Son los tres aspectos que más afectan a los matarifes. Los animales pesados cotizan a precios récord en los mercados concentradores y el consumo no despega.
El precio de la carne vacuna es un dolor de cabeza para el Gobierno y para los consumidores, que ven cómo se hace día a día más difícil acceder al alimento favorito de los argentinos. Alta inflación, escasez de oferta de hacienda y caída del consumo interno son un combo que mantiene a la industria cárnica en alerta.
Según un informe de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecimiento (CAMYA), esos tres aspectos conjugados derivan en una delicada situación para los frigoríficos y especialmente para los matarifes y abastecedores del mercado interno. “Esta coyuntura deriva en una buena cantidad de operadores trabajando con márgenes muy ajustados, o aun negativos, intentando no salirse de la actividad”, advirtió la entidad empresaria.
“El sostenimiento en el tiempo de esta situación ya comenzó a reflejarse en una menor cantidad de matarifes operando, y en una menor participación de éstos dentro de la oferta total de carne. Habrá que considerar a futuro las consecuencias que esta coyuntura, sostenida en el tiempo, puede tener sobre la concentración de la actividad dentro de la cadena de la carne”, remarcó el informe.
El primer punto es la baja oferta de hacienda en los mercados concentradores y la consecuente alza en los precios de los animales. Según se destaca, entre enero y marzo la entrada promedio semanal en los mercados de Liniers y Cañuelas se mantuvo en torno a las 20.000 cabezas, una merma del 17 por ciento. Esto generó que las cotizaciones tomaran impulso en febrero y marzo, con subas del 14% y del 10% mensual respectivamente para el novillo.
Asimismo, el trabajo precisó que en la primera quincena de abril los precios dieron un nuevo salto, acentuado en la segunda semana del mes por la escasa oferta debido a los feriados de semana santa, el paro de camiones y las lluvias. En ese contexto, la hacienda liviana alcanzó valores máximos de $384 por kilo. Así, “el avance de las cotizaciones superó el ritmo de la inflación, por lo que el precio del novillo alcanzó valores récord en términos reales, superando incluso la marca de diciembre”.
Esto hace que la cámara empresaria entienda que es “difícil pensar en una baja sustancial del precio de la hacienda. En primer lugar, las altas expectativas de inflación y la inestabilidad macroeconómica sustentan la retención de terneros y mantienen altos los precios de la invernada, pese a que los números para el engordador no sean alentadores. Por otro lado, los precios internacionales de la carne se mantienen altos. Esto impacta en la disposición a pagar de los frigoríficos exportadores a la hora de comprar la hacienda, subiendo los precios para todos los actores de la cadena”.
Consumo y precio al consumidor
Esta situación de alzas en el precio de la hacienda, se combina y, al mismo tiempo, contribuye en parte a que continúe la suba de los valores que debe pagar el consumidor y a que no se recupere el consumo. Según el informe, este “continúa en niveles mínimos históricos” y que dicho indicador “acumula casi 4 años a la baja”. Esta afirmación se dio a pesar de que en el primer bimestre del año se registró una mejora del 2,3% en el consumo aparente respecto al mismo período de 2021 al alcanzar los 45,1 kilos por habitante al año.
Por el lado de los aumentos de los precios en el mostrador, en enero y febrero los valores de la carne minorista aumentó entre el 2% y el 3%, por debajo de la inflación mensual de dichos meses, que se ubicó por encima del 4%, lo que “produjo una caída en el valor real” del producto. No obstante, en marzo, con el repunte del precio de la hacienda en pie, se produjo una actualización mayor del precio en las carnicerías, en torno al 9% mensual.
En suma, considerando el primer trimestre, se observó un aumento del precio de la carne del 15%, con una inflación en igual período del 16%, lo que arroja una caída en términos reales del precio de la carne del 1%, destacó el informe.
Es por esto, que el documento concluyó asegurando que “la distorsión dentro de la cadena se hace patente cuando la industria, los matarifes y los comerciantes que abastecen al mercado interno se enfrentan a una demanda que, lejos de alimentar o convalidar aumentos, se encuentra en mínimos históricos. El precio al consumidor aprovechó marzo, un mes en el que estacionalmente aumenta la demanda, para trasladar parte de los aumentos de la hacienda, pero siempre queda por debajo”. Es por eso que “debe considerarse, también, que las firmas abocadas al consumo interno acumulan 4 años de caída en sus ventas, por lo que se encuentran trabajando por debajo de su capacidad, lo que incrementa a su vez sus costos de operación”, finalizó el trabajo.