Mientras que las cotizaciones alternativas de la divisa registraron máximos históricos en la última semana, se tensó la brecha cambiaria y los activos externos de la entidad cayeron a un mínimo en cinco años
El 2022 empezó complicado en términos financieros. Una de las novedades salientes pasó por el mercado cambiario, donde la cotización de los dólares que se negocian por fuera del “cepo” oficial anotaron nuevos máximos nominales el pasado jueves.
Aunque el tipo de cambio libre avanza en enero a menor ritmo que la inflación -un 2,8% contra un 4% estimado-, se tensa la ya muy amplia brecha cambiaria, por encima del 100%, después de haber tocado el 120% antes del anuncio de un acuerdo entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Detrás de esta escalada del billete verde hay una contratacara, que es la de la debilidad de las cifras del Banco Central en su balance. Hay seis flancos débiles que explican en buena parte porque hay tanta presión alcista para el dólar libre.
1- Sin reservas “líquidas”. El BCRA cuenta con cerca de USD 38.000 millones en activos internacionales, pero la mayor parte de este monto corresponde a préstamos realizables en divisas, como el “swap” de monedas con el Banco Popular de China. Las reservas netas de la entidad, es decir aquellas sin contrapartida de alguna deuda asentada en el pasivo, están constituidas por oro. Y las estrictamente líquidas, para el pago de deuda pública y la intervención directa en el mercado, ya son negativas.
Según la Consultora 1816, las reservas netas alcanzaban el 20 de enero a USD 1.513 millones. Pero si se descuenta la tenencia de oro (por unos USD 3.418 millones) y Derechos Especiales de Giro (DEG) activos del FMI, las líquidas son negativas en unos 2.579 millones de dólares.
2- Fuertes vencimientos de deuda. El Tesoro utiliza los DEG y dólares en poder del BCRA para pagar deuda pública externa. Entre enero y marzo recaen vencimientos por unos USD 4.800 millones, lo que vuelve imperioso que el BCRA consiga comprar divisas en el mercado mayorista, merced a las importantes liquidaciones que pueda efectuar el agro por sus exportaciones.
Por eso, el Gobierno decidió cerrar un nuevo acuerdo de entendimiento con el FMI, ya que no está en condiciones de afrontar los pesados compromisos de pago incluidos en el pacto de 2018. Según ese acuerdo, debería pagar al organismo, entre capital e intereses, USD 19.020 millones el 2022, USD 19.270 millones en 2023 y USD 4.856 millones en 2024. Y ahora podrá honrarlos con nuevos DEG del organismo en cada vencimiento, pero no recibirá dólares para intervenir en el mercado o pagar deuda a privados.
Además, hay que recordar que el Gobierno fijó una fecha límite en su acuerdo puente con el Club de París cuando prorrogó vencimientos por cerca de USD 2.000 millones. Se estableció el 31 de marzo de 2022, fecha para la que Argentina ya debería contar con un acuerdo con el Fondo Monetario.
3- Endeudamiento récord. Los pasivos que emite el Central para reabsorber el excedente de pesos suman cerca de $5 billones, unos USD 47.000 millones al tipo e cambio oficial que exceden largamente las reservas internacionales brutas.
La abundancia de pesos sin respaldo tiene un origen claro: un déficit fiscal que se sigue cubriendo en mayor parte con emisión espuria y también la inyección de moneda por las compras netas de divisas en el mercado mayorista.
Este monto de deuda “cuasi fiscal” del BCRA, por las Letras de Liquidez (Leliq) y Pases pasivos alcanza al 11% del PBI y es muy difícil de reducir por una licitación cambiaria (una fuerte devaluación), debido al pago de intereses derivado de las tasas de interés del 40% nominal anual, que acrecientan la deuda por más de $100.000 millones al mes.
“Estos datos muestran que el endeudamiento del sector público nacional sigue creciendo. Lo que cambió fue su composición. A raíz de que la Argentina reprogramó su deuda tiene acceso muy limitado al crédito vía títulos públicos. Con mucho esfuerzo se llega a colocar nueva deuda en el mercado financiero local que apenas alcanza para cubrir los vencimientos de la deuda vieja. Por esto, prácticamente la totalidad del déficit fiscal se cubre con emisión monetaria. Para evitar que la emisión exacerbe la inflación, el Banco Central absorbe los excesos de moneda en el mercado colocando Leliq y Pases. En los últimos dos años esta absorción duplicó la deuda del Banco Central”, puntualizó un informe de Idesa (Instituto de Desarrollo Económico y Social).
4- Volvió el turismo emisivo. La crisis económica las medidas de aislamiento por el Covid-19 atrofiaron la salida de divisas de la economía por viajes y consumos de argentinos en el exterior. Hay que recordar que el turismo llegó a demandar hasta USD 11.000 millones anuales antes de la crisis cambiaria de 2018.
Este ítem, paulatinamente, está empezando a recobrar relevancia. En el último año, el déficit por turismo en la cuenta servicios alcanzó unos USD 2.300 millones y es probable que siga en ascenso en los próximos meses. Aunque no es un monto determinante para una economía con un PBI estimado en unos USD 430.000 millones, en este contexto, representa un factor de riesgo para el balance del Central, escaso de divisas.
Ecolatina consideró que “el freno del turismo internacional en los últimos casi dos años fue un aliciente para las cuentas externas en un país que exhibía una salida neta anual de turistas cercana al millón de personas. Al ‘cerrarse esta canilla’, estimamos que se habrían ahorrado entre USD 2.000 a 3.000 millones por año por esta vía y el peso del turismo y viajes en el déficit comercial de los servicios se redujo a la mitad entre 2020 y el tercer trimestre de 2021″.
“Si bien, como se mencionó previamente, el freno en el turismo internacional ayudó a fortalecer el superávit de la cuenta corriente en los últimos dos años, en el horizonte aparecen luces de alarma. El balance cambiario que publica el BCRA sugiere que la salida de dólares por esta vía se aceleró en octubre y noviembre, tendencia que habría mantenido al cierre del año y seguirá, al menos, en los próximos meses teniendo en cuenta el relajamiento de restricciones que se dio incluso con la nueva ola de casos a nivel mundial”, añadió Ecolatina.
5- Menores ingresos que en 2021. También hay que tener en cuenta que la economía doméstica puede sufrir este año cierta estrechez en el ingreso de dólares por un eventual impacto de la sequía -dado que las exportaciones del agro y derivados industriales son el sostén del superávit comercial-.
Además, este año los ingresos fiscales estarán reducidos porque no contarán con el aporte extraordinario de los DEG del FMI -unos USD 4.300 millones en 2021- y el “aporte solidario” del impuesto a los grandes patrimonios.
Para GMA Capital, el “2022 no contaría con la ayuda de los DEG y del Aporte Solidario. Para colmo, la sequía dejaría daños colaterales sobre la cosecha, la oferta de dólares, la recaudación y la actividad en general. Por estos motivos adicionales a la incertidumbre en torno a la negociación con el FMI, las variables financieras se recalentaron: el riesgo país rozó los 1.900 puntos básicos y el dólar se acomodó en el umbral de 220 pesos″.
Invecq Consultora Económica precisó que “el 2021 en lugar de haber sido un año de corrección de las finanzas públicas ha sido un año de desajuste en términos estructurales. De cara al nuevo año, lo que suma preocupación, es que para que el déficit no aumentara se requerirían una gran cantidad de reformas y cambios en la política de gasto público que hoy no parecen estar en el radar del Gobierno. Hay que tener en cuenta además que este año los ingresos tributarios serán al menos un 0,8% menores a los del año pasado como consecuencia de una reducción en la recaudación por retenciones (por menores precios y menores cantidades en caso de que la sequía continúe) y la ausencia del impuesto a la riqueza que el año pasado aportó algo más de medio punto del PBI”.