“Si todo sale bien”, a fin de 2023 la deuda habrá bajado, pero seguirá siendo muy elevada. Sólo se escuchan voces sobre el peligro del default o que la recesión finalizará pronto. Pocos ponen sobre la mesa que la próxima gestión 2020-2023 deberá seguir depurando las cuentas fiscales.
Gran parte del establishment, y de la sociedad, aún valora el advenimiento de la administración Macri por el solo hecho de haber impedido la continuidad del kirchnerismo en el poder, a pesar de que su performance económica dista mucho de lo que se esperaba. Los efímeros eslóganes y promesas de campaña, de todo el arco político autóctono, quedaron sepultados por la realidad que tarde o temprano se impuso. Sólo Macri, en su intimidad, es quien sabe si su apetito de poder respondió a una vocación «patriótica» de venir a cambiar las cosas o a otros motivos. Aún existe la duda si Macri es el presidente que vino por el bronce, dispuesto a pagar los costos políticos y que la posteridad redimiera su gestión, con el fin de sacar a la Argentina de 70 años de decadencia. O bien, vino a cumplir un sueño adolescente. Lo cierto es que su primer mandato apenas dejará un leve «emprolijamiento» de la deteriorada institucionalidad. La economía, y en particular la macro, sucumbió ante las idas y vueltas de un equipo de gobierno que pareció no tener el norte muy claro. Hoy, con el pulmotor del FMI, el país transita hacia un nuevo desafío electoral en 2019, donde lamentablemente parecen perfilarse dos opciones: seguir con la mediocridad o volver al pasado. Nadie, por lo menos hasta ahora, parece estar pensando en cómo volver a encauzar al país en la senda de crecimiento y desarrollo sostenido. La pauta parece ser sólo volver a zafar.
Mientras los analistas y académicos debaten el alfabeto de la recesión, si será una «U», «V» o «L», las proyecciones macro muestran que sea quien sea el próximo presidente, difícilmente pueda escapar a la continuidad del ajuste. Porque este año y el próximo las amortizaciones e intereses de la deuda digamos que están cubiertos. Pero a partir de 2020, o sea, el próximo Gobierno (2020-2023) ya tiene en el cronograma vencimientos e intereses por u$s38.000 millones, u$s55.000 millones, u$s57.000 y u$s50.000 millones en esos cuatro años. Las simulaciones de la macro 2020-23 dan cuenta de que aun considerando que a lo largo de esos años se alcanza un superávit primario de 1% del PBI que va creciendo hasta un 2,5% del PBI, la dinámica de la deuda, y por ende su sustentabilidad, no es para nada tranquilizadora. Si todo va bien, es decir, si el Gobierno logra consolidar las cuentas fiscales y tener superávit primario todos esos años, la deuda en términos del PBI termina representando casi 78% del PBI, aun suponiendo un roll over de la deuda vieja. Un ratio de por sí inquietante bajo los criterios de las calificadoras de riesgo y de los bancos de inversión. Es que la deuda bajará, pero seguirá siendo alta una vez que Macri u otro termine el mandato en 2023. Por ello, un perspicaz economista advertía días atrás que «por algo los bonos argentinos cotizan tan bajo». «Son niveles para fondos amantes del riesgo», explicaba en una reunión con empresarios y banqueros.
Pero lo que realmente pone en alerta a los inversores es que el «si todo sale bien» implica implícitamente que la economía crecerá 3% anual promedio. Algo que hace décadas no ocurre. Y que sin un shock inversor, en términos productivos, difícilmente pueda aspirarse a esa performance macro. O sea, ni que hablar si la economía no alcanza esas tasas de crecimiento. De modo que el próximo Gobierno tendrá que seguir ajustando, más allá de Vaca Muerta y más si aparece algún un cisne negro foráneo.
Lo que viene, sin duda no es un camino sin espinas, con o sin FMI. Se dilapidaron tres años. La necesidad tiene cara de hereje, y más allá de 2019, además de inversiones productivas serán necesarias reformas estructurales. En el Palacio de Hacienda piensan, de continuar Cambiemos y el actual equipo, en tres reformas para encarar 2020: la previsional, pero en serio, no sólo cambiar fórmulas; la laboral, irresuelta en este Gobierno; y la del comercio exterior, léase, abrirse en serio, no bajo eslóganes marketineros de «aperturas inteligentes», sino mediante acuerdos de libre comercio con otras regiones, más allá del Mercosur. El gran desafío. No sacar un cepo. Por lo tanto, si continúa Macri, deberá decidirse o convencerse de si vino a dejar una huella o a transitar la alfombra roja. Pero lo que está claro es que el país necesita un cambio, en serio. Por lo menos para darles una chance a las futuras generaciones de poder desarrollarse en el país. Habrá que quebrar muchos paradigmas y estar a la altura de las circunstancias.
Fuente: http://www.ambito.com/940492-el-proximo-gobierno-no-podra-escapar-al-ajuste