Un informe del INTA indica que existe un 80% de probabilidad de que el fenómeno continúe. La siembra de trigo cayó en un millón de hectáreas y proyectan menos exportaciones del cereal.
Argentina atraviesa el tercer año consecutivo bajo el fenómeno climático de La Niña. No es poca cosa. Quiere decir que desde hace tres campañas agrícolas su territorio está siendo afectado por lluvias menores al promedio histórico, con los efectos negativos que conlleva en cualquier actividad agropecuaria.
La escasez de precipitaciones promete seguir en los próximos meses y a corto plazo no se avizora una normalización de los volúmenes de lluvia. Según un informe del Instituto del Clima y Agua del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), hay entre 70% y 80% de posibilidades de que la sequía se extienda durante los meses de la primavera e incluso hasta inicios del verano.
“Desde fines del invierno del 2020 se han instalado condiciones frías en el Océano Pacifico Ecuatorial asociadas a la fase La Niña del fenómeno”, explicó la meteoróloga a cargo del estudio, Natalia Gattinoni. “En todos estos meses -agregó- la atmósfera no ha dejado de responder a este enfriamiento y esto lo vemos reflejado en los patrones de los vientos ecuatoriales y la nubosidad. En las últimas semanas las aguas se han vuelto más frías”.
Por esto, dice Gattinoni, “se está transitando a una primavera y un fin de año con condiciones frías del Océano Pacífico Ecuatorial, con intensidad entre débil a moderada”. Así las cosas, “la probabilidad de ocurrencia de La Niña es de un 70% a un 80 %, cerca del doble de la probabilidad calculada según los datos históricos”. La ocurrencia de lluvias inferiores a las normales sobre el este y norte argentino es más probable durante la primavera e inicio del verano, con temperaturas medias entre normales a más frías.
Panorama complejo
Ante este panorama, los efectos nocivos y sus consecuencias se contabilizan a medida que pasan los días y las lluvias no llegan. Según detalló a este medio el Jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), Cristián Russo, las primeras consecuencias de esta merma en la oferta hídrica en esta nueva campaña agrícola puede verse con claridad en el trigo, cuya caída en el área ocupada respecto es de un millón de hectáreas hasta las 5,9 millones.
“El potencial productivo de esta campaña habla de 17 millones de toneladas, mientras que el año pasado la producción fue de 23 millones. Estamos viendo una situación complicada; el panorama es complejo, con una reducción importantísima (en las estimaciones productivas) y todo por efecto de la sequía”, marcó Russo. Hay 1,8 millones de hectáreas implantadas con trigo en condiciones regulares a malas debido a que gran parte de la región pampeana y del norte del país sufre esta condición.
Russo puntualizó al norte bonaerense y al centro-sur de Santa Fe como zonas especialmente afectadas por La Niña,. En algunos puntos, como Pergamino, hace tres meses que no hay lluvias que superen los 5 milímetros y en otras localidades ni siquiera hubo precipitaciones.
“La región no solo tuvo un invierno complicado, sino que hubo un faltante de agua muy marcado durante el otoño, que es cuando se esperan las lluvias para recomponer las reservas de agua en los suelos. Eso no pasó y se registraron faltantes de hasta 200 milímetros en la región pampeana. Es el efecto que se está viendo, sumado a un verano complejo y de que hace 20 meses que viene complicado por las dos Niñas que sucedieron”, concluyó Russo.
El último informe GEA de la Bolsa rosarina aporta algunos datos contundentes. Por caso, que las proyecciones de siembra de maíz en la zona núcleo caerán 15%, que el 65% de los los suelos de esa zona, Córdoba, Santiago del Estero y Chaco tiene reservas hídricas mínimas y napas retrocediendo y que en la franja central de la región los cuadros regulares y malos de trigo llegan al 50 por ciento.
“El recurso más necesario”
Por eso la presidenta de la Confederación de Asociaciones Rurales de Sante Fe (CARSFE), Sara Gardiol, ve una menor área sembrada con trigo en la provincia. El contexto climático y también el económico empujaron a los productores de la provincia a inclinarse por cultivos como el girasol de cara a la campaña gruesa, a la espera de que lleguen las lluvias.
“Se necesita una lluvia tranquila. 50 o 60 milímetros vendría bien para empezar con la siembra de gruesa, sobre todo para maíz y girasol”, puntualizó Gardiol. Y agregó: “en eso vemos que hay algunos productores que iniciaron su siembra, con una tendencia importante a hacer girasol y no maíz, por el clima y los costos. Las lluvias son el recurso más necesario en estos momentos”.
Gardiol marcó una situación heterogénea en cuanto a disponibilidad hídrica en la provincia. Se vuelve “engorroso” trabajar a sabiendas de que La Niña perdurará y que el productor ya viene sufriendo este fenómeno hace dos años. Por eso la predilección por el girasol y las siembras tardías. “Se está jugando un poco a que habrá una definición en septiembre. Hay pronósticos que dan una Niña severa y otros más tranquila, por lo que el productor va hacia un cultivo que asuma menor riesgo y costo”, explicó.
Impacto
Por supuesto que estas mermas productivas tienen impacto económico, para el agricultor y para el país. En el caso del productor, el efecto es inmediato: menor volumen de cosecha, lo que lleva a un ajuste obvio en sus márgenes y rentabilidad, en un contexto de incremento en los costos de insumos, inflación y atraso cambiario, aunque los buenos precios internacionales pueden amortiguar ese menor volumen disponible, opinó el economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo.
Para la endeble economía argentina la sequía es también una mala noticia. “Ya es sabido que la producción de trigo va a ser mucho menor que la del año pasado, lo que va a generar un impacto directo en el ingreso de dólares, principalmente entre enero y febrero”, marcó Miazzo, quien estimó que probablemente falten “unos USD 1.500 millones”.
Por otro lado, en los próximos meses se verá el efecto de la seca sobre la siembra de soja y maíz y el ingreso de dólares a partir de abril 2023. “Si se da un menor volumen con precios más bajos, las reservas lo van a sentir. En un año 2023 que no va a ser nada simple, con mucho ruido político par las elecciones, se espera un año muy volátil en lo económico, con la inflación presionando”, destacó Miazzo. Finalmente, el profesional advirtió que en este contexto y con una menor cosecha de trigo es factible que se reanuden las discusiones sobre “mayores regulaciones o restricciones a las exportaciones’’. Con el mercado mundial demandante, menor volumen y una parte importante vendida de esta campaña, a partir de enero podemos llegar a ver de nuevo algunas discusiones sobre esto”