En los 90 los desarrolladores inmobiliarios hacíamos en Argentina, mayoritariamente emprendimientos de vivienda para la clase media gracias a que había hipotecas. Y también barrios privados porque se habían hecho las autopistas.
Más adelante, después de la salida de la Convertibilidad empezamos con proyectos de lujo en Puerto Madero que se vendían en el exterior a valores irrisorios, y muy poco tiempo después vino el boom de los fideicomisos al costo, que reinaron más de una década.
El año próximo, una vez que nos hayamos acostumbrado a la pandemia o que la hayamos combatido exitosamente si la vacuna llegara a funcionar, y ya sumergidos en un ciclo de costos de construcción muy bajos en nuestro país, sin dudas surgirá una nueva modalidad para el desarrollo inmobiliario, que aún desconocemos.
Cabe entonces preguntarse qué formato tendrá. Si estará signada por la suburbanización o por la transformación de activos inmobiliarios que quedaron obsoletos por los nuevos hábitos.
También cabe interrogarse si viviremos una simple reedición de proyectos premium a ser construidos a un menor costo, o si nacerán formatos novedosos emergentes de la tecnología, tanto para la operación como para el fondeo.
En mi visión, aún asumiendo que la pandemia pasará de algún modo, las huellas que dejará serán tan profundas que nos hacen augurar una nueva realidad para nuestra industria.
Y como los proyectos inmobiliarios son muy inflexibles a los cambios una vez lanzados, hoy hay que estar más atentos que nunca a la hora de tomar decisiones. Vale la pena apurarse a construir mientras esté barato, pero hay que pensar muy bien qué construir.