La economía avanza a tres velocidades distintas: rápida para el circuito financiero, en aceleración para la producción y lenta en inversión y empleo. Qué cambia tras las elecciones
La administración de Mauricio Macri tuvo un apreciable respaldo electoral en octubre y un aval a su política económica. Hasta diciembre de 2019, cuando terminará el período de gobierno, queda el desafío de sostener el incipiente crecimiento que arrancó este año, con condiciones sólidas como para perpetuarlo en un ciclo virtuoso de largo plazo.
Desde el cambio de Gobierno, hace casi dos años, la economía se desenvolvió con tres velocidades distintas. A máxima velocidad se anticipó el circuito financiero, con revalorización de los activos bursátiles, importante volumen por el ingreso de dólares de deuda y el blanqueo de capitales, y atraso cambiario. Con caída en 2016 y recuperación cada vez más firme con el correr de 2017, comenzaron a sumarse los distintos sectores de la economía real. Mucho más lenta fue la evolución de los indicadores sociales, con escasa creación de empleo, elevada actividad informal y mínima reducción de la pobreza, y también de la inversión privada, una mentada «lluvia» de inversiones aún no pasó de expresión de deseos.
La actividad económica se mantiene en alza y el envión de 2017 augura crecimiento también el año próximo. El INDEC informó una expansión de 4,3% interanual en agosto, y la posibilidad de completar el 2017 con un promedio de 3% es posible.
El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) obtuvo por tercer mes consecutivo un incrementos interanuales por encima de 4% y se extendió a prácticamente todos los sectores de la economía: 14 de 15 rubros crecieron de manera interanual, con protagonismo de la construcción (+11,7%), industria (+5,6%) y comercio (+4,9%).
Otros indicador confiables, como el Índice General de Actividad (IGA) de Orlando Ferreres & Asociados, reflejó que en septiembre el nivel general de actividad creció 5,6% interanual, para acumular en el transcurso de 2017 un alza del 3,1% anual.
Un estudio del IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal) ponderó la «actual recuperación económica como la más sostenida de los últimos seis años», con 12 meses consecutivos de mejora y sin horizonte de inflexión a la vista, pues «crece a una tasa casi constante y con una variabilidad menor» que las recuperaciones de 2013 y 2015, aunque en un marco de virtual estancamiento, pues «en los últimos seis años la actividad económica ha crecido punta a punta un 2,3% en términos reales, tomando como referencia al EMAE», es decir, a una tasa anual promedio inferior a la del crecimiento vegetativo de la población.
Un informe realizado por el Equipo de Estrategia & Research de Puente SAseñaló que «la economía se expandió por cuarto trimestre consecutivo, y nos lleva a esperar un crecimiento alrededor del 3% este año. Es importante destacar ciertos ‘brotes verdes’, debido en parte la recuperación de los salarios reales y la expansión del crédito privado entre enero y julio de este año (18,2% interanual en términos reales). En general, los últimos datos sugieren que la recuperación económica se está contagiando a otros sectores poco a poco, y en especial a aquellos que emplean a más personas, como los sectores de servicios y el industrial».
Puente SA recalcó que «Argentina transita un momento positivo, con condiciones externas e internas que se han mostrado favorables». El contexto es de bajos rendimientos a nivel global, que posibilitan el financiamiento en el exterior y dan soporte a las valuaciones de los principales activos argentinos.
No obstante, desde Puente llaman a tener «un optimismo cauteloso», al puntualizar que aún «la dinámica económica de Argentina se basa en tres desequilibrios altamente interrelacionados, bajo los cuales el Gobierno basa su estrategia de rebalanceo macroeconómico. Estos son: a) inflación, b) un abultado déficit fiscal, y c) un tipo de cambio sobrevaluado».
EL «DÉFICIT» DE INVERSIÓN
Crecer en los próximos años obliga al Gobierno a cambiar el esquema actual, de expansión con déficit gemelos (fiscal y comercial), apalancado con endeudamiento en el exterior, por otro en el que la inversión privada tenga el protagonismo, además de la obra pública. Al mismo tiempo, el crecimiento sostenido del PBI disminuirá en los próximos años el peso relativo del déficit fiscal y la deuda pública, en sintonía con la estrategia «gradualista» planteada por el Presidente.
Alejandro Bianchi, gerente de Inversiones de InvertirOnline.com, consideró que «la victoria de Cambiemos puede impulsar aún más las intenciones de inversores internacionales a invertir en Argentina. Ello debería presionar a la baja el tipo de cambio, al tiempo que, el fuerte ingreso de importaciones y la pérdida de competitividad de los productos argentinos compensen la cuenta con un déficit comercial negativo».
Un informe del Banco Central sobre el estado de la Inversión Extranjera Directa (IED) detectó que la participación de Argentina en el stock regional de IED en la región de sólo 6%, cuando es la segunda economía de América del Sur. Con datos de 2016, la IED argentina representa el 14% del PBI, frente 96% de Chile, y también detrás de Colombia (58%), Perú (47%) y Brasil (35%).
Miguel Bein advirtió la debilidad de la inversión, a la que calificó como «una materia pendiente en la Argentina», pues con los niveles actuales, de 19 puntos del PBI «no permite crecer a más de 3% anual a largo plazo». Para el economista, Argentina requiere un crecimiento del PBI en un rango de 4 a 5 por ciento anual para dar «solución a los problemas sociales que enfrenta y ello demanda, al menos, un 24% de inversión del PBI».
Economistas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), afirman que «la inversión extranjera directa promedio en el último bienio, que se presentaba como motor fundamental del nuevo modelo, sigue siendo un 4,3% menor a la del promedio del quinquenio 2011-2015».
Por ello, Quantum Finanzas planteó un «desafío externo» para la Argentina de los próximos años, el de «financiar crecimiento con ‘capital’ más que con deuda».
El estudio de la consultora que dirige Daniel Marx explicó que «la economía seguirá dependiendo del financiamiento externo para generar las reservas necesarias para pagar el déficit de cuenta corriente y poder crecer. Mientras que el escenario financiero internacional y el político interno se mantengan, la disponibilidad de financiamiento para lograrlo no debería ser una preocupación».
«En los últimos 12 meses el ingreso neto de capitales fue por USD 29.900 millones (en base caja), de los cuales más del 80% provino de emisiones de deuda», consignó, y resumió que «en otros términos, el consumo, inversión y exportaciones superan la producción local de bienes y servicios y la diferencia se importa».
En ese aspecto, Quantum instó a la actual necesidad de «financiamiento o mayor inversión extranjera («capital») relacionado con la importación de bienes de capital ayudaría a que el proceso pueda continuar y se puedan efectuar algunas inversiones estratégicas».
Balanz Capital indicó que «después de la euforia» por el 40% de votos cosechado por las listas de Cambiemos en las elecciones legislativas, «es importante recordar que Argentina no es una isla en el universo de deuda de mercados emergentes y, como uno de los países emergentes con más alta dependencia de financiación externa, es vulnerable a cambios en el ánimo global», como podría ser un alza de las tasas de referencia en los EEUU, si se concreta el cambio de autoridades de la Fed en febrero de 2018.
TIEMPO DE REFORMAS
«Sin dudas, el escenario actual de actividad económica es una gran oportunidad para hacer las reformas necesarias que permitan pasar de la recuperación a un proceso de crecimiento económico sostenido», postuló el IARAF.
Alejandro Bianchi, de InvertirOnline.com, se refirió a las iniciativas que evalúa el Gobierno para dar base al crecimiento sostenido y salir de la volatilidad de los últimos años. Planteó la oportunidad de una reforma tributaria «que permita simplificar intrincado esquema impositivo actual, pero que sea neutral en términos de impacto fiscal para el país. Este último factor es clave para que Argentina pueda sostener el financiamiento externo de su déficit actual cada vez a menores tasas y pueda mejorar sus calificaciones de riesgo».
Para canalizar la inversión real, Bianchi indicó que «se espera la demorada Ley de Mercado de Capitales», que «podría contener la moderación de ciertas facultades de control poco market friendly» otorgadas a la Comisión Nacional de Valores por la legislación promulgada en 2012 y «la eliminación de la doble imposición a los fondos comunes de inversión cerrados», instrumentos «que fallaron entre las opciones más elegidas en el blanqueo» y que «serán en los próximos años una de las industrias de mayor desarrollo y darán fuerte impulso a la construcción».
Una tercera reforma es la del mercado laboral. El Gobierno quiere reducir la informalidad que afecta a un tercio de los trabajadores argentinos y también la creciente litigiosidad laboral que pone en jaque la continuidad de las PyME.
Para Alejandro Bianchi, una adecuada reforma laboral permitirá además reducir «los costos asociados de incorporar nuevos trabajadores privados», una manera de «dar vuelta la dinámica insostenible de largo plazo que presenta la evolución de la distribución del empleo privado y público en la Argentina».
El «blanqueo laboral» es el concepto central de la reforma trazada por los funcionarios de Trabajo y Hacienda, cuyos lineamientos pueden resumirse en una eximición de las contribuciones patronales para promover la regularización de los trabajadores con los salarios más bajos de la escala y menor calificación.
CRUCIAL APERTURA EXTERNA
La falta de inversión es el principal obstáculo para la apertura económica y genera una debilidad estructural para que la Argentina gane espacio en el comercio mundial. La inserción de productos y servicios argentinos en el exterior es imprescindible como fuente de divisas que, a la vez, financien las importaciones necesarias para que la economía doméstica funcione.
Un informe de Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI) alertó por los «problemas estructurales propios de una economía con pocos actores con capacidad de insertarse de modo exitoso en un mundo con exigencias crecientes» y subrayó la relación directa entre participación en el comercio internacional de los países y el nivel de flujos de inversión trasnacional. Es decir, a mayor flujo de inversiones, mayor volumen de transacciones.
La consultora que dirige Marcelo Elizondo refirió que «la debilidad estructural argentina se produce por bajos niveles de comercio que son antecedidos por escasos flujos de inversión, que condicionan a las pobres cantidades de alianzas transnacionales de empresas argentinas en relaciones productivas internacionales».
DNI especificó que «el mundo de los negocios internacionales ha vinculado últimamente de modo sistémico a los flujos de inversión transfronteriza, las alianzas internacionales entre empresas (para producir, asistirse, planificar, abastecerse, efectuar relaciones estratégicas, compartir la producción o administración de conocimiento operativo y comerciar) y por ende el comercio internacional posterior».
En ese aspecto, Argentina tiene pocas empresas y conglomerados productivos con capacidad de ganar mercado en el exterior. Nuestro país Argentina cuenta con menos empresas exportadoras que las que tienen países equivalentes en PBI o aún países más pequeños económicamente.
A la vez, en los próximos años Argentina debe superar su magra participación relativa en las exportaciones mundiales, que era 0,85% del total global en 1960 y hoy oscila en un 0,35 por ciento. Como efecto de lo expuesto, según el Banco Mundial, Argentina está entre los 11 países con menor ratio exportaciones/PBI y está entre los tres con menor ratio importaciones/PBI en esa medición.