La economía real continúa disociada del humor de los mercados de dinero. Cuando la primera caía el segundo subía, ahora ocurre lo contrario
La semana cierra con una amplia difusión de datos oficiales y privados sobre la actividad productiva y del humor de las familias, que dieron cuenta de una notable superación de los bajos registros del año anterior.
En el primer caso, pese a la persistencia de un largo ciclo recesivo en la industria, el comercio y la construcción, comenzó a notarse una incipiente reversión de 12 meses en recesión, de la mano de las notables cosechas que junto con el acompañamiento de diversas economías regionales y de la industria frigorífica de exportación, determinaron entre abril y junio incrementos de la producción sectorial entre 40% y 54% en contraste con caídas un año antes de bajas del 28% a 32%. Dicho de otra forma, tras caer de un nivel de 100 a 70, ahora el agro está en algo más de 102, es decir supera en un 2% el registro de dos años antes.
Naturalmente, ese efecto se trasladó al movimientos de cargas, y al comercio exterior de productos primarios y su manufacturas, y fue clave, junto con la industria extractiva, principalmente de petróleo y gas, convencional y no convencional, para registrar en la estimación de las cuentas nacionales de mayo un punto de quiebre de los signos negativos, y se ampliaría a dos si se confirma la suba de 1,3% que registró en junio el Indice General de Actividad (un aproximado al PBI que calcula el Indec) del estudio Orlando Ferreres y Asociados.
Y si bien todavía los datos del empleo registrado en general mantuvieron hasta mayo la tendencia declinante iniciada en septiembre de 2018, en el cotejo interanual, y acumuló 149.000 empleos menos, las expectativas de los empresarios que recibió el Ministerio de Trabajo y Producción anticipa como en el caso del PBI un incipiente punto de quiebre y menores perspectivas para el tercer trimestre.
Esa estadística volvió a mostrar que la reactivación del mercado de trabajo se manifiesta en las economías agroexportadoras, incluyendo las regionales, y también en la industria extractiva, en particular con centro en las provincias favorecidas con el comienzo de explotación a escala del amplio reservorio de Vaca Muerta.
Uno de sus efectos es la reversión del déficit de la balanza comercial, por el fuerte impulso de las exportaciones, pese a los menores precios internacionales, y el otro el sostenimiento de un relativamente alto nivel de la recaudación tributaria, a través del aporte a través de las retenciones. Ese desempeño, junto a ingresos extraordinarios por venta de activos del Estado posibilitaron cerrar el semestre con sobrecumplimiento de las metas de superávit fiscal antes del pago de intereses, y reducción real del rojo financiero.
Ese cuadro fue coronado con el tercer mes de apreciable mejora de la confianza de los consumidores, no sólo respecto del mes previo, sino también en comparación con un año antes, pese a que persisten con signos contractivos el comercio interno, la industria y la construcción, principalmente porque se percibe una apreciable mejora de la situación macroeconómica, pero también de las finanzas personales a partir de la mejora esperada de ingresos con el cierre de los acuerdos salariales en paritarias.
Cambio de portafolios en los mercados de bonos y divisas
Todos esos indicadores no fueron suficientes para coronar lo que parecía el ingreso a un escenario virtuoso de estabilidad cambiaria, baja de la tasa de interés de referencia del Banco Central, reducción del índice de riesgo país, y sostenida suba de los precios en el mercado bursátil.
Por el contrario, pese a que las expectativas de los estudios y consultoras privadas dan cuenta de una nueva reducción de la tasa de inflación en julio, repentinamente esos mercados cambiaron de humor, y comenzaron las tomas de ganancias (la explicación obligada cuando las ventas superan a la compra de bonos y acciones); los fondos de inversión agudizaron la venta de títulos de la deuda argentina en dólares, con lo que subió la tasa de interés y a partir de ahí el riesgo país, se intensificó la compra de dólares, no sólo por turismo, y también los tipos de interés.
Si bien se trata de movimientos que pueden ser explicados por la propia incertidumbre del escenario electoral y la proximidad de las PASO, contrasta con el comportamiento que tuvieron en la primera mitad del año cuando los indicadores de la economía real eran singularmente negativos y no tenían la perspectiva que muestran ahora para el segundo semestre, al menos hasta octubre.
Una de las explicaciones de ese fenómeno es que los mercados habían «sobreactuado» en los últimos meses y tras haber obtenido muchos importantes ganancias, amparados en la cercanía de las elecciones y el aumento del voltaje mediático de las acciones, junto a informes de calificadoras de riesgo soberano que pasaron a negativa la perspectiva de los bonos de la Argentina, allanaron el camino para un cambio de portafolios, a favor de activos líquidos en dólares.
Y si bien el Fondo Monetario volvió a dar claras señales de la mejora de la solvencia fiscal y monetaria que se registra desde la revisión del acuerdo stand-by de septiembre, aún no resultó suficiente para cambiar la tendencia en los mercados de bonos y acciones.