Con anuncios de una flotación regulada del dólar y una tasa de 50% efectiva anual, el Gobierno tienta a volver a los capitales que se fueron antes de la corrida
Cuando el Gobierno asumió, imaginó una lluvia de dólares que después se transformaría en brotes verdes. La lluvia llegó por el lado menos deseado, el endeudamiento y los dólares golondrinas que vinieron a hacer grandes diferencias en el mercado financiero a favor de que la Argentina había devaluado, salido del default y cumplido con los pagos de dólar futuro. Los brotes verdes no aparecieron porque los dólares no fueron a inversiones productivas y la sequía de 2018 le restó USD 8.500 millones a las exportaciones.
Un año duró la luna de miel. Fue tanto el ingreso de dólares por toma de deuda del gobierno y las provincias, más los que trajo el blanqueo y los particulares, que se llegó a hablar de un tsunami verde.
Pero todo terminó el 28 de diciembre pasado, cuando anunciaron la baja de las tasas en pesos que eran el único sostén real de la lluvia de dólares. El inversor, entonces, transformó las enormes ganancias en pesos a dólares. Hasta ese momento, la ganancia de una cartera de inversión de mediano riesgo era de 7% mensual en dólares. Hubo acciones como las empresas de electricidad o gas, que subieron hasta 300% en dólares en cuatro meses.
La salida fue tan estrepitosa como la entrada. Todos se fueron por la misma puerta casi al mismo tiempo y el dólar se disparó 115% en ocho meses. Llegó a tocar $44 el último día de agosto en el mercado mayorista. Los primeros en abandonar el barco no fueron las mujeres y los niños, sino los extranjeros que tenían Lebac a los que les comenzaba a regir el impuesto a la renta financiera. Esa salida costó USD 2 mil millones e inauguró la fuga masiva de capitales.
Ningún remedio parecía ayudar. La euforia por pasar de mercado fronterizo a emergente duró 48 horas. La noticia del acuerdo con el FMI logró que el dólar bajara durante cuatro ruedas consecutivas y después se disparara a niveles récord.
Se secó la plaza de pesos para que no se compraran dólares. Se subastaron de distintas formas. Nada dio resultado y el dólar llegó a donde debía llegar, porque la lluvia de dólares provocó un enorme atraso en el tipo de cambio. Pero pronto se dieron cuenta que el dólar iba más allá de lo conveniente y no parecía tener freno. No tuvieron más remedio que repetir la receta que fracasó en el pasado.
Volvió el «carry trade», como se llama al movimiento que atrae dólares prometiendo cuantiosas ganancias en moneda local, para después transformarlas en las ganancias en dólares más altas del mundo.
Pero esta vez, para persuadir al mercado, se mejoraron las condiciones del pasado. Se les anunció un mayor ingreso de dólares por parte del FMI, se emitieron Lecap en pesos a entre seis meses y un año con tasa de interés efectivas de hasta 50% anual. En otras palabras, el que ahora invierte en las Lecap más largas que vencen el 30 de setiembre de 2019, solo pierde si el dólar ese día supera el valor de $57. Como para que no haya lugar a dudas, el Banco Central anunció un dólar controlado que tendrá un piso cercano a $33, valor al que saldrá a comprar divisas para subirlo y un techo que puede llegar a $44, valor al que saldrá a vender. Una flotación regulada y una tasa de 50% efectiva anual, tentó a volver a los que se fueron.
El movimiento se va a ver con intensidad en la semana. Pero los exportadores de carne por caso, con un dólar a $37, como les retienen $4 exportarán a $33 y los costos no dan. Además, la inflación será de 6% en septiembre y también será elevada en octubre. Pero esos datos no inquietan a los tenedores de dólares golondrinas. Septiembre y octubre serán meses donde pondrán a prueba al Banco Central. Si todo va bien, los dólares golondrinas seguirán llegando.
Pero estas divisas no aseguran que baje la inflación, que la caída del dólar se traduzca en caída de precios internos, que ceda el ajuste de las tarifas, que se salga de la recesión y que se recuperen los salarios. Ese no es territorio del Banco Central, sino del Ministerio de Hacienda, que maneja Nicolás Dujovne.
Si el endeudamiento es más veloz que la reducción del gasto, la economía tiene rumbo de colisión. Ya se lo advirtieron en el pasado reciente disparando sin escalas el dólar de $18 a $44. Ahora, la historia se repite y se reza para que esa colisión sea después de las elecciones. A diferencia del kirchnerismo no creen que llegarán a octubre del año que viene con lo justo, sino con una economía que comenzará a moverse por las exportaciones, en particular del agro, el sector automotor, la mejora de Brasil y las inversiones de Vaca Muerta. En la lista de temores está lo que pueda suceder en Estados Unidos en su guerra comercial con China y en el futuro de las tasas de interés norteamericanas.
En pocas palabras, hay certezas para los próximos meses y grandes dudas para los siguientes.