Entre el paquete de estímulo y la baja de encajes para asistir con créditos blandos a las empresas, el Banco Central tendrá que imprimir una cantidad industrial de billetes. El rebrote inflacionario es inevitable y los economistas están en plena revisión de sus pronósticos para lo que resta de 2020
La crisis desatada por el coronavirus cambió todas las proyecciones a nivel global. Y también en la Argentina. El último paquete de medidas anunciado por el Gobierno tendrá un elevado impacto fiscal, que sólo podrá cubrirse con emisión monetaria. Y a ello se le suman los $350.000 millones que volcarán los bancos al sistema a tasa “negativa”, lo cual será posible gracias a una baja de encajes pero que no tendría costo fiscal. El enorme crecimiento de la cantidad de pesos que circularán en la economía tendría una consecuencia ya conocida: un fuerte repunte de la inflación.
El primer bimestre del año había sido alentador, con un nivel de 2,3% para enero mientras que en febrero el índice de Precios al Consumidor cayó a 2%, el menor nivel en un año. Pero ya en marzo se espera un rebote, con un piso de 2,5%. El problema es lo que se avecina, luego de un primer trimestre mucho más calmo en materia de precios.
Uno de los que primero salió a estimar a cuánto podría ascender la inflación de 2020 fue el economista Guido Lorenzo, director de la consultora LCG. “Seguramente vamos a terminar el año con un nivel superior al 60% y no descarto que nos acerquemos al 70%”, aseguró. El pronóstico se basa en la escasa demanda que hoy tiene el peso en la Argentina y la casi segura búsqueda de refugio en el dólar, lo que a su vez desataría una espiral inflacionaria. La inflación del año pasado se había ubicado en 53,8% y había sido la más alta desde 1991.
Pero no todos coinciden con esta visión. Rodolfo Santángelo, director de Macroview, asegura que “es necesario emitir mucho dinero ahora para que las pymes cuiden el empleo. No veo por el momento que se produzca un salto inflacionario, en todo caso el Central verá después como esteriliza esos pesos que se vuelquen al mercado”.
El Banco Central ya había emitido cerca de $350.000 millones entre fines del año pasado y los dos primeros meses de 2020, aunque una parte fue absorbida a través de pases pasivos y Leliq, aunque a tasas sensiblemente más bajas que en el pasado. El crecimiento de la cantidad de dinero fue justificada por el titular del Central, Miguel Pesce, en el hecho de que el año pasado la política de “emisión cero” había dejado a la economía sin liquidez, por lo que era necesario recomponerla.
Pero ahora todas las previsiones cambiaron. Tanto el Presidente como el ministro de Economía, Martín Guzmán, reconocieron que el cuidado de las cuentas fiscales pasaron a un segundo plano, en un momento en que la economía precisa un rescate ante la paralización casi total por el “aislamiento social”. La caída de ventas en los comercios y sectores enteros que prácticamente dejaron de funcionar como cines, teatros, hoteles y turismo en general requieren de un inevitable salvataje.
Las cifras de ayuda económica que analizan en Estados Unidos y en los principales países europeos son monumentales. Sin embargo, al parecer nada alcanza para evitar una recesión global. Eso sí, la inflación no es hoy un problema en ninguno de los mercados desarrollados. La experiencia de 2008 demostró que en medio de una gran crisis es posible emitir dinero de una manera casi ilimitada, cuando se trata de monedas fuertes. Pero no sucede lo mismo en la Argentina.
Quizás adelantándose a lo que vendrá, el Gobierno anunció que definirá una canasta de “precios máximos”, integrada por alimentos esenciales, pero también productos alimenticios, higiene personal, medicamentos e implementos médicos. Sin embargo, todavía no se divulgó cuántos integrarán la lista y por cuánto tiempo.