Peronia tiene cuatro clases sociales: los ricos, los pobres, los políticos y las ovejas, quienes con su trabajo bancan a las otras tres y precisamente, la sorprendente reforma tributaria de Mauricio Macri no hace otra cosa que reforzar este cruel y añejo principio. Las cuentas en este país se ajustan siempre por el eslabón más débil, aquél que se percibe como manso, tranquilo y no quilombero. Ninguna oveja va al Obelisco a cortar la 9 de Julio, o pinta el Cabildo o incendia Plaza de Mayo, tampoco vi a un jubilado que lo hiciera, lo nuestro es agachar la cabeza y laburar para que otro se la gaste, hasta que nos extingan a fuerza de impuestos. Este es el principal problema de las democracias berretas como la argentina, uno se conforma votando al menos peor y hasta esa mediocridad por momentos, nos da la sensación de bienestar frente al infierno que representa la alternativa. Parecería que como sociedad estamos condenados a divagar entre irrelevancia y delincuencia, en un ciclo despiadado que cada diez años nos estrangula. En estos días quedaron en evidencia tres cosas: a) lo caro que es mantener al fisco, b) lo mal que se asignan los recursos, c) un elefante lento y pesado nos cobra impuestos confiscatorios y ni siquiera puede garantizar el tránsito libre por una vía pública, sin piquetes. Eso sí, a la hora de gravarnos hasta los dientes te narran el cuento chino de que debemos converger a la estructura tributaria de Noruega, un chiste y a esta altura, una formidable falta de respeto proveniente de una casta política con delirios africanos que se está gastando la poca que queda. Tengo la preocupante sensación de que los políticos están subestimando “convenientemente” los potenciales males de nuestra lotería fiscal y nadie le cuenta a los argentinos de los verdaderos riesgos que esta inacción implica. Si este experimento sale otra vez mal, los políticos como siempre, se irán en silencio silbando bajito. Sin embargo, ahora post-blanqueo, existe un stock adicional de 100.000 millones de dólares confiscable ante cualquier emergencia: ¿o me van a decir que están protegidos por la seguridad jurídica de un estado hambriento y en bancarrota que alimenta una permanente incertidumbre tributaria? La estrategia oculta del sinceramiento fiscal se ve ahora con suma y aterradora claridad: blanquear, enjaular y esquilmar. Habiendo sabido esto a la hora de elegir, por ahí, votábamos otra cosa, una lástima que este gobierno tan políticamente correcto no lo haya aclarado antes, no creo que sea por mentirosos, seguramente se les olvidó. Si cada voto de oveja o jubilado que se pierde financia 1.000 voluntades peronistas que se ganan en el Conurbano, queda clara la apuesta de Cambiemos: long “cloacas”, short “jubilados y ovejas”. Por si no lo notaron todavía, los ovinos hemos sido entregados a las hordas del populismo.
¿Gradualismo o inacción? El mensaje oficial parecería simplificarse: “compatriotas, tranquilos, todo está bajo control, en cinco años convergeremos a fuerza de puro rebote”. Un discurso similar al que articuló el equipo K en retirada, pocas cosas han cambiado a pesar del chamullo M, somos todavía un fenomenal espejismo egipcio resumido en esta metáfora: “estoy sin laburo pero decidí no reducir un solo gasto familiar, triplicar el tamaño de mi casa, renovar todas las cloacas del vecindario, cambiar el auto, irme de vacaciones a Europa y encima hacer un pileta de natación en el jardín, financiándolo todo con tarjeta de crédito y mientras tanto, cruzo los dedos esperando conseguir un trabajo de gerente que me quintuplique los ingresos; si este escenario de “ascenso laboral” no se diese, entraría en bancarrota, pero tranquilos, nunca debemos perder la fe”. A dos años de gestión no tenemos un plan económico y esto nos costó el debilitamiento de la estrategia monetaria. El BCRA había ganado merecidamente credibilidad, pero en estos últimos meses y a mi pesar, la está perdiendo aceleradamente. La política monetaria está fracasando presa de una dominancia fiscal sumamente condicionante, y esta derrota no nos está siendo gratis: el déficit cuasifiscal sigue creciendo. Deberíamos comprender que en un país tan histérico como el nuestro, a la esperanza hay que ayudarla con decisiones valientes, costosas y a esta altura, ineludibles. Dejemos de perder tiempo en maquillaje y empecemos de una vez a resolver nuestros dramas, o se vendrá inexorablemente la noche.
¿Ironía?: para sobrevivir el gradualismo necesita un “shock” de suerte. Es paradójico que un Gobierno que se hizo famoso por ser gradualista y lento, requiera para sobrevivir de un shock de suerte representado por un PBI rebotando por largo tiempo a tasas chinas y un contexto internacional que ni se atreva a estornudar. Ojalá ocurra, pero ciertamente no es el único escenario posible, ¿qué tal si la suerte se nos extingue? Si la “lotería del rebote sostenido” a la que apuesta Macri no nos juega a favor, podríamos culminar estrangulados en un cocktail de atraso cambiario, endeudamiento externo y déficits gemelos, película conocida en nuestra larga historia de derrotas. Definir a este “no plan” como gradualismo es incluso una subestimación a la inacción fiscal y a las múltiples loterías a las que nos expone. La falta de audacia y permanente actuación de lo “políticamente correcto”, nos deja sumamente vulnerables a mediano plazo. Nada es gratis en economía, “comprar rebote económico” implica a la vez “asumir enormes riesgos de endeudamiento” y “descalce cambiario a futuro”. Veo a mucho personaje festejar el pacto fiscal, en este sentido les recuerdo que es sólo eso, una expresión de deseo para provincias voraces y quebradas, ergo, otra lotería más a la que apuesta nuestro presidente.
Peleados con “la suma y la resta”. Si concibiésemos a la Argentina como un portafolio, el mismo exhibiría tres debilidades: a) endeudamiento y déficit, b) exposición a shocks en tasas de interés y commodities, c) apuesta a rebote salvador del PBI. Un asset manager profesional nunca estructuraría una cartera de semejante forma dado que violaría principios básicos de inmunización y diversificación. Sin embargo, ningún político está advirtiendo a una sociedad totalmente desinformada respecto a los riesgos que esto implica, hasta los municipios se están financiando ya con deuda externa y me cuentan por TV que me quede tranquilo porque se viene un pacto de responsabilidad fiscal para atacar el “rojo”. Si bien de los políticos no se puede esperar nada, sería útil que la prensa se involucre en contarnos todo lo que podría salir mal, para que en vez de festejar un rebote, resaltemos los riesgos a los que nos expone. Desde octubre, el gobierno fue una máquina de dilapidar capital político y hacer errores no sólo en lo económico, desdibujándose en todos los frentes. Antes el cuento era que no tenían mayoría, ahora ganaron una elección y siguen sin embargo, anclados a una sanata eterna, ajustando siempre a la misma tuerca hasta falsearla. En ocasiones, hacer la plancha en todas las dimensiones puede jugarle en contra “a la lotería M”, resultando en el peor de los mundos.
A la suerte hay que ayudarla. En finanzas, ningún escenario es totalmente cierto, la incertidumbre domina nuestra forma de pensar al punto que uno se acostumbra a una pregunta muy sana: ¿qué es lo peor que pudiera ocurrir? De acuerdo al gobierno, parecería existir un escenario base de fuerte rebote económico que se toma como único posible y por lo tanto, con probabilidad 100%. Nunca nos cuentan lo que podría salir mal porque el objetivo es ganar las elecciones del 2019 y hablar de riesgos siempre ahuyenta a nuestro populistamente sobornable electorado. El escenario oficial tiene un tentador círculo virtuoso, electoralmente muy vendible para el corto plazo: un gasto que no se toca es licuado por un PBI rebotando efímeramente, estabilizando en un acto de magia a nuestros principales males, sin necesidad de ajuste. Sin embargo, Argentina enfrenta una secuencia probabilística de diversos eventos: algunos positivos, otros no tanto y finalmente un puñado con perfiles altamente negativos. Para un modelo que apuesta exclusivamente a una lotería favorable resultaría eficiente ir ayudándolo a lo largo del tiempo para incrementar la probabilidad de que dicha situación ocurra, la disciplina fiscal precisamente, sería una forma de “desloterizarnos”. Lamentablemente, no hay un solo político pensando en achicar el gasto para independizarnos de la benevolencia, la inacción actual debería mutar a algo bastante más agresivo y mientras tanto, por los próximos tres años, Wall Street que está comprado Argentina hasta los dientes, seguirá vendiéndonos como la nena bonita de emergentes, escondiéndole al mundo la lotería que somos.
Los costos de la inacción los pagan siempre los mismos tontos. No todo es gradualismo, para gastarse la nuestra y endeudarse, van a puro shock. Impuestazo 1: para un pequeño grupo de ovejas, el impuesto a la renta financiera y la eliminación de topes previsionales generará una formidable suba en el impuesto efectivo. Si antes el 35% les parecía mucho, váyanse acostumbrando ahora a un lapidario 45%, sin una sola contraprestación a cambio. Uno paga y no recibe ninguna mejora de servicios públicos, todo se funde en un gigantesco agujero negro, o si quieren esta vez, amarillo, para estar a tono con la moda política, los metrobuses, las bicisendas y los globos. Esta realidad sirve para entender que los ovinos constituyen una especie relegada a la condición de sub-ciudadano por una sencilla razón: somos tan pocos que no le importamos a nadie. Entonces, si votaron a Macri reclamando una baja en la presión tributaria les comento que nuestro presidente ha decidido confiscarnos muy sustancialmente en la dirección opuesta, la presión al rebaño será febrilmente despiadada y muy superior a los temibles tiempos K. Impuestazo 2: sería útil que los jubilados también se acostumbren al shock generado por el nuevo ajuste propuesto en los haberes, el acuerdo de reparación histórica que se utilizó para justificar moralmente al sinceramiento fiscal probablemente comience a diluirse a lo largo del tiempo, otro espejismo M. Moraleja: los últimos setenta años de nuestra historia demuestran que hasta que no comencemos a reducir los costos del estado, nada funcionará y lo único que haremos es perder el tiempo creando distorsiones en torno a un drama no resuelto: la Argentina M no es otra cosa que una riesgosísima combinación de múltiples loterías que sólo apuestan a la suerte.