La Argentina va camino a superar los 15 años de inflación elevada. A pesar de los diferentes programas para bajarla lo cierto es que la inflación no ha hecho otra cosa que subir.
Como como hemos experimentado en todos estos años la inflación es muy difícil de bajar. Ello se debe a qué la inflación sostenida es producto de la forma en que se opera la macroeconomía argentina y no tiene que ver con un shock internacional o un problema de costos. La forma en que se deciden las políticas públicas en nuestro país genera distorsiones que terminarán generando algún problema, sea deuda, default o inflación.
En general, cuando una persona tiene problemas de salud, producto por ejemplo de sobrepeso, deberá mejorar la alimentación. Si el problema son unos kilitos de más el problema se puede resolver con una dieta. Cuando el sobrepeso es muy severo no solo se necesita una dieta sino que además probablemente todo un cambio de hábitos y de costumbres. En estos casos es muy probable que la persona necesite aprender a comer y a ejercitarse nuevamente. Algo similar sucede con la economía argentina. Siguiendo con la comparación, a la hora de hacer políticas públicas no lo hacemos sanamente.
Muchas veces a la hora de definir políticas públicas los gobiernos parecen no tener restricciones. Suele ampliarse el gasto público sin tienen claro de dónde saldrán los recursos para pagarlo, tampoco se mide la efectividad de dicho gasto en relación a los objetivos que se han buscado cumplir y menos aún se mira el efecto que dicha política generan sobre otras variables de la economía. Así, se crean secretarías, subsecretarías, nuevas direcciones con personal jerárquico secretarias asistente choferes, etcétera. Se establecen subsidios que crecen indiscriminadamente como si los recursos del Estado fueron infinitos o siempre hubiera dinero.
Peor aún, muchas de estas erogaciones no han tenido objetivos claros o siquiera vinculados a una determinada política pública sino que respondieron a necesidades políticas coyunturales en un momento determinado. Hoy en el gobierno nacional tiene 20 Ministerios y la jefatura de gabinete, hay cerca de 90 secretarías, más de 200 subsecretarías, 700 direcciones nacionales y generales, y 140 organismos descentralizados, según la Fundación Libertad y Progreso.
El gasto primario de la Nación en 1993 era de u$s 26.000 millones; en el 2000 era de u$s 36.000 millones; y en 2005 volvió a los u$s 25.000 millones. Pero para el 2010 había subido más de 3 veces, llegando a los u$s 85.000 millones, en 2015 se prácticamente se había duplicado alcanzando los u$s162.000 millones. Este año terminaremos en el orden de los u$s 95.000 millones.
Estas expansiones del gasto público desde el 2005 a la fecha refuerza la idea de que el Gobierno toma decisiones económicas como si no tuviera restricciones financieras. En el 2004 la inflación fue de 6,1%. Desde entonces, el gasto público se multiplicó por 4 en términos de dólares o 159 veces en términos de pesos: los precios aumentaron 64 veces y la base monetaria igual.
Básicamente la forma de hacer política económica en los últimos años ha sido la de aumentar el gasto público bajo los supuestos de que el Estado no tiene restricciones financieras y que cualquier política pública es buena sin importar su eficiencia o efectividad. Cuando la economía se estanca como ha sucedido en la Argentina en la última década queda claro que cualquier expansión del gasto público se produce a costa del sector privado. Una de las formas de obtener recursos de sector privado es mediante la inflación.
En estas condiciones hoy la Argentina se encuentra en un círculo vicioso. El Estado ha absorbido tantos recursos del sector privado que éste ha dejado de crecer. Como consecuencia falta empleo se acentúa la pobreza y bajan los salarios en términos reales. Con la lógica que ha seguido la política pública en las últimas décadas, lo que el Estado tiende a hacer es a aumentar el gasto público primero y a financiarlo con emisión monetaria. Todo lo cual agrava el círculo vicioso del que estábamos hablando y es lo que explica la estanflación que atraviesa la economía desde hace una década.
La forma de romper este círculo es cambiar completamente los hábitos y las costumbres de las políticas económicas. En este sentido hay que volver a pensar en aumenta la productividad, atraer inversiones, tener un estado ordenado que no genere déficit, defender el valor de la moneda, comerciar con el mundo, facilitar la contratación de personal, mejorar la educación y hacerlo todo cuidando los recursos del país, de los privados y del Estado.
Fuente: https://www.cronista.com/columnistas/por-que-cuesta-tanto-bajar-la-inflacion-en-la-argentina/