cumplida. Y para esto Macri piensa llevar bajo el brazo algún tipo de preacuerdo político entre los gobernadores y los referentes legislativos de la «oposición racional» (léase, no kirchnerista) para la aprobación de un Presupuesto para 2019 que garantice ese déficit. El Presidente tendrá como principal aval para la promesa que hará en Washington el resultado proyectado para este año, de un déficit de 2,4% del PBI, cuando la meta original acordada con el FMI era de 2,7%.
Como tercer argumento, Macri llevará a los oídos de los inversores externos la manera en que se fue negociando con el FMI el proceso de desmantelamiento de la bomba de las Lebac; un instrumento del que, por otro lado, muchos de sus futuros interlocutores participaron entusiastas en los días de tasas en pesos altas, dólar congelado y bonos del Tesoro de EE.UU. de rentabilidad negativa. Deberá esperarse Macri en este capítulo: los inversores extranjeros desconfían, y mucho, de la manera en que Argentina piensa cambiar los vencimientos de Lebac en pesos con otros en la misma moneda, cuando los tenedores cuentan con la posibilidad de acceder a los dólares que aportan las reservas del Banco Central. Más cuando Argentina se había comprometido a desmantelar la bomba con recursos genuinos, no con los ahorros del Central que, en gran parte, son enriquecidos con los aportes del FMI. En otras palabras, Macri deberá explicar por qué la devaluación es en este sentido proactiva, pese a sus efectos inflacionarios.
Supone Macri que con todos estos argumentos alcanzará. Pero aún hay una carta final para jugarse en Estados Unidos: un contacto directo con Donald Trump a través de las gestiones que está haciendo el secretario del Tesoro Norteamericano, Steven Mnuchin. Este último fue uno de los artífices de la aceptación del FMI del cambio de cronograma de desembolsos al país, luego de hablar con Trump sobre la necesidad de ayudar, otra vez, a la Argentina para que no caiga en una crisis más. Mnuchin tiene en carpeta algo más: un dinero de potencial ayuda al país si la situación continúa complicándose y los mercados siguen jugándole en contra al Gobierno de Macri. En los exel oficiales de EE.UU. figuran entre 8.000 y 10.000 millones disponibles para un país amigo que, entre otras cuestiones, es el contrabalance en la región contra Nicolás Maduro y su régimen venezolano. Por ahora, Macri no quiere esta opción. Ya la había tenido en junio pasado, cuando optó por el retorno del país al FMI. Pero si el nuevo Memorándum no alcanza, el Presidente no tendría más opciones que aceptar la ayuda de su amigo americano. Y quizá, de algún tipo de aporte multilateral de bancos internacionales.
Macri confía mucho en los resultados de este viaje a Estados Unidos. Al punto de considerarlo casi como un relanzamiento de su gestión económica ante el mundo. Luego, y si tiene éxito, para su regreso a Buenos Aires, su propio gabinete está en la mira.
Fuente: http://www.ambito.com/932215-macri-confia-en-revancha-luego-de-convencer-a-auditores-de-wall-st