Son el grueso de la deuda remunerada del BCRA, que ya supera los $22 billones y aumentó más de 385.000% en los últimos 20 años. Su valor estimado en dólares y la imposibilidad de pagarla son un obstáculo para cualquier plan económico
Durante el reciente debate presidencial Javier Milei le preguntó dos veces a Patricia Bullrich qué pensaba hacer con las Leliq, denominación de las “Letras de Liquidez” del Banco Central.
A sabiendas de que se trata de una cuestión técnica en general ajena al saber de los políticos y del grueso de la población, el candidato libertario buscó exhibir el escaso manejo de conceptos económicos de la candidata de Juntos por el Cambio, que esquivó la pregunta reiterando su libreto de orden y equilibrio fiscal para combatir la inflación.
La situación fue paradójica, porque las Leliq son el principal obstáculo a la dolarización, la propuesta económica del propio Milei, con lo cual debería ser él quién explique qué hacer al respecto y porque en trance de preguntar era más pertinente que se lo planteara a Sergio Massa, ministro de un gobierno que en 46 meses aumentó más de 20 veces esa deuda “cuasifiscal”, así llamada por no ser un pasivo del Tesoro, sino del Banco Central (BCRA). Más precisamente, un “pasivo remunerado”, a diferencia de la base monetaria, que es un pasivo “no remunerado”, que el Central emite sin pagar intereses. De hecho, en el debate Milei aclaró que las Leliq ya triplican la base monetaria.
¿Qué son las Leliq?
Ahora bien, ¿qué son las Leliq y por qué son un problema para el actual y el próximo gobierno? Básicamente, se trata, como su nombre lo índica, de “Letras”, promesas de pago del BCRA a los bancos, para manejar la liquidez del sistema y evitar que la monetización (emisión de dinero) del déficit fiscal presione aún más la demanda de bienes y/o de dólares.
En vez de permitir que los bancos hagan circular ese dinero, el BCRA les paga una “tasa de política monetaria”, hoy del 118% (y efectiva del 209,45%) anual, para que las tengan en Leliq y otros “instrumentos de política monetaria”, como los llama la propia entidad. Construye así una suerte de represa para atrapar esa liquidez y evitar que inunde la economía, generando más inflación y más devaluación.
En los ‘80s, antes de la escalada que derivó en la hiperinflación de 1989, el BCRA hacía algo parecido vía los llamados “depósitos indisponibles”: prohibía a los bancos prestarlos, a cambio de una tasa de interés.
El origen: codicia vs miedo
Cuando a principios de 2002, tras el estallido de la convertibilidad, la disparada del dólar amenazaba con una nueva hiperinflación, el entonces presidente del BCRA, Mario Blejer pensó que la única forma de ganarle al miedo –que impulsaba el vuelo del dólar- era con la codicia. Y lanzó las “Letras del Banco Central” (Lebacs).
Así, con tasas superiores al 100% anual, Blejer y el entonces economista-jefe del Central, Eduardo Levy Yeyati, hicieron más atractiva la tenencia de pesos. Las Lebacs vieron la luz el 13 de marzo de 2002. Mediante un esquema monetario “extremadamente rudimentario”, como el propio Levy Yeyati recuerda en el libro “La resurrección”, los depósitos voluntarios en un sistema bancario que pocos meses antes había sido sacudido por el “corralito”, subieron de $90 a 700 millones entre marzo y mayo y a fines de ese año ya eran de $7.000 millones.
Así se pudo frenar e incluso hacer retroceder al dólar: de $3,80 en marzo/abril de 2002 a $2,82 el 25 de mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación. Por entonces, el stocks de Lebacs, el “pasivo remunerado” del BCRA, era de $5.709 millones, equivalente a USD 2.024 millones.
En los poco más de doce años y medio de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, esa deuda siguió aumentando. El 10 de diciembre de 2015, cuando asumió Mauricio Macri, era de $323.935 millones, esto es, un 5.574% más. En dólares, había pasado a de USD 2.024 millones a unos 36.000 millones al tipo de cambio oficial y a entre 26.000 y 27.000 millones al tipo de cambio libre.
Durante la gestión macrista los pasivos remunerados siguieron creciendo, por las muy altas tasas de interés con que el gobierno pretendió combatir la inflación y alentó en cambio el llamado carry-trade de inversores y fondos de inversión que entraban con divisas en busca de altos intereses en pesos para volver a convertirlos a dólares y salir, cosa que hicieron en masa a partir de marzo/abril de 2018, cuando el aumento de las tasas de interés internacionales y la sequía que afectó la campaña agrícola 2017/18 provocó una estampida de inversores y una sequía de crédito internacional que llevó al gobierno a buscar refugio en un mega-crédito del Fondo Monetario Internacional.
Parte de la deuda fue transferida al Tesoro, el BCRA dejó de emitir Lebacs (cuya accesibilidad más allá de los bancos había provocado el estupor del FMI) y empezó a emitir Leliq, pero solo entre los bancos. La masa de Leliq volvió a crecer rápidamente, a medida que el Central aumentaba las tasas para combatir la inflación.
Leliq vs jubilados
El 28 de julio, dos semanas antes de las PASO cuya contundencia anticipó el resultado electoral de octubre, el candidato Alberto Fernández dijo por TV que de llegar a la presidencia daría un aumento del 20% a los jubilados con los intereses –que dejaría de pagar- de las Leliq. Era ya imposible que la codicia pudiera con el miedo. El 10 de diciembre de 2019, cuando asumió el actual gobierno, los “pasivos remunerados” del Banco Central sumaban $1.092.660 millones. Redondeando, y en breve, 1,1 billones (millones de millones) de pesos.
Luego sucedió lo contrario de lo que había dicho Fernández. El gasto en jubilaciones perdió respecto de la inflación –la Anses solo compensó a los jubilados de menores ingresos, volviendo a achatar la pirámide previsional- y la masa de Leliq explotó.
Los “pasivos remunerados” eran al jueves pasado, 28 de septiembre, de poco más de $22 billones contando Leliq y Notaliqs ($15,1 billones), Pases (otro “instrumento de política monetaria”, de aún más corto plazo, $6,9 milllones) y una miríada de otros instrumentos, incluidas Lebacs, que la actual gestión monetaria volvió a emitir, incluso en dólares.
Esos $22 billones a una tasa del 118% anual, significan que la deuda del Central aumenta a razón de más de $2 billones (millones de millones) por mes. Desde el 10 de diciembre de 2019 al jueves pasado el aumento de esa masa de pesos represados fue de 1.916%; en dólares bordea lo USD 63.000 millones al tipo de cambio oficial y supera los USD 27.500 millones al tipo de cambio libre.
Si la comparación se hace en pesos y contra mayo de 2003, la magia del “interés compuesto” hace que el aumento supere la escala de comprensión humana: 385.777% en 20 años y 4 meses, causa y reflejo del descontrol fiscal y monetario y de la inflación que asola al país.
Esa deuda es el principal problema que enfrenta cualquier plan económico y en especial una eventual dolarización: una cosa es conseguir USD 10.000 millones para canjear la “base monetaria”, y otra conseguir cerca de USD 40.000 millones para rescatar también la deuda del Central.
El BCRA, cuya misión es preservar el valor de la moneda, llegará a diciembre “absolutamente quebrado”, dijo el economista Aldo Abram, en una reciente entrevista de Infobae. No puede, sin riesgo de hiperinflación, cancelar esa deuda. Y “limpiarla” con un nuevo “Plan Bonex” o algo parecido podría provocar quiebras bancarias y/o pérdidas masivas a los depositantes. Razón por la cual ningún candidato se anima a plantear una salida de ese tipo.
La pregunta de Milei vale para todos los candidatos, incluso él mismo: ¿qué harán con las Leliq?.