La próxima misión del FMI debería llegar a Buenos Aires en la segunda quincena de este mes. En el Gobierno aseguran que la intervención para adquirir divisas no afectará el acuerdo de limitación a la expansión de la base monetaria. Y que, en consecuencia, no provocará más inflación.
El Gobierno confía en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobará la nueva política de compra de dólares inaugurada el 10 de enero pasado. La intención del Gobierno es que en la revisión que los técnicos del organismo hagan en el país, para autorizar el próximo desembolso del préstamo acordado con la Argentina, se les muestre a los visitantes que la expansión monetaria que implica la adquisición de divisas no afectará las condiciones pactadas con el Fondo. Y que, en consecuencia, no se alterarán (al menos en este capítulo) las metas inflacionarias negociadas en septiembre del año pasado para el acuerdo 2.0 con el FMI. La idea es que Roberto Cardarelli y los técnicos que lo acompañen en su nueva visita al país (pactada originalmente para la segunda quincena de febrero) avalen como una situación temporal las compras de dólares por parte del BCRA, que desde esta semana llevan un ritmo de u$s75 millones diarios, los que incluso en estos tiempos pueden no alcanzar para sostener la divisa por arriba de la zona.
Desde el Ejecutivo se sabe que esta dificultad de mantener al dólar dentro de los límites pactados no estaba dentro de lo negociado en su momento por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en Washington, cuando el funcionario fue el enviado de Mauricio Macri para pactar las nuevas condiciones del segundo acuerdo cerrado el año pasado con el FMI. Cardarelli había recomendado, cuando fracasó el primer pacto negociado en julio de 2018, que lo mejor para la política cambiaria argentina en las circunstancias de ese momento era dejar cotizar libremente la divisa para que ésta encuentre su precio. O, dicho de otra manera, no usar dólares provenientes del acuerdo con el FMI para financiar salidas de dólares.
La idea de la creación de una zona de no intervención había sido propuesta como alternativa en las negociaciones de septiembre en los Estados Unidos. Fue una idea que el actual presidente del BCRA, Guido Sandleris, había traído a la mesa de discusión, en los tiempos en que era jefe de asesores del Palacio de Hacienda, antes que Mauricio Macri lo nombrara titular del Central. La idea fue aceptada por el FMI bajo la condición de limitar la venta de divisas a unos u$s150 millones de tope.
En esos tiempos (mediados de septiembre de 2018) se pensaba que el riesgo más importante era que el dólar cotizara rápidamente en el techo de la zona, y que esto termine siendo un sostén para darle estabilidad a la devaluación que venía arrastrando la Argentina desde abril. En ningún momento de las discusiones de Washington la alternativa de que sucediera lo contrario, que el dólar llegue al piso de la zona, había sido tema de debate. Y menos que la duración del esquema se consolide y alcance una tercera etapa a partir del primer trimestre de 2019, y con un ajuste recalculado del 3% mensual original al 2% mensual inaugurado en enero pasado. Ante la nueva situación del BCRA de la necesidad de comprar divisas, inédita en todas las negociaciones con el FMI, se especula con que los enviados del organismo mencionarán la novedad y pondrán el énfasis en el único aspecto que podría preocupar a los visitantes: que las compras de dólares se realicen con pesos que expandan la base monetaria. El compromiso oficial con el FMI había sido, como contrapartida de la aplicación de la Zona, sostener la emisión de pesos al límite máximo acompañando el compromiso de déficit cero fijado por el Gobierno. Por esto el Excel que se les mostrarán a los hombres y mujeres de Cardarelli insistirían en que la compra de dólares será, al menos durante el primer trimestre del año, inofensiva. Luego, y descontando el aval de los enviados de Christine Lagarde, la intención es confirmar el aval del FMI para la aplicación de la zona hasta al menos junio de este año, con el mismo esquema de indexación de 2% mensual.
En la Casa Rosada hay convencimiento de que la invención de la “zona” es el mayor logro de estabilización cambiaria del Gobierno de Mauricio Macri, luego de los primeros años de gestión de seguimiento de la evolución monetaria y la polémica intervención de Luis Caputo de agosto pasado. Dentro del ala política oficial se habla incluso de la adopción del concepto de la “zona” como uno de los aportes del equipo económico a la campaña electoral como el principal aporte para la estabilización del tipo de cambio luego del controvertido 2018. Se recuerda que, luego de un comienzo de dudas (nunca el organismo internacional es amigo de los esquemas fijos o con indexaciones pautadas), el FMI se convenció de las bondades del esquema al ver que servía como estabilizador de las expectativas devaluatorias criollas. La cucarda final fue recibida por el propio Macri cuando recibió en la primera semana de diciembre de 2018 a Christine Lagarde en la cumbre del G-20 de Buenos Aires. Esa bendición cobró un valor agregado al mencionar que Lagarde no estaba convencida del mecanismo y, durante las negociaciones de septiembre pasado, elegía una estrategia de liberación del tipo de cambio hasta que éste encuentre su propio punto de equilibrio.
Todo este tiempo servirá en paralelo para que el BCRA vaya monitoreando las otras dos variables clave de la política monetaria y cambiaria: la evolución de la inflación mes a mes y, en consecuencia, la política diaria de tasas de interés de Leliq. En este último punto, desde el ala política del macrismo todo es expectativas positivas y entusiasmo en que hacia fines del primer trimestre las tasas lleguen al 40%. En la entidad sólo hay prudencia y defensa a rajatabla del “paso a paso”.
Fuente: https://www.ambito.com/preparan-argumentos-convencer-al-fondo-las-bondades-comprar-dolares-n5014215