Por Fausto Sportorno
El sorprendente y contundente resultado electoral, provocó una fuerte corrección en el tipo de cambio de más de 25%, en pocos días. Esta suba del tipo de cambio junto con la baja de la bolsa y de los títulos públicos, reflejan una caída en la demanda de activos en argentinos, entre los cuales está nuestra propia moneda.
Si la demanda de dinero baja, todos los precios que están expresados en pesos tenderán a subir, por ello no es de extrañar que la inflación se acelere en los próximos días, lo cual perjudicará a la recuperación del salario que se venía insinuando y que era importante en la estrategia del gobierno de Macri de cara a las elecciones.
En este contexto, se enmarcan las medidas que ha anunciado la Casa Rosada en los últimos días, para aliviar un poco el bolsillo del consumidor. No obstante, el proceso inflacionario a mediano plazo muestra un rumbo preocupante.
En economía se conoce como pass-trough al porcentaje de la devaluación que se traslada a la inflación. Cabe aclarar que no toda suba del dólar tiene pass-trough, solamente aquellas que son muy fuertes, inesperadas y que implican un cambio importante en el equilibrio del mercado monetario.
Si los movimientos en el tipo de cambio eran esperados o la oferta y la demanda de dinero no se alteran, puede ser que algunos precios más afectados por un movimiento en el tipo de cambio sean afectados, pero no por ello habrá más inflación. Sin embargo, cuando la devaluación proviene de un cambio en las expectativas que altera la demanda de dinero entonces estaremos viendo también una inflación.
Las últimas fuertes devaluaciones locales indican que el pass-trough argentino está en el orden del 30% y el 40%. En otras palabras, por cada 10 puntos que se devalúa la moneda la inflación se acelera entre 3% y 4%. Por lo tanto, una devaluación del 25 por ciento podría llevar a una aceleración de la inflación de entre 8 y 10 puntos adicionales, a la inflación esperada. Por eso estamos hablando de una inflación para n de año del orden de 50% a n de año. Todo ello, si a partir de ahora el mercado se tranquiliza y el dólar continúa en una evolución estable.
Para ello es necesario que haya algún tipo de acuerdo político y económico entre el Gobierno y la oposición de tal manera de evitar mayor volatilidad en el mercado financiero. De hecho, con la simple noticia de que había habido una comunicación entre Macri y Alberto Fernández empezamos a notar una mayor calma en los mercados. Sin embargo, probablemente esto no sea del todo suficiente. La economía argentina presenta grandes debilidades y desafíos. Entre ellos probablemente la política monetaria sea uno de los más complicados.
Entre el cepo cambiario del segundo gobierno de Cristina Fernández Kirchner y la devaluación del 2018, la demanda de dinero se ha debilitado fuertemente. De hecho, la cantidad de dinero en relación con el PBI (qué es una forma de medirla cantidad de dinero demandada) se encuentra en mínimos históricos desde la salida de la convertibilidad.
Por ello esta devaluación resulta en un enorme riesgo para la demanda monetaria, por qué de seguir cayendo la monetización de la economía, la inflación podría subir a pesar de las restricciones sobre la oferta monetaria.
Sin contar, además, que en las actuales condiciones, el stock de Leliq resulta una amenaza para el equilibrio monetario. En efecto, si se produce un aumento en la salida de depósitos del sistema financiero, el Banco Central se verá en la obligación de emitir dinero para repagarlas Leliq.
Ello puede llevar a una mayor demanda de divisas y a una mayor oferta de pesos, que a su vez podrían provocar una aceleración de la inflación adicional. Si bien parte del daño está hecho por la devaluación, es importante evitar generar incertidumbre para impedir que la inflación se acelere y esto pueda generar un daño en los ingresos de los argentinos.