Nadie que tenga o administre carteras inmobiliarias de alguna importancia, que incluya hoteles, oficinas y centros comerciales, puede estar tranquilo. En ningún lugar del mundo. Este año marcará un antes y un después en el uso de esos activos, hasta ahora considerados como generadores de rentas estables y conservadoras.
El éxito evidente del home office, del e-commerce y la fobia a los virus, son tendencias que vinieron para quedarse y que obligarán a quienes tengan esos activos a agudizar su creatividad para adecuarlos al “nuevo normal”.
Habrá mucho menos demanda de metros de oficinas, menos viajes turísticos y miedo a visitar centros comerciales cerrados y congestionados.
Y habrá ganadores, tales como las empresas de delivery, las plataformas de comercio electrónico y las de vídeo llamadas. Algunos incluso necesitarán un soporte inmobiliario mayor, como los depósitos de última milla para la logística del e-commerce.
Desde ya que no habrá recetas universales para lo que llamamos, en la industria, “firmas patrimonialistas”, salvo la de ser pro-activos frente a la necesidad de cambiar, dado que el paso del tiempo solo retrasará lo imperioso que hoy resulta tomar cartas en el asunto.