Reflexiones aparte, en estas horas no hay tragedia griega para el mundo económico que supere la realidad argentina. Para muchos hombres de negocios comienza a percibirse como inexorable un triunfo otra vez del oficialismo en las elecciones. Cristina fortalecida con mucho poder e influencia sobre Daniel Scioli con un Carlos Zannini superpoderoso. Con el modelo político y económico ratificado en las urnas, como después del 2011 con el cepo y las estatizaciones, extremar el populismo y profundizar el avance del Estado sobre el sector privado. Contra alguien, finalmente, habrá que hacer el ajuste.
No existen evidencias que permitan sacar esas conclusiones. Ninguna encuesta le otorga al Gobierno la posibilidad de un triunfo en primera vuelta. Hablan ahora de 35% a 31%, más menos. Scioli sobre Macri. Y aún si ganara Scioli, Axel Kiciloff ya dijo que se va.
La economía, con Grecia o sin Grecia, no luce tan dinámica como para certificar un voto bolsillo a favor de la continuidad del modelo. En verdad los resultados en las elecciones celebradas hasta ahora revelaron números modestos para el oficialismo. Aún donde ganó, lo hizo con mucho menos volumen que en 2011.
Pero aún así, hay un feeling en el mundo económico y financiero que inclina las apuestas a Scioli . La mayoría cree que finalmente Macri hará un gran esfuerzo, pero no llegará al poder; y que resulta una clara ventaja para Scioli el factor de enfrentar a una oposición fragmentada Macri-Massa. «En las Vegas al campeón no le ganás por puntos. Para ganarle al que está en el poder, tenés que reventar las urnas», opina un consultor muy escuchado por inversores.
Periodistas bien informados creen que una vez más el Gobierno ha instalado con habilidad la inexorabilidad del triunfo de Daniel Scioli, con una Cristina invencible que seguirá al comando de importantes factores de poder. Sobre todo el Congreso y la Justicia. Con enormes interrogantes respecto de las posibilidades concretas que tendrá el candidato a Presidente para gobernar con autonomía, aún si existieran márgenes para mayor racionalidad en la gestión económica.
Para empeorar el clima de negocios, el nuevo avance del Gobierno nombrando contra la Constitución jueces militantes en juzgados estratégicos ha paralizado las decisiones hasta observar finalmente cuál será la determinación de la Corte Suprema sobre esta práctica que ya se viene multiplicando en los últimos meses, y acaba de llegar a la tapa de los diarios con el caso Cabral. La diferencia entre Argentina y Venezuela descansa básicamente en este punto. Solo hay inversión en los países donde existe justicia independiente. En los otros, en los regímenes autoritarios, puede haber consumo más o menos temporario. Pero la inversión concurre a los lugares donde se cumplen las leyes, garantizadas por jueces independientes.
Es inaceptable que se remuevan los jueces en medio de los procesos y antes de emitir sus fallos, cuando ya han entendido en las causas y se consideran jueces naturales. Es como si en un partido de fútbol, alguien determinara por fuera de los reglamentos cambiar el árbitro para el segundo tiempo.
Con este panorama, en los despachos de las principales empresas y bancos esperan los resultados de las próximas elecciones. Capital y Córdoba este domingo y la hora de la verdad con las PASO presidenciales en agosto. Ruegan por dos oraciones: que sea cierto que Scioli irá ganando autonomía como Presidente o que sea cierto el milagro de que gane Macri.
Los operadores económicos de los candidatos activan sus mensajes. La gente de Macri transmite optimismo, aseguran que todas las encuestas que se publican están compradas por el sciolismo y niegan que el candidato haya bajado su exposición en momentos clave de la elección en Capital y Córdoba.
Cerca del Gobernador de Buenos Aires los mensajes al establishment son aún más audaces. «Soy amigo del Mercado de Capitales y les aseguro que todos los problemas que todos sabemos que existen se van a resolver», les dijo Daniel Scioli a los capitostes de la Bolsa y los Mercados de Valores en una reunión íntima esta semana.
En off the récord sus operadores afirman escenarios aún más audaces: que Diego Bossio y varios economistas están ya preparando alternativas para resolver los juicios con los holdouts y reabrir el crédito internacional en el debut de la era Scioli. Recién en ese momento, desdoblar el mercado de cambios o directamente unificarlo. Y que los gobernadores, con Juan Manuel Urtubey a la cabeza, serán los custodios de Scioli contra La Cámpora.
Nada tranquiliza del todo a los hombres de empresa. Saben que los desequilibrios macro de la Argentina son tan impresionantes que el ajuste es inevitable. Más cuando el atraso cambiario se hace cada vez más evidente. El récord de déficit fiscal y emisión sin respaldo, más el crédito semi cerrado por el default aumentan las expectativas de devaluación.
Nadie lo admite, pero cualquiera que gane aplicará un fuertísimo aumento de tarifas con el cuento en parte correcto del retiro de los subsidios y algo de devaluación. Un clásico, con alta probabilidad de los aumentos de siempre en impuestos a supuestos lujos, como viajar, manejar, fumar o beber. Nadie está dispuesto a bajar los gastos del Gobierno. Como los griegos, los argentinos no quieren la devaluación, pero tampoco el ajuste del gasto público.