El proyecto de nuevo Código Urbanístico, que el ejecutivo de la ciudad de Buenos Aires elevó a la Legislatura, apunta a restringir fuertemente las alturas de los nuevos edificios, lo cual es sinónimo de menos metros por parcela, o sea de menos constructibilidad.
Como se sabe, una ciudad más densa es más accesible, con precios más convenientes para más gente. Y además es más sustentable en términos de infraestructura, de servicios públicos y de transporte. Los vecinos que se oponen a las torres prefieren la Buenos Aires del pasado, tal como supo ser. Pero quien elija disfrutar de la pujanza y de la modernidad de las urbes que miran al futuro, como Manhattan, Londres o Chicago, tendría que estar dispuesto a asumir los costos de un entorno diverso y vibrante, no homogéneo ni chato.
No obstante ello, los técnicos de Planeamiento de la ciudad sostienen que no impulsan un Código “anti-torres”, ni “anti nuevos proyectos” y no se opone a la densificación. Por el contrario, argumentan que darán lugar a una mayor edificabilidad agregada, aunque más homogénea en términos de alturas, y más distribuida en toda la urbe. Asimismo dijeron que las torres no desaparecerán sino que se concentrarán en áreas muy puntuales.
Todo esto ha generado un acalorado debate que promete extenderse más allá de los límites de Buenos Aires en la medida que otros municipios también impulsen restricciones similares a la construcción en altura.
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