En el sector señalaron que, al aumentar el valor de la soja en el marco del dólar agro, ocurrirá un encarecimiento de los arrendamientos en un año donde hay poca producción por la sequía
Luego de la oficialización del “dólar agro”, medida del ministro de Economía, Sergio Massa, que fija un tipo de cambio para la comercialización de soja en $300 hasta el 31 de mayo próximo, productores agropecuarios manifestaron su preocupación por los efectos negativos para el mercado de alquileres. Esto porque el precio de los campos arrendados se establecen en quintales de soja. Al elevarse el precio de la oleaginosa, también aumentan los alquileres. El impacto se potencia en un año marcado por la sequía, que afectó la producción. Vale recordar que, además de un tipo de cambio diferencial para la oleaginosa, el funcionario lanzó lo mismo para economías regionales.
“Al alquiler de los campos lo pagamos en quintales de soja y, para cuidarlo, los propietarios nos exigen que hagamos rotación [de cultivos]. Entonces, este año en los lotes en los que nos toca sembrar maíz, con un costo más elevado, ahora el Gobierno pone el dólar soja que aumenta el precio de la oleaginosa en un 30%, mientras el maíz sigue valiendo lo mismo. Se encarece el alquiler porque, si antes valía 16 quintales de soja, que equivalía a 32 quintales de maíz aproximadamente, con este nuevo tipo de cambio se eleva a 38 quintales”, alertó Sergio Barrull, productor agropecuario de Venado Tuerto.
“A eso se suma que con la sequía falló la cosecha; si cosechaste 41 quintales y el alquiler te sale 38, quedan tres o cuatro quintales para pagar la semilla, la máquina, el trabajo, los herbicidas, los impuestos y vivir. A menos que seas mago, es imposible de afrontar”, agrega.
Beatriz González, que produce junto a su esposo Óscar Fernández en General Arenales (Buenos Aires), contó que en trigo cosecharon unos 7 quintales cuando en un año normal obtienen entre 30 y 50 quintales. En tanto, en soja, en los lotes que ya recolectaron el cultivo rindió 10 quintales, por debajo de los 18 quintales del costo de un alquiler.
“Como no hay cosecha, el dólar soja en lugar de ayudarnos nos hunde porque, como no hay producción, es imposible pagar el arrendamiento; hay que salir a buscar plata y al haber aumentado la soja se necesita pedir más. En cambio, si hubiera habido producción eso no pasa”, señaló la productora, que arrienda 170 hectáreas.
En tanto, Germán Millet, que hace agricultura y ganadería en 800 hectáreas, 200 de su familia y 600 arrendadas, en la localidad santafecina de Wheelwright y en Colón, Buenos Aires, afirmó que también esta variación de precios afecta a quienes tienen campos mixtos donde se hace ganadería y agricultura.
Detalló que, al arrendar un campo, desde un principio se conoce en términos relativos cuánto se puede producir en ambas actividades y la relación que hay entre el precio de la soja y el valor de la carne. Pero, “al variar arbitrariamente el precio de la soja, queda desfasado el precio de la carne, entonces el productor va a pérdida en esa actividad”.
“Pasa lo mismo si sembraste trigo, cebada, maíz, girasol, entre otros [cultivos]. Siempre hay una relación de precios entre esos cultivos de antemano, y sabés hasta dónde te conviene hacerlos ya sea por rotación, exigencia del dueño de la tierra. Pero, al cambiar de repente las reglas del juego, aquél que hizo esos cultivos quedó en rojo, ya que desde el vamos tienen casi el doble de costos de implantación”, agregó.
En las anteriores versiones del dólar soja, de septiembre y diciembre último, el Gobierno con una resolución buscó que el alimento y los alquileres quedaran al margen de cualquier impacto alcista para el mercado interno. Sin embargo, en la práctica no terminó sucediendo según advirtieron en ese momento los mismos productores.