Llegan fuertes vencimientos. BCRA, con poco margen
El enorme stock de Letras del Banco Central que tiene el mercado, y que acumularon en sus carteras todas las entidades del sistema financiero, empieza a preocupar a los ejecutivos del sector por las dificultades que generará al Gobierno «administrar» la emisión de pesos en los meses pre-electorales y, más aún, por las medidas que podría tomar si decidiera evitarlas.
Hay indicadores que ya generan algún temor: de los $ 320.000 millones en Lebac que ya lleva emitidos el organismo de Alejandro Vanoli, casi el 65% vence antes de las elecciones de octubre. Los meses de mayores exigencias para la institución serán julio (más de $ 50.000 millones); agosto ($ 40.000 millones); y septiembre ($ 50.000 millones). El problema: el Central ya emite hoy a un ritmo del 30% anual, y en los bancos advierten que el boom de plazos fijos y la floja demanda de créditos generan crecientes excesos de liquidez.
Si el objetivo es bajar la inflación y evitar presiones cambiarias en un año clave, en el que las elecciones podrían alentar una tendencia del sector privado a cubrirse y a «dolarizar portafolios», el Gobierno se verá limitado para absorber esta deuda y forzado, por la misma razón, a tomar soluciones con algún grado de riesgo. Por un lado, porque recomprar semejante stock de letras lo obligaría a expandir aún más la cantidad de pesos; y por el otro lado, porque intentar renovarlo lo llevaría a «seducir» a las aseguradoras, los fondos comunes de inversión y a los bancos, que hoy tienen estas letras en cartera, con una suba en las tasas de interés.
El dinero en poder del público crece hoy al 33% anual, levemente por encima de la emisión de pesos. El verdadero peligro está en que, con los comicios más cerca, las empresas y los particulares usen esta liquidez que hoy tienen (dentro y fuera de los bancos) para volcarse al dólar. Un movimiento de este tipo obligaría a las entidades a deshacerse de sus letras para atender la salida de depósitos. Frente a esto, un antídoto posible sería ajustar el rendimiento de las Lebac, con el efecto indeseable que esto tiene sobre el costo de los créditos y, por lo tanto, sobre la actividad. Lo ven difícil: en primer lugar, porque pondría un freno adicional a la economía; y en segundo lugar, porque elevaría aún más el pago de intereses que debe hacer mensualmente el Central, y que hoy ya está en los $ 85.000 millones anuales, por esta inédita cantidad de Lebac ya emitidas.
Claro que, al mismo tiempo, hay otras soluciones que preocupan. Una buena parte del mercado se alarmó aún más, esta semana, con un rumor que le resultó difícil de digerir: el trascendido de que el Gobierno podría lanzar un bono a largo plazo, en pesos y atado a la Badlar para absorber buena parte de la tenencia de la Lebac que está en el mercado. «Es algo que viene dando vueltas desde hace algunos días en el sector que, de tan riesgoso, yo me inclinaría por pensar que está lanzado por algún malicioso», comentaron a este diario en una mesa de dinero. En el Ministerio de Economía negaron a este diario que exista una iniciativa en este sentido. En rigor, el Gobierno ya se embarcó de alguna manera en este proceso, aunque más prolijamente, con las colocaciones de Bonac en pesos que realiza cada quince días en el mercado: un título que los bancos pueden suscribir con liquidez que, a veces, el mismo Central inyecta previamente en el mercado con recompras de Lebac en el mercado secundario.
Los ejecutivos mira con atención un segundo riesgo: que todo las compañías que hoy tienen letras del BCRA en su cartera busquen ir a plazos aún más cortos en las licitaciones semanales, bajo la presunción de que el panorama de tasas es bajista. «A medida que nos acercamos a fin de año, cada vez que haya que renovar títulos el premio de la tasa perdería peso relativo en las decisiones priorizando ahora un plazo más corto. Comenzaría ahora a visualizarse un desarme de posiciones en función del plazo. ¿Querrá el mercado en estas circunstancias renovar a más de 90 días?», razonó un reconocido operador de la City que en su entorno identifican como «el agente Pi». «Frente a esto, hoy más que la tasa de interés pesa el riesgo de quedarse con un nuevo bono, al renovar más allá del pasaje del rubicón», completó. Nada está dicho. Y el final está abierto.
Fuente: http://ambito.com/diario/noticia.asp?id=791771