Junto con la inflación y el déficit fiscal son los tres urgentes -y recurrentes- problemas más complicados para la economía. Mientras se negocia con FMI.
Martín Guzmán comenzará mañana su segunda etapa como ministro de Economía. Luego de los festejos de hoy por haber cerrado, exitosamente, el proceso de reestructuración de deuda en default, el funcionario deberá lidiar con los tres problemas más complicados de la historia del país en las últimas cuatro décadas: la inflación, el dólar y el déficit fiscal. Y, en paralelo, iniciar el largo período de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que el ministro le piensa imponer sus propios tiempos, probados ante los acreedores con títulos públicos emitidos bajo legislación internacional. En el mejor de los casos, el acuerdo llegará en algún momento del primer trimestre de 2021.
En el caso de la inflación y el déficit fiscal, las cartas de Guzmán demorarán 15 días en conocerse. La batalla comenzará cuando el Ministerio de Economía presente en sociedad el primer Presupuesto diseñado bajo la lógica del Gobierno de Alberto Fernández. Como contrapartida, el despliegue de la estrategia Guzmán para controlar la divisa comenzará mañana, con el primer día del resto de la vida de la nueva deuda externa en vigencia. Para esto, confía el funcionario educado económicamente en Columbia, la estrategia será doble. Por un lado, espera que una vez transcurrido el proceso de reestructuración de deuda, y finalizados los movimientos necesarios de compra de divisas para posicionarse en bonos a canjear en moneda extranjera, la demanda de dólares con este fin debería caer y estabilizarse en términos más normales con el mercado cambiario. Por el otro, aguardar a que otro de los motivos del aumento de la demanda de divisas -el saldo de deudas en dólares fruto de la cuarentena con proveedores exigiendo cierres de deudas al contado- comience a equilibrarse en semanas. Y que, en consecuencia, los saldos de la balanza comercial superavitarios en una escala de entre u$s1.000 y u$s1.500 millones podrán reflejarse positivamente en el mercado cambiario, algo que hasta la semana pasada no se vio. En la estrategia de Guzmán también está en la mira la transferencia de dólares hacia los beneficiarios del IFE, el único camino al dólar ahorro de 200 mensuales que el ministro estaría dispuesto a controlar. El resto del Gobierno no está de acuerdo con esta visión. Consideran políticamente difícil de explicar por qué los sectores de la economía argentina de mayores recursos pueden comparar dólares y, en consecuencia, fortalecer su capacidad de ahorro mientras que los menos beneficiados y más castigados por la crisis no podrían acceder a los u$s200 mensuales. O algo menos de 100 en el caso de los beneficiados por el IFE. Desde Economía hablan sobre una gran diferencia técnica entre unos y otros. Mientras, la clase media y alta accede a las divisas por su capacidad de ahorro, los beneficiarios del IFE y otros planes sociales lo hacen hoy a través de la emisión monetaria, con lo que, en consecuencia, sería el Estado a través de la confección de pesos el que estaría subsidiando la compra de dólares. El razonamiento es impecable. Sin embargo, por ahora y por un tiempo más, la visión del ala política es la que se impondrá. Se argumenta que el IFE, hacia el tercer trimestre, se irá diluyendo en otro tipo de planes; y que ese será el momento para aplicar restricciones o limitaciones.
Guzmán, en coincidencia con el gabinete económico que asesora a Alberto Fernández, está convencido hoy de que las consecuencias de establecer prohibiciones y restricciones generales al dólar PAIS traerían más problemas que soluciones al mercado cambiario. Fundamentalmente hablan de la brecha entre el dólar oficial y el blue y las dos versiones del Bolsa (CCL y MEP), asegurando que la distancia deberá estabilizarse en las próximas semana en una banda de entre 50% y 70%, para ir perforando hacia fin de año el nivel del 50% y acercarse a un 20% o 30% hacia comienzos de 2021. Para Guzmán y el gabinete económico, ese es el nivel que debería tener la brecha cambiaria para que no produzca presiones inflacionarias extras, en momentos en que el país debería comenzar a crecer; y, en consecuencia, ir liberando las fuertes restricciones impuestas por la pandemia a través de la cuarentena; las que lógicamente frenan el alza de los precios vía congelamiento de tarifas y servicios y programas de controles de precios.
El ministro convenció al Presidente de que no es el momento de nuevas restricciones al acceso al dólar ahorro. Su argumento fue simple y directo: la demanda de dólares igual se canalizaría por otros mercados, especialmente el blue; llevando la brecha otra vez por encima del 80%, y complicando, en consecuencia, su estrategia sobre la estabilización de la divisa. Sobre el mercado del blue, el Gobierno tiene otra interpretación de su comportamiento demandante de los últimos meses. Para muchos integrantes del gabinete económico, la pandemia es culpable de la falta de divisas en este mercado, y, por tanto, culpable de los aumentos hacia montos algo inexplicables. La falta de oferta estaría relacionada con un factor imposible de manejar por el Gobierno: el covid-19 ametralló al turismo externo, principal fuente de abastecimiento del mercado ilegal de divisas en el país. Y hasta que este manantial vuelva a fluir, el blue será un mercado complicado de abastecer.